Pentecostés es el nacimiento de la Iglesia Universal. Nada de barreras de lenguas, razas y naciones. Sepámonos aceptarnos diferentes. Que el Espíritu de unidad nos enseñe a comprendernos, y a perdonarnos; entonces podremos vivir de su vida. El Espíritu viene a curarnos de nuestras esclerosis y tenemos que acogerlo en nuestra inteligencia, nuestro corazón y nuestra voluntad y solo entonces seremos los testigos del Evangelio en el mundo, discípulos de una Iglesia fiel y acogedora.
Pablo en la primera lectura ataca las rivalidades entre cristianos con relación a sus dones recibidos de Dios. Pero los dones de Dios, que ciertamente son diferentes, no significan rivalidad pues no son para vanidad personal sino con vistas al bien común para asegurar la unidad de la comunidad, en la diversidad de sus expresiones.
No juzguemos pues con desprecio a quienes no han recibido los mismos dones que nosotros: fe adulta, generosidad, etc… sino que tenemos que aprender a escuchar con respeto a los diferentes y dialogar con ellos.
Esto que parece teórico no es sino un aspecto de lo que sucede en la propia Iglesia donde se encuentran contestaciones por doquier, críticas, desprecios entre grupos de uno u otro signo… Pretendemos a veces incluso identificar los signos del Espíritu con nuestras diferentes personalidades.
¿No significa esto volver de alguna manera a la Torre de Babel cuando la multiplicación de las lenguas había provocado la dispersión de los hombres, por la dificultad de entenderse los unos con los otros? Pentecostés significa exactamente lo contrario: Que cada uno pueda escuchar en su lengua materna las maravillas que Dios ha hecho por ellos. Y esa es precisamente la misión de la Iglesia que el Espíritu le da como tarea.
Cada vez más nos encontramos en nuestro país con gente de otras naciones y culturas y religiones que vienen a buscar una vida más benigna que la de sus países de origen. ¿nos preocupamos no solo a nivel institucional sino personal a ayudarlos a integrarlos en nuestra comunidad nacional y religiosa?
Hace tan solo unos días se producía un hecho inaudito en un partido de futbol con un jugador de color, Vinicius, que fue insultado, a coro, por una multitud de espectadores, con apelativos indignos, como imbécil y mono… recuerdo estando yo en África que llamar a un africano “mono” por parte de un blanco suponía una expulsión inmediata del país.
Es necesario aprender a respetar las diferencias culturales y religiosas y buscar puntos comunes de entendimiento.
Jesús resucitado, infunde su Espíritu, que es también el del Padre, pues el Espíritu es el amor entre ambos hecho persona, el que a través de sus discípulos llevará su perdón a todos los hombres. Y les dice esas palabras que parecen hoy día olvidadas:” Recibid el Espíritu Santo. A aquellos a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retuviereis les serán retenidos.” Y digo olvidadas porque una inmensa mayoría de creyentes se confiesa con Dios directamente. Y creen ser perdonados.
El Pentecostés íntimo que es la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones nos da un aliento nuevo para luchar contra el mal, para volver a empezar después de un fracaso, para volver al camino olvidado de la oración, un nuevo aliento misionero a nuestra acción en el mundo, a trabajar por la paz y la reconciliación, al perdón a nuestros hermanos a quienes ofendemos.
Dejarse conducir por el Espíritu es saber reconocer en medio de todos los gérmenes de muerte tan abundantes en nuestro mundo los gérmenes de vida, signos de la presencia del Espíritu. ¿Es esa la mirada con la que miramos a nuestro alrededor? ¿Facilitamos la eclosión de todo lo que es vida, incluso cuando esta nos parece desordenada? ¿Y también significa echar una mirada sobre uno mismo y los posibles desordenes de nuestra vida, de este mundo pecador? Es también orar libres de todo miedo y ser confiados como Jesús dejando que el Espíritu mismo ore en nosotros.
Dejarse conducir por el Espíritu es pedirle que nos de la memoria viva de las palabras y gestos de Jesús para hacer de ellos alimento para nuestras vidas. Jesús mismo define la acción del Espíritu que nos enseñará todo y nos recordará todo lo que dijo Jesús. El Espíritu que Jesús envía es un Espíritu de verdad de memoria y de recuerdo. Si amamos de verdad a Cristo, su Espíritu, que es el Espíritu de la verdad, nos dará la fuerza para afrontar la verdad sobre nosotros mismos, individualmente, sobre nosotros como Iglesia, y sobre cada uno de aquellos con los que hacemos Iglesia. Frente a esta Verdad, que puede revelarnos cosas a veces dolorosas sobre nosotros mismos individualmente, así como sobre todos nosotros juntos como Iglesia, el Espíritu del recuerdo nos recuerda los dos grandes mandamientos: el amor a Dios y el amor incondicional a nuestros hermanos. Hermanos y hermanas, entremos en la escuela del Espíritu Santo, para que nos enseñe todo. Invoquémoslo cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz, y caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo.
Síiiiiiiiiii, nada de barreras de lenguas, razas y naciones. Aceptemonos con nuestras diferencias, nuestra diversidad, ……..
Por el respeto a la igualdad de todos los seres humanos han luchado personas como: Martin Luther King, Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Nelson Mandela…………..y tantos más……..
Concilio Vaticano ll : Declaración Nostra Aetate sobre las relaciones de la iglesia con las religiones no cristianas, – 5, párrafo 3: La iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión.
” Y en esto entró Jesús , se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Gracias.