Cogerle al sol su luz eterna

Toile de fond pour le final (Mozart, La Flûte enchantée) | Marc Chagall | 1966-67

El justo vivirá por su fe… Aviva el fuego de la gracia de Dios… vive con fe y amor, y guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. Auméntanos la fe… Si tuvierais fe como un granito de mostaza… Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Son retazos de las lecturas de hoy. Todos hablan de la fe y de lo que supone vivir desde la fe. La fe no es un memorial de creencias. Es una manera peculiar de situarse ante la vida. Para quien vive desde la fe, su vida experimenta un verdadero giro copernicano. Lo mismo que la tierra dejó de ser el centro del sistema solar para dejar su protagonismo al sol, de la misma manera, para quien vive desde la fe, se da un cambio radical de perspectiva: deja de ser el centro del universo para que el centro sea Dios. Cada uno ocupa el lugar que le corresponde. Una vez despojados de nuestro protagonismo, somos introducidos en el tiempo de Dios y vamos aprendiendo a verlo todo desde la perspectiva de Dios. Esta es mi vida, la de arriba, la de la pura brisa, la del pájaro último, la de las cimas de oro de lo oscuro. Esta es mi libertad, oler la rosa, cortar el agua con mi mano loca, cogerle al sol su luz eterna  (Juan Ramón  Jiménez)

El tiempo de Dios, es el de los hondos ritmos de la Gracia en nuestra vida. No es un tiempo desmenuzado ni repartido en pedazos, sino hecho de una sucesión de instantes que se encadenan unos con otros armonio­sa y apaciblemente. Cada uno de esos momentos es un todo en sí mismo y conlleva una plenitud que lo colma y hace que no falte nada, que sea suficiente porque está lleno. Lleno porque, siendo dócil al Espíritu, hago lo que he de hacer alineado con el querer de Dios.

Es un tiempo lleno de nuestra presencia ante Dios o de nuestra presencia ante tal o cual per­sona con la que nos encontramos, hablamos o coincidimos; lleno de nuestra presencia ante esta o aquella tarea que desempeñamos con calma y poniendo toda nuestra atención y nuestro corazón. Este tiempo es comunión con la eternidad; no lo programamos, más bien, lo acogemos. De hecho, no podemos vivirlo a menos que procuremos desprendernos de nuestros planes.

El hombre que vive por su fe, ha despertado a este tiempo interior, logrando asumirlo. Para ello, necesita una inmensa libertad, un total desprendimiento de cualquier plan o voluntad personal. Es preciso estar dispuesto a hacer en el segundo siguiente lo contra­rio de lo que habíamos previsto; vivir el más completo abandono, sin inquietud y sin temor; no tener otro anhelo que estar alineados con el querer de Dios; estar siempre disponibles a personas y acontecimientos. Se saborea desde el hombre interior, que vive en la presencia de Dios y a la escucha interior del Espíritu.

El hombre de fe que vive en el tiempo de Dios, precisa saber cada día lo que dice Madeleine Delbrêl: Si vas al fin del mundo encontrarás la huella de Dios; si vas al fondo de ti mismo, encontrarás a Dios. El hombre de fe no hace nada pretendiendo algún provecho inmediato; simple y sencillamente vive, disfruta y goza. Excepto en casos contados, incluso quienes son tocados y dilatados en su corazón, tienen que trabajar una y otra vez para mantenerse abiertos y simples: Auméntanos la fe. Es una apertura progresiva, un descentramiento constante de uno mismo, un despojarse de la banalidad de la vida meramente instintiva.

Cuando vivimos de acuerdo con este tiempo inte­rior, experimentamos cómo nada está dejado al azar. Aunque caminemos a menudo en la oscuridad y lo desconocido, presentimos y constatamos que nuestra vida transcurre según un ritmo que nos excede y no dominamos, pero en el que nos abandonamos gusto­sos, porque estamos en Él, en Dios. Él nos lleva más allá de nosotros mismos, en la confianza de que todos los acontecimientos discurren de acuerdo con Su Sabiduría Infinita.

Tu Gracia vale más que la vida. Quien vive de la fe es una persona agradecida que reconoce la acción de la Gracia, que se maravilla al contemplar que todo es Gracia. Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado sin yo verlo: que, a veces, voy a ver, y que, a veces, olvido. El que calla, sereno, cuando hablo; el que perdona, dulce, cuando odio; el que pasea por donde no estoy; el que quedará en pie cuando yo muera (Juan Ramón Jiménez)

Pero eso no le escatima nada al drama de la vida, que sigue siendo como es: ¡Dios mío, tómame de la mano! Te seguiré de manera resuelta, sin mucha resistencia. No me sustraeré a ninguna de las tormentas que caigan sobre mí en esta vida. Soportaré el choque con lo mejor de mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de paz. No me creeré, en mi inocencia, que la paz que descenderá sobre mí es eterna. Aceptaré la inquietud y el combate que vendrán después. Me gusta mantenerme en el calor y la seguridad, pero no me rebelaré cuando haya que afrontar el frío, con tal de que tú me lleves de la mano. Yo te seguiré por todas partes e intentaré no tener miedo. Esté donde esté, intentaré irradiar un poco de amor, del verdadero amor al prójimo que hay en mí (Etty Hillesum).

5 comentarios en “Cogerle al sol su luz eterna

  1. Mane dijo:

    Señor, aumentanos la fe para encontrarte no sólo en las iglesias sino en el dolor de los que sufren, que escuchemos tu llamada no solo en las Escrituras sino en el grito. Quizás el recogimiento de este tiempo de otoño sea una invitación callada a hacer la experiencia.
    ¡¡¡Vivir el tiempo de Dios!!!!.
    Homilía bién aclaratoria: La Palabra de Dios entra por los oidos, llega al corazón y llega a las manos para hacer buenas obras. Gracias por ella!!

  2. JL dijo:

    Hermosas e inspiradas palabras que , dentro de su sencillez, encierran una profunda sabiduría: La de señalar cual es nuestra verdadera identidad. La identidad que se descubre cuando abandonamos la búsqueda egocentrada de nosotros mismos y dejamos los esfuerzos que nos frustran.. La identidad que sabe que somos Vida compartida, que nos saca de la soledad porque no hay separación. La sabiduría que en el silencio del corazón SABE que en Dios nos movemos, existimos y SOMOS. «Esta es mi vida, la de arriba…, la de las cimas de oro de lo oscuro (cuando el sol ilumina lo más alto de las copas de los árboles y deja atrás las sombras)… Esta es mi libertad (disfrutar con todos los sentidos de la gracia que es Presencia en todo) y a la vez » cogerle al sol su luz eterna»
    Gracias.

  3. vicenta rúa lage dijo:

    Dejar que el Sol llegue a cada célula, del cuerpo y el alma, cargado de serotonina.
    Que ponga calidez en el frio, belleza en lo vulgar, pasión en lo anodino…
    Dejar que dance, libremente, por todas partes, en el universo, en ti. Haciéndote soñar que es uno contigo.
    Dejar que su Luz te alcance, agradecido, admirado y perplejo, en las palabras regaladas de este monje, que te invita a «Cogerle al Sol su Luz eterna».

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