Espiritualidad

Monjes cistercienses de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (OCSO).
Los inicios

Desde de nuestra fundación – 25 de julio de 1966 – hemos adquirido una fisionomía y características propias.

Nacimos, como comunidad, en el ambiente de renovación generado por el Concilio Vaticano II. Este ambiente ha tenido repercusiones muy significativas también en la vida de nuestra multisecular Orden. Se trataba de la llamada a volver a la frescura original del carisma. Varios documentos emanados de los Capítulos Generales reflejan bien este movimiento. Este contexto general y el hecho de que Sobrado era una comunidad nueva y formada por muchos jóvenes generó un dinamismo interno muy creativo, que se concretó en la definición de un proyecto comunitario que hiciera más palpable, en nuestro cotidiano, el Reino anunciado y vivido por Jesús de Nazaret: ser una comunidad orante, pobre y fraterna. Deseábamos que el “polvo” de la historia no nos ocultase la limpidez y la transparencia le la Fuente primera que, en definitiva, es el sentido de nuestra búsqueda de monjes.

Grupo de fundadores 25/07/1966

Hoy

Es este proyecto que nos sigue animando hoy: ser, de verdad, una comunidad orante, pobre y fraterna; comunidad de perdón y de fiesta, donde los numerosos huéspedes y peregrinos que nos visitan a lo largo del año, encuentren un clima de sincera acogida y paz; donde puedan participar de nuestra oración y búsqueda de Dios.

La vida de la comunidad se desarrolla en torno a los tres elementos fundamentales de la vida monástica cisterciense: la oración litúrgica -el “Opus Dei”-, la lectura reposada -“lectio divina”-, y el trabajo manual. Hemos diseñado un oratorio que favorece la celebración litúrgica orante y festiva de la comunidad, presididos por un gran icono de Cristo crucificado y por otro que nos mira y cuida permanentemente: Santa María, Regla de los monjes, a quien los monjes cistercienses cantan cada tarde la “Salve Regina”, antífona compuesta, según parece, por san Pedro de Mezonzo, monje y abad de Sobrado.

Cuidamos el tiempo dedicado a la “lectio divina” y a la formación permanente de la comunidad; trabajamos en la explotación agraria de vacas de leche, en la fábrica de dulce de leche, en la huerta, en la acogida de huéspedes y peregrinos, y en todos los trabajos que conlleva la vida de una “familia monástica”.

Oración litúrgica

Lectura reposada

Trabajo manual

Carisma cisterciense

La finalidad última de un monje cisterciense es la de buscar sinceramente al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, bajo una Regla y un Abad, en una comunidad de hermanos. La regla básica para nosotros, como para cualquier cristiano, es el Evangelio, que interpretamos según un estilo de vida señalado por la Regla de San Benito y por nuestras Constituciones.

Esta búsqueda de Dios, a la que nada queremos anteponer, la vivimos en un marco de vida de soledad y silencio, de vigilancia y alegre penitencia, de lectio divina, oración personal y oración litúrgica. Deseamos una vida sencilla, escondida y laboriosa, dedicada, fundamentalmente, al trabajo manual. Por ser monjes cenobitas vivimos en comunidad, dando una relevancia esencial a las relaciones fraternas.

Por estar enteramente dedicados a la contemplación, no tenemos tareas pastorales. Ahora bien, como cualquier cristiano, no podemos renunciar a la dimensión apostólica de la Iglesia, que desplegamos a través de nuestra oración eclesial, universal y solidaria con toda la humanidad, mediante la acogida de huéspedes, cristianos o no cristianos, que se acercan a nuestros monasterios con alguna inquietud, o con la pretensión de participar de nuestro carisma, compartiendo la liturgia, el silencio, etc.

Ser monje

Vivimos en un marco de soledad y silencio, como comunidad de hermanos,

buscamos a Dios, Fuente primera del amor, de la compasión y de la paz.

Discípulos de Jesús, queremos ser una presencia solidaria con todas las realidades humanas, a través de nuestra oración y en la acogida de huéspedes y peregrinos.

Al hablar a monjes hablo realmente a una extraña clase de personas, personas marginales, porque el monje en el mundo moderno ya no es más una persona establecida con un lugar propio en la sociedad. (…) El monje, esencialmente, no encaja dentro de ninguna institución. El monje no forma parte del «sistema». Es una persona marginal que se sitúa deliberadamente en los márgenes de la sociedad con la intención de profundizar en la experiencia fundamental del hombre. (…) El oficio del monje, o de la persona marginal, la persona que medita o el poeta, es ir más allá de la muerte, incluso en esta vida, ir más allá de la dicotomía de vida y muerte, y ser, además, un testigo de la vida.

THOMAS MERTON (1915-1968)
Monje cisterciense

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