San Bernardo

Iglesia del Monasterio

Bernardo de Claraval, bandera discutida, ‘quimera de su siglo’, fue un hombre audaz, apasionado, que supo armonizar el vigor y la ternura, la fragilidad con el coraje, la amistad con la soledad. Entra en la trama sinuosa y complicada de la historia de su tiempo, rompe con el estándar monástico, siendo un monje atípico que vive el recogimiento en el bullicio, la austeridad en los palacios, la pobreza en la abundancia, el silencio en la predica­ción. Leyendo algunos de sus textos, se tiene la impresión de estar ante un profeta, un místico, ante un innovador y, al mismo tiempo, ante un hombre sencillo y humilde, enamorado de la humanidad de Cristo, ante un hombre tímido que quiere desaparecer.

San Bernardo es un hombre de su tiempo. Los acontecimientos eclesiales y las transformaciones socioculturales de la época le influyen y él se deja influenciar por ellas. Dios habla en la historia de los hombres, Bernardo escucha esta voz, la presta atención, la discierne y la transmite. Su temperamento, no siempre ecuánime, da a la recién fundada Orden del Císter, su impronta singular, siempre en proceso de reforma, de renovación y de adaptación.

Sigue leyendo

Pan que compromete a vida

Estación de trenes de San Pedro do Estoril (Portugal)

Texto en castellano

Levamos catro domingos reflexionando co discurso do Pan de vida que pronunciou Xesús na sinagoga de Cafarnaún e o remataremos o próximo domingo. No ritmo ascendente que vai tendo o discurso, vemos como Xesús vai levando a xente que o escoita, da procura dun alimento material que resolva o problema de ter que traballar para comer, a un alimento que compromete a vida da xente coa súa persoa, coa súa paixón polo reino, co seu sentido da xustiza e da igualdade entre as persoas, coa presencia de un Deus que non habita en templos construídos por mans de homes, senón que se manifesta na súa Vida e nas súas obras. Xa no é o Deus do Sinaí, o da Lei, senón o da graza e a verdade que se manifestou no seu Fillo Xesús Cristo. Xa non é o Deus do maná que comeron os pais no deserto e morreron, senón que El se manifesta coma o pan que da vida ao mundo. Xesús é pan «baixado do ceo». Non pode ser confundido con calquera alimento. Agora trátase de algo mais profundo, dun cambio radical na vida do buscador de Deus e dos bens de Deus. Xa non son bens perecedoiros: comida, vestido, bens materiais que non dan “tranquilidade” pero que teñen o poder de nos escravizar, incluso de chegar a matar por eles. Xesús nos quere ceibes: Non andedes agoniados pola vosa vida (o que ides a comer, o que ides a beber), nin polo voso corpo (o que ides a vestir) (Mt 6, 25). Quere que os nosos desexos transcendan o meramente material: «Con toda a verdade volo aseguro: buscádesme non porque vistes sinais, senón porque comestes pan ata vos fartar. Traballade non polo pan que se acaba senón polo que dura deica vida eterna» (Xn 6, 26-27).

Sigue leyendo

Asunción de María

 

María, eso más nuestro que ya es del cielo, es el oasis donde se nos permite abrir plenamente el corazón para dar la bienvenida a la vida. Desde esta apertura acogedora y arrodillada, brota la paz y la alegría más elevada que uno pueda imaginarse.

En nuestro interior habita la soledad sonora, la plenitud de la gracia, el amor gratuito e incondicional de Dios. Todos poseemos un espacio, un seno que contiene la plenitud de Dios: es María, el tabernáculo del Espíritu. Nada puede alterar la belleza y el encanto de la música callada, del lugar del nacimiento de Jesús en nuestro corazón. Así es nuestra realidad: escondido en nuestro corazón y rodeado externamente de fragmentación, odio, agresión y oscuridad se encuentra imperturbable nuestro templo interior. Y esto no es una fantasía, es nuestra verdad. Cristo Jesús existe en nuestro tabernáculo; refulge, vibra, resplandece y le sentimos como una expansión del alma, como un espacio de anchura y plenitud. Este seno de Dios, esta región imperturbable, este buen lugar, este espacio inmaculado, este tabernáculo lleno de gracia, es hoy el motivo de nuestra veneración y celebración entusiasta.

Sigue leyendo

¡Levántate y come!

 

«Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte. – ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida!»

Elías es un hombre en fuga que atraviesa el desierto bajo amenaza. Su vida está en peligro. Siente miedo… De tal forma, que no encuentra sentido para su vida, la muerte le parece la mejor solución.

«De pronto un ángel lo tocó y le dijo: – ¡Levántate, come! Miró y vio a su cabecera pan y agua».

Cada ser humano está habitado por un hambre de sentido. Hay algo de no saciado en la vida de todos nosotros. Hay lugares sin respuesta en nuestro corazón, somos seres inmensamente vulnerables… Y hay momentos en nuestra historia en los que todo esto se vuelve especialmente dramático. El hambre y la sed, porque nos hacen tocar la extrema precariedad de la existencia, son lugares de riesgo en nuestras vidas. Un ser humano hambriento puede llegar fácilmente a la desesperación y sentir de cerca lo que es la locura.

Sigue leyendo

Aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos

Fotografía de Alex Guillaume | Unsplash

Aunque la gente buscaba a Jesús por haber quedado saciada de pan, detrás latía algo más profundo, una sed insaciable como la nuestra, un hambre del pan del cielo, el que da vida abundante que no perece, que dilata nuestros horizontes, que alivia nuestras penas, que pone esperanza en nuestras desilusiones y realismo en nuestra vida. Necesitamos disfrutar de la vida con alegría, con anchura, ser realistas con las personas y los acontecimientos sin expectativas idealistas y sin derrotismos pesimistas, viviendo con los pies en el suelo, anclados en la humanidad que somos.

La presencia real, sencilla e íntima de Jesús, nos hace sentir acogidos y amados como nunca nadie podrá amarnos. Jesús, como el pan, se dejó amasar por la vida, con sus alegrías y sus contrariedades, haciendo siempre el bien al servicio de todos. Jesús, horneado por el fuego del amor del Espíritu, pudo ofrecerse como alimento a todos los hambrientos y sedientos.

Sigue leyendo

Comuñón e compromiso

La organización del movimiento agrario | Diego Rivera | 1926

Texto en castellano

O pasaxe evanxélico do pasado domingo nos presentaba a Xesús e ós seus discípulos intentando retirarse  a un lugar solitario para acougar dos seus traballos, plan que se frustra porque ó chegar a outra banda do lago achegouse a El unha gran cantidade de xente.

A mirada de Xesús se pousa sobre a multitude que non só ten necesidade do pan da palabra, tamén do pan que enfortece os corpos para soportar o peso da vida. Sabemos que o número das persoas é hiperbólico, sómente os homes eran cinco mil, sen contar as mulleres e os nenos. Pero, que significado ten esta multiplicación dos pans. Ningún evanxelista subliñou tanto coma Xoán seu carácter eucarístico e corremos o risco de nos quedar na dimensión sacrificial e esquecer outros aspectos moi importantes da cea do Señor.

Sigue leyendo

El monje y el peregrino

 

Viajar es ciertamente una de las más antiguas actividades humanas. Donde existe el ser humano existe la memoria y la pasión del viaje. Hay una estrecha relación entre nuestra geografía interior y los caminos que recorremos, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Cuando subimos a la cima de un monte y, desde ahí, contemplamos la inmensidad del horizonte, o cuando nos adentramos en las entrañas de una gruta desconocida para explorar sus misterios, hay algo de íntimo que se está moviendo, que se está revelando y expresando. Cuerpo y alma, somos un todo inseparable y, a la vez, somos multilingües: nos expresamos en múltiples lenguajes, por eso somos tan difíciles de descodificar y de traducir. 

La solemnidad de Santiago es especialmente querida por los monjes de Sobrado, por dos motivos: por una parte, celebramos en este día el aniversario de la fundación de nuestra comunidad, aventura iniciada en 1966; por otra parte, la acogida a los peregrinos que hacen el camino de Santiago forma parte de la identidad del Monasterio de Sobrado desde hace siglos. Monjes y peregrinos estamos unidos por un vínculo ancestral, dando cuerpo en nuestras vidas, cada uno a su modo, a una inquietud que late en cada corazón humano, y que hace de cada ser humano un homo viator. Todos somos habitados por una urgencia de itinerancia, por una búsqueda de sentido, por un deseo de infinito.

Sigue leyendo

Somos bondad y compasión

Fotografía de Adrianna Geo | Unsplash

El evangelio de hoy (Mc 30-34) termina diciendo que Jesús se compadece de la multitud, una multitud formada por gentes de todas las aldeas, que andaban como ovejas sin pastor, no tenían quien los cuidara. Jesús es el buen pastor, que siempre cuida, que se compadece, que cura las heridas, que se fija en las necesidades de los demás.

A todos nos gustaría ser compasivos como Jesús, mirar a la gente con bondad y compasión – y la verdad es que este deseo corresponde a nuestra identidad más profunda: puede costarnos creerlo, pero todos somos bondad y compasión, porque todos somos creados a imagen y semejanza de Dios. Y lo verificamos fácilmente: todos nos sentimos más felices cuando cuidamos, amamos, nos compadecemos, colaboramos, ayudamos… Por eso, sabemos que esa es nuestra verdad.

Sigue leyendo

Encontrar el camino hacia nuestro corazón

 

Jesús recomienda a sus amigos que vayan con un bastón y nada más, pero sin pan ni alforja ni dinero, es decir, ir a pecho descubierto, confiando sólo en Dios y en la Buena Noticia del Reino. Les dice que en todo se pongan al nivel del otro: quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio; les da autoridad para que echen demonios y curen a los enfermos que haya, y naturalmente no se refiere sólo ni principalmente a las enfermedades físicas. Curar significa alejar de un ser humano todo aquello que le impide ser él mismo. Les encomienda predicar la conversión: lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama, que es alguien cercano, que es tan íntimo, que es lo más hondo de su propio ser, que no tiene que ir a buscarlo ni al templo, ni a las religiones, ni a las doctrinas, ni a los ritos, ni al cumplimien­to de la norma.

Sigue leyendo