El Misterio Trinitario

Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia. Pues lleva en si mismo la paternidad, la filiación y la esencia de la familia que es el amor; este amor en la familia divina, es el Espíritu Santo (Juan Pablo II, Puebla, 28 de enero de 1979).
La afirmación quizás más trascendental del cristianismo sea ésta: en el principio no está la soledad del uno, sino la comunión de tres personas eternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el primer principio rige la comunión. Esta comunión constituye la esencia de Dios y a la vez la dinámica concreta de cada ser de la creación. Nada existe solamente en si y para sí, todo se encuentra dentro de un juego de relaciones mediante las cuales todos los seres conviven, existen unos con los otros, por los otros y en los otros. La Trinidad, que es la coexistencia y la convivencia del Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo, constituye la raíz y el prototipo de esta comunión universal.

Las dos manos del Padre: el Hijo y el Espíritu Santo

San Ireneo dijo esta frase de gran contenido teológico: El Hijo y el Espíritu Santo son las dos manos del Padre por las que nos toca, nos abraza y nos moldea a su imagen y semejanza.
Estas dos personas divinas fueron enviadas a la humanidad para que ésta fuese injertada a la comunión trinitaria. La revelación explícita del misterio se produjo solamente por Jesús y por las manifestaciones del Espíritu particularmente en la Iglesia primitiva.
Reparamos, por tanto, que la Trinidad no se reveló como una doctrina, sino como una práctica: en las actitudes y palabras de Cristo y en la acción del Espíritu en la historia y en la vida de las personas.
La comprensión trinitaria va a decir después: el Espíritu y el Hijo tienen la igual naturaleza de vida, comunión y amor, pero son personas divinas distintas.
Los primeros cristianos empezaron a expresar su fe trinitaria en las doxologías (oraciones de alabanza), en los sacramentos (bautismo y eucaristía)y en las primeras profesiones de fe.Después empezaron a reflexionar sobre lo que celebraban y creían. Fue entonces cuando surgió la doctrina trinitaria.

Una concepción liberadora de la Trinidad.

Las contradicciones de la realidad latinoamericana, como ya indicamos anteriormente, nos invitan a vivir y a pensar el misterio trinitario como un misterio de comunión entre las distintas personas. Esta perspectiva propiciará a los cristianos la fundamentación última de su compromiso por la liberación de los oprimidos en vista a su liberación para la justicia social, la equidad, la construcción de la fraternidad posible en nuestras condiciones.
Estar en comunión implica estar uno en la presencia del otro en radical reciprocidad; implica abrirse una persona a las otras y autoentregarse sin reservas. La vida es la esencia de Dios. Y la vida es comunión dada y recibida. Y este tipo de comunión es el amor. La comunión y el amor son la esencia del Dios-Trinidad.
La dinámica trinitaria nos permite también hacer una crítica social y eclesial, y descubrir en la perijóresis de las divinas personas inspiración para nuestras relaciones humanas. Innegablemente hay una aspiración humana fundamental por la participación, por la igualdad, por el respeto a las diversidades y por la comunión con Dios. En nuestras sociedades periféricas estos valores son grandemente negados. Ello explica los anhelos de liberación y las luchas seculares de los oprimidos por su vida y libertad.
El misterio trinitario invita a adoptar formas sociales en las que se valoren todas las relaciones entre las personas e instituciones, de forma igualitaria, fraterna, acogedora de las diversidades. Como muy bien lo formularon cristianos de las comunidades eclesiales de base: la santísima Trinidad es la mejor comunidad.
La Iglesia, teológicamente, es la communitas fidelium, la comunidad de los fieles. Cada uno de ellos tiene sus dones, que deben ser vividos en beneficio de todos. Lo que construye a la comunidad es exactamente la vivencia de la comunión, que implica la aceptación y el respeto de unos para con los otros.

Las distintas personas

El Padre, misterio insondable
El Padre es invisible porque es un misterio abismal. Jesús lo dijo claramente: «A Dios no lo ha visto nadie. El Hijo unigénito que está en el seno del Padre es el que nos lo ha dado a conocer».

El Hijo, misterio de comunicación y de liberación integral
El Hijo asume las mismas actitudes de misericordia que el Padre. Construye el reino del
Padre porque «así como el Padre trabaja hasta ahora, yo trabajo también» (cf. Jn 5, 17). Pero la gran comunicación del Hijo fue hacemos también hijos e hijas de Dios. El sentido de su encarnación no se agota en el proceso de redención, si bien es un paso necesario para una creación decaída; el sentido más radical de su encarnación consiste en hacer participar de su filiación a todas las criaturas. El Verbo, por su encarnación, verbificó a todo el universo, y, así, lo ha introducido en el seno mismo del misterio trinitario.

El Espíritu Santo, motor de la creación hacia el reino de la Trinidad
Particularmente el Espíritu Santo es el actualizador de la memoria de Jesús. El no deja que las palabras de Cristo permanezcan como letra muerta, sino que sean siempre releídas, ganen nuevos significados e inspiren prácticas liberadoras. Él es también el principio de liberación contra todo lo que disminuye la existencia en la carne, en términos de las Escrituras. Donde está el Espíritu ahí hay libertad (cf. 1 Cor 3,17) Por último, es obra del Espíritu la reconducción de todo lo creado a su plenitud escatológica. La nueva creación, finalmente, redimida, verbificada y espiritualizada, será introducida en el reino de la Trinidad. Solamente entonces Dios-Trinidad será todo en todas las cosas.

Sacramentos de la Trinidad en la historia

En primer lugar, la persona humana es vista como una gran parábola del misterio trinitario. Cada persona es un misterio abismal. Pero este misterio se comunica mediante la luz de la inteligencia y se abre a los demás en amor y entrega mediante la voluntad.
Otro símbolo de la Trinidad es la familia humana. La unidad psicológica de la persona está estructurada triádicamente. El hombre se abre a la mujer y viceversa; esta relación no se queda en una contemplación narcisista entre dos, sino que se muestra fecunda por el hijo que nace.
Por último, la propia sociedad humana se presenta como una referencia simbólica al misterio trinitario. Toda sociedad se construye en la articulación de tres fuerzas que son siempre simultáneas: la económica, la política y la cultural. Por la economía garantizamos la producción y reproducción de la vida; es la fuerza más fundamental porque posibilita todas las demás. Por la política nos organizamos socialmente distribuyendo el poder y las responsabilidades comunes. Por la cultura proyectamos valores, significaciones existenciales, incluso trascendentes, por medio de las cuales expresamos lo típico del ser humano, como aquel ser que puede problematizar su existencia y dar un sentido a su quehacer.

Leonardo Boff