LA APERTURA DEL OJO INTERIOR

Los evangelios y los relatos de la Resurrección son catequesis que se han escrito para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida en su Nombre, tal como nos decía el evangelio del pasado domingo. En este domingo Jesús Resucitado nos dice: ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón?

Para el cuarto evangelio, el tema de creer aparece siempre unido a nacer de nuevo. Paradójicamente, no se trata de ver para poder creer, sino justo al revés: sólo cuando se cree, se ve. Creer significa confiar, como el niño que en su indefensión e ignorancia, vive totalmente entregado y confiado a los cuidados de sus padres, dependiendo absolutamente de ellos. ¿Qué significa creer o confiar? Entregarse y rendirse totalmente en las manos del Padre. Así resplandece una confianza inédita, porque se descubre que desde la perspectiva de Dios, todo está bien. Cuando el vagabundeo de creencias y deseos se acalla, se produce un nuevo nacimiento. Emerge la Paz y adviene entonces un estado de Presencia, de Confianza y de Comprensión en el que se empieza a ver.

Por el don de la fe se abre el ojo del corazón, el ojo interior que ve la existencia desde el promontorio del Espíritu, contemplando que sólo hay un escenario en el que se lidia el drama de la vida. Es el escenario de lo que es, desde donde se contempla la vida tal como acontece. Ya no hay cabida para lamentos estériles, ni para consideraciones como “esto debería ser de otra manera”. Desaparece la preocupación de quedar bien o quedar mal. Ya no hay lugar para intereses egoístas y mezquinos, ni para el temor a las consecuencias que obstaculizan nuestras acciones. Ese escenario –el único que hay- se contempla con realismo, pero al mismo tiempo con una confianza incondicional, y se ama tal como es, sin las interferencias de la “loca de la casa”. Uno puede zambullirse amorosamente en la vida, lleno de energía, sin el desgaste que produce el hecho de involucrarse.

El ojo interior es también la puerta a través de la cual se nos aparece el Resucitado, a través de la que somos dados a luz, naciendo de nuevo. A través de ella, el Espíritu que habita en las entrañas del mundo y en el corazón humano se manifiesta, ve como por primera vez, comprende y actúa amoldándose a cada uno, a ese perfil único e irrepetible de cada cual. Desde lo que acontece-tal y como sucede- y solamente desde ahí porque es lo único real, a uno se le sugiere y provoca para que haga lo que cree que tiene que hacer. Y hacer lo que debe hacer en las situaciones tal como se presentan, dejándose de lamentos por cómo deberían ser las cosas.

Todo se hace espontáneamente, con naturalidad. Se hace lo que tiene que hacerse con la mente acallada de creencias y de deseos. Se vive con esa increíble intensidad que se despliega cuando se hacen las cosas como si todo dependiera de uno, y al mismo tiempo con una impresionante ligereza, sin ese peso de la responsabilidad agobiante, sin la sobrecarga del estrés, porque se sabe humildemente, que al final nada depende de uno. Todo es sencillo, espontáneo al no tomarse las cosas personalmente. Y la existencia siendo como es, difícil, -no podemos olvidar que el Resucitado es el Crucificado- se vive permaneciendo anclado en la serenidad. La confianza y la paz se hermanan en una serena alegría desapropiada, que no está reñida con que aparezcan alegrías o tristezas efímeras.

No hay pasotismo, ni indiferencia, ni resignación, ni conformismo, sino más bien todo lo contrario porque la vida continua siendo como es. Y habrá que seguir respondiendo a las situaciones que se presentan desde la propia realidad personal, desde los valores que a uno le constituyen. Pero se hará de una manera increíblemente efectiva porque con la apertura del ojo de la sabiduría, ya no habrá contaminación de esas interferencias que absorben tanta energía. Además, uno sabe y saborea que no está en las propias manos ni el control ni las consecuencias de las acciones. Sigo siendo sencillamente el que soy, con mis talentos y mis carencias, pero desplegadas desde la Paz de sentirme amado incondicionalmente. Queda atrás el reino de las creencias y se es introducido en el reino de la Gracia.

Este prodigioso milagro es un regalo del Resucitado: sucede cuando menos lo esperamos, nos sorprende siempre, no puede ser contabilizado, nos deja sumidos en un estado de asombro que nos posee y nos da alas para volar fluidamente en la existencia. Al ser un don, poco podemos hacer para provocarlo. Solamente podemos aguardarlo, estar amorosamente a la espera. Gracias a este despertar, la decepción se transforma en ilusión, la desesperación en esperanza, la tristeza en alegría, la turbación en paz, la cobardía en coraje, el vacío en plenitud que se contagia y comunica. La mirada gris y moribunda sobre la vida, es ahora luminosa, penetrante y amorosa.

Y al despertar a esta realidad transfigurada y nueva, podemos escuchar esa voz cálida que todo lo envuelve y que nos susurra: Paz a vosotros, y que arranca del corazón nuestra expresión más asombrada, honda y agradecida: ¡Aleluya, ha resucitado el Señor!

4 comentarios en “LA APERTURA DEL OJO INTERIOR

  1. fernando gimenez moreno dijo:

    Muchas gracias hermanos, creer para ver, confiar y hacer las cosas sabiendo que no depende de uno.
    Pero como acallar a la loca de la casa en el dia a dia? Como mantenerse en El ante el estres, la presión?
    Un fuerte abrazo
    Oraciones

    • Fernando dijo:

      ¿Acallar «la loca de la casa»? Oraciones, jaculatorias, frases cortas, comuniones espirituales, etc. Nadie ha dicho que sea fácil acallar la loca de la casa; pero es posible. porque ante todo está Dios.

      • fernando gimenez moreno dijo:

        Muchas gracias!!!!!!!!!!!
        En El vivo y me mantengo, gracias hermanos. Os tengo en mi corazón y en mi oración constante!!!
        Señor Jesus, hijo de David, ten piedad…!!!!
        Os tengo en mi repeticion competición constante
        Oraciones!!!

  2. Fernando dijo:

    ¡Paz y Bien!
    Gracias hermanos por sus escritos. Me ayudan mucho a la reflexión y a la oración.
    El Señor bendiga vuestros días.
    Nuestra Santa Madre del cielo los proteja.

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