Jueves Santo

Escultura de Werner Klenk

Este día del amor fraterno no lo celebramos de espaldas a la vida, sino muy conscientes de lo inmenso y trágico que es el desamor que existe en nuestro mundo. Su atención es algo que no nos deja indiferentes, más bien, todo lo contrario, ya que a medida que vamos cumpliendo años, comprendemos que lo decisivo en la vida es el aprendizaje y el crecimiento en el amor, lo único que nos hace felices, en definitiva, eso para lo que hemos venido a este mundo.  

El amor que hoy celebramos no es el de las novelas románticas, eterno y excluyente; ni el amor de las tragedias griegas, dramático e irresistible. No es físico, ni romántico, es la aceptación de todo lo que el otro es, ha sido, será y no será. Es el amor de todos los tiempos, nuestro amor; un amor que no es ningún sentimiento sublime, reservado para unos pocos, ni tampoco algo que se siente exclusivamente en un momento de la vida frente a una única persona. Es un amor posible y real, que está íntimamente emparentado con lo que cotidianamente llamamos ‘querer a alguien’, ese interés por el bienestar de otra persona, cuando sentimos que nos importa.

Hemos idealizado y manipulado tanto el amor, que lo hemos convertido en una caricatura. Ya no sabemos lo que significa ser leales, sinceros el uno con el otro, donarse mutuamente, aprender a ceder, compartir los gustos, conocerse y aceptarse. Para querer a alguien tal como es, necesito conocerlo para poder llegar a aceptar sus repentinos disgustos y enfados, porque he llegado a comprender la causa que los provoca. Necesito conocerlo para poder llegar a aceptar su mal humor por la mañana o cuando regresa del trabajo, porque he aprendido a saber de dónde vienen. Es preciso que lo conozca para poder entender que necesita momentos de silencio o de estar solo… Sólo cuando conozco a alguien, puedo aceptarlo y quererlo tal como es.

Cuando quiero a alguien, voy adquiriendo destreza en el arte del perdón y del olvido. Voy aprendiendo a aceptar y a querer lo que es ahora, en este momento, en cada momento, sin poder asegurar que al día siguiente sea igual. A lo mejor, mañana, se encontrará desanimado, tendrá unas canas de más, alguna arruga más, una enfermedad… Nada de eso puede cambiar el verdadero amor, porque amo lo que eres, lo más genuino y lo más profundo, esa intimidad que conocemos y compartimos.

El amor verdadero es ilusionado, pero no ilusorio. No ama por lo que puede esperar del otro sino, aunque no pueda esperar nada de él; su alegría no es por lo que recibe, sino que se alegra en el otro mismo, en el mero hecho de que existe. Tampoco se pasa la vida esperando que el otro sea diferente. Pero, desgraciadamente, no suele ser así. A menudo, después de pasado mucho tiempo, se llega a descubrir que el otro no estuvo nunca dispuesto a cambiar o, simplemente, ni siquiera sabía que se tenía esa expectativa de él.

Cuando quieres a alguien, tienes verdadero interés por lo que le suceda, sea tu hijo, tu madre, tu amigo, tu pareja, tu hermano, tu vecino o el prójimo anónimo y desconocido. Cuando alguien, por cercano que sea, no se interesa en lo que te sucede, no pregunta por tus cosas, no tiene espacio para escucharte ni para tenderte una mano cuando lo necesitas, lo que sientes es que no te quiere. 

La persona que se ocupa de ti y le importas; que se alegra con tus logros y te acompaña en un momento difícil, pero respeta tus tiempos y tus elecciones; que siente interés por lo tuyo sin querer poseerte; que tiene gestos de cercanía y de ternura… esa persona, sientes que te quiere, aunque te grite que nunca te quiso, aunque jure y perjure que ya no te quiere. 

Cuando quiero a alguien, tomo la sincera decisión de ocuparme en crear un espacio de libertad, un espacio tan grande y no condicionado como para que pueda elegir lo que desee, aunque su decisión no me agrade y su elección no me incluya.

El amor que hoy celebramos es un amor gratuito, pero penetrado de interés y necesidad por el otro que propicia la reciprocidad. Se parece poco al de las revistas, anuncios y películas. Es un amor que nos convence y nos conmueve, que no nos deja indiferentes. Necesitamos creer en un amor así, como el que Jesús nos muestra en su vida y en su pasión hasta la muerte.

8 comentarios en “Jueves Santo

  1. Isabel de la Fuente Lago dijo:

    Un privilegio poder estar aquí en mi querido Monasterio de Sobrado, rodeada de paz y de tanta sabiduría. Gracias por ayudarnos a pensar y profundizar en temas como el amor. Gran homilia!

  2. Pedro Garciarias dijo:

    Sigo viendo la VERDAD de las palabras escritas, ¡qué buen maestro de espíritus en el monasterio!, el Espíritu lo siga iluminando ayudando a pacificar todo…¡los que construyen la paz…bienaventurados.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.