Una infancia aún por vivir

Madeleine au bonnet rouge | Maurice Denis | 1915-17

Seguimos celebrando la Navidad, llamados a contemplar el acontecer del Verbo hecho carne en nuestra propia historia. Cada una de nuestras vidas es lugar de la revelación de Dios, sin ninguna condición previa, tan solo porque existimos. Dicho de esta forma parece poco creíble, pues si nuestra vida es el lugar, por excelencia, de la manifestación de Dios, ¿por qué, tan a menudo, vivimos insatisfechos, alimentando la nostalgia de una vida distinta? Esa nostalgia la sentimos porque nos pasamos demasiado tiempo “fuera de casa”, instalados en una espesa capa de sueños, de objetivos, de memorias… todo un mundo de pensamientos, de imaginaciones, que nos distraen de mirar al tesoro que llevamos dentro.

Al decir “fuera de casa”, digo fuera de nuestro corazón, de nuestra realidad más profunda, de lo que efectivamente somos y no de lo que nos gustaría ser. Podemos preguntarnos: ¿por qué lo que somos no nos gusta suficientemente? ¿Por qué deseamos otra cosa? A lo largo de la vida, a causa del rechazo que muchas veces hemos sentido por habernos manifestado espontáneamente, fuimos creando inconscientemente imágenes falsas sobre nosotros mismos, con el deseo de captar la aprobación y el afecto de los demás. La censura de los demás se ha transformado en un sistema de auto-censura implacable. Cuando nos damos cuenta de esta ilusoria y sufrida construcción, nos cuesta volver a casa y enfrentarnos con toda esa realidad que asociamos al desamor, aunque se trate efectivamente de nuestro más bello tesoro. Es ahí que Dios hecho carne en nuestra carne nos espera, en nuestra casa, en nuestra más concreta y original realidad. La Navidad viene a decirnos que todos llevamos dentro una infancia aún por vivir y a la cual no podemos renunciar. El Niño, también el niño que llevamos dentro, es el Príncipe de la paz.  

Hoy, en contexto de Navidad, celebramos la fiesta de la familia de Nazaret. Fiesta que quiere reforzar la verdad de la encarnación: que Jesús comparte nuestra vida en circunstancias semejantes a las de los demás seres humanos. La familia de Jesús no puede ser manipulada con el fin de imponernos un modelo. Las visiones idealizadas se alimentan de lo que en nosotros no está reconciliado y no es aceptado. Nuestra familia o nuestra comunidad, tal y como es –por más que nos cueste creerlo- es regalo, es don de Dios palpable en el hoy de nuestras vidas.

Crear una imagen ideal, apoyándonos en Jesús o en su familia, es justamente el movimiento contrario al que está en el origen del Misterio de la Navidad. Si Dios se hizo historia, es una contradicción imaginar que tengamos que huir de nuestra historia para encontrarlo. Jesús nos es un modelo externo que se nos impone, es, al revés, la mirada amorosa que habita nuestro cuerpo frágil, que acompaña nuestros pasos tambaleantes y que abraza nuestra carne dolorida.  

La Navidad es la anti-abstracción. Jesús no viene solamente al encuentro de la humanidad, globalmente entendida, sino, más bien, viene a mi encuentro, a tu encuentro y al encuentro de cada uno de nosotros. La mirada de Jesús es siempre particular. Él te llama por tu nombre (¡María! – dirigiéndose a la Magdalena junto al sepulcro vacío); Él te ve y comprende (Zaqueo, baja en seguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa); Él conoce todo lo que existe en ti, cada una de tus emociones y de tus pensamientos, tu fuerza y tu flaqueza (en diálogo con la samaritana: si conocieras el don de Dios; es cierto, no tienes marido, porque el que tienes nos es tuyo; también para ti ha llegado la hora de adorar al Padre en espíritu y verdad). Y la samaritana, precisamente, no era un gran ejemplo de estabilidad familiar.

Señor Jesús, te agradecemos nuestra vida tal y como es, con grandezas y miserias, te agradecemos nuestra familia y comunidad tal y como es, lugar de amor y también lugar donde a cada día experimentamos la fragilidad del amar. Te pedimos por tantas familias en situaciones dramáticas; danos la creatividad de tu Espíritu para encontrar estilos de vida más solidarios. Todo esto con la confianza que en ti siempre, siempre, es posible nacer.

10 comentarios en “Una infancia aún por vivir

  1. Mane dijo:

    En familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos. El hombre siempre necesitará un hogar en el que pueda crecer como persona. Él nació y creció en el seno de una familia.
    Dios hecho carne en nuestra carne nos espera.
    Magnífica reflexión. Gracias por compartirla

  2. Bea dijo:

    Gracias….. como siempre nos aportais nueva luz para entendernos relacionados con el Señor. Profundizamos en el conocimiento de nosotros mismos y en la relación con EL. sabeis llevarnos a las distintas esencias justificadas desde el Evangelio. No tengo más que mostraros mi agradecimiento……….

  3. Virxilio dijo:

    «Crear una imagen ideal, apoyándonos en Jesús o en su familia, es justamente el movimiento contrario al que está en el origen del Misterio de la Navidad…»

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