Eres precioso a mis ojos, y te amo

Obra de Rima Salamoun

Los relatos de las apariciones son simbólicos. No pretenden decirnos lo que pasó en un lugar y momento determinado. Quieren trasmitirnos la experiencia de una comunidad que desea que otros vivan la misma realidad que ellos están viviendo, la certeza de que Jesús está vivo.

Las palabras y los conceptos no sirven para comunicar la experiencia pascual. Es tan personal e interior que solo pueden entenderla los que también la han tenido. El discípulo al que Jesús tanto quería, es quien le reconoce: Es el Señor.  En lo más íntimo de quien se siente y sabe amado por Jesús, resuenan palabras que le susurran: Desde el principio te he llamado por tu nombre. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado y en ti me complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el vientre de tu madre. Te he llevado en las palmas de mis manos, y amparado en la sombra de mi abrazo. Te he mirado con infinita ternura y cuidado más íntimamente que una madre lo hace con su hijo. He contado todos los cabellos de tu cabeza, y te he guiado en todos tus pasos. Eres precioso a mis ojos, y te amo. Adonde quiera que vayas, yo estoy contigo, y vigilo siempre tu descanso. Te daré un alimento que sacie totalmente tu hambre, y una bebida que apague tu sed. Nunca te ocultaré mi rostro. Me conoces como propiedad tuya, y te conozco como propiedad mía.

En realidad, solo conocemos bien cuando tenemos afecto y nos sentimos envueltos con la persona con la cual queremos establecer comunión. El afecto no existe sin la ternura, sin el cuidado y la caricia. Los discípulos, no ven primero a Jesús, sino fuego y la comida, expresión de su amor a ellos.

El amor es una llama viva que arde pero que puede oscilar y lentamente ir cubriéndose de cenizas hasta apagarse. La muerte del amor, no es tanto que nos odiemos, sino que nos volvamos indiferentes unos a otros. El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, son canciones de amor entre el alma y Dios. En el versículo 11 dice que el mal de amor no se cura sino con la presencia y la figura. No basta el amor platónico, virtual o a distancia. El amor reclama presencia. El amor quiere la figura concreta, el cara a cara, la ternura, la caricia, y el corazón sintiendo el palpitar del corazón del otro.

La vida y el amor son frágiles. Su fuerza invencible viene de la ternura con la cual los rodeamos y los alimentamos. El enternecimiento es la fuerza propia del corazón, el deseo profundo de compartir caminos: la angustia del otro es mi angustia, su éxito es mi éxito y su salvación o perdición es mi salvación y, en el fondo, no solo mía sino de todos.

La ternura es la savia del amor. Para guardar, fortalecer y sostener el amor, hay que ser tierno. La ternura es el afecto, el cuidado sin obsesión. No es afeminación ni renuncia de vigor. Es un afecto que, a su manera, nos abre al conocimiento del otro. Irrumpe cuando la persona se descentra de sí misma, sale en dirección al otro, siente al otro como otro, participa de su existencia, se deja tocar por la historia de su vida. Es ese demorarse en el otro, no por las sensaciones que nos produce, sino por amor, por el aprecio a su persona y por la valoración de su vida y de su lucha. ‘Te amo no porque eres hermoso; eres hermoso porque te amo’.

Te he mirado con infinita ternura y cuidado más íntimamente que una madre lo hace con su hijo. Hoy homenajeamos a nuestras madres. Por ellas hemos sido acariciados, desde la piel hasta las entrañas: ‘tú eres mi amado’. Así como la estrella tiene que tener un aura para brillar, de igual manera el afecto necesita la caricia para sobrevivir. Es mucho más que un roce de pieles, es una entrega de cariño y de amor a través de la mano y de la piel. Piel que es nuestro yo concreto. La caricia es una mano revestida de paciencia que toca sin herir y suelta, para permitir la movilidad del ser con el que entramos en contacto (Restrepo). Por la calidad de la caricia sabemos que el afecto no es mentiroso, falso o dudoso.

La caricia es leve como el entreabrir suave de una puerta. Al acariciar al niño, la madre le comunica la experiencia más orientadora que existe: la confianza fundamental en la bondad de la vida; la confianza de que, en el fondo, a pesar de tantas distorsiones, todo tiene sentido; la confianza de que la paz no es un sueño, es la realidad más verdadera; la confianza de la acogida en la gran espaciosidad que somos, que se recibe y que se entrega.

8 comentarios en “Eres precioso a mis ojos, y te amo

  1. Beatriz dijo:

    Amén !! Muchas gracias.
    Virgen María, Reína del cister, Nuestra Señora de La Paz , ayúdanos. Que nuestra vida y testimonio sirvan para mostrar a muchos que en éste mundo existe un Camino que conduce a la Libertad , que conduce a la plenitud del Amor , que La Paz si es posible.

  2. ana dijo:

    Gracias por poder disfrutar de tanta sensibilidad y Verdad. Las palabras que salen del corazón solo se sienten en el corazón.

  3. Pedro Garciarias dijo:

    No tengo palabras para agradecer la belleza y profundidad del texto…pero como no existen otras: GRACIAS!

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