DESPERTAR DE UN SUEÑO DE SEPARACIÓN

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Hoy, un texto de Thomas Merton. Relata una experiencia que había anotado en su diario al día siguiente de haberla vivido. Después amplía y da forma definitiva a su descripción para incluirla en Conjeturas de un espectador culpable:

En Louisville, en la esquina de la Cuarta con Walnut, en medio del barrio comercial, de pronto me sentí abrumado al caer en la cuenta de que amaba a toda aquella gente; de que todos ellos eran míos, y yo de ellos; de que no podíamos ser extraños unos a otros aunque nos desconociéramos por completo. Fue como despertar de un sueño de separación, de falso aislamiento en un mundo especial, el mundo de la renuncia y de la supuesta santidad. Toda esa ilusión de una existencia santa separada es un sueño. No es que yo cuestione la realidad de mi vocación ni de mi vida monástica, pero el concepto de “separación del mundo” que tenemos en el monasterio se presenta demasiado fácilmente como una absoluta ilusión: la de que haciendo los votos nos convertimos en una especie diferente de seres, pseudoángeles, “hombres espirituales”, hombres de vida interior…, lo que sea. […]

Esta sensación de liberación de una ilusoria sensación de diferencia supuso para mí tal alivio y alegría que casi me eché a reír en voz alta. Y supongo que mi felicidad podría haber tomado forma en estas palabras: “Gracias a Dios, gracias a Dios que soy como otros hombres, que no soy más que un hombre entre otros”. ¡Y pensar que durante dieciséis o diecisiete años he tomado en serio esa pura ilusión, implícita en gran parte de nuestro pensamiento monástico…!
Es glorioso destino ser miembro de la raza humana, aunque sea una raza dedicada a muchos absurdos y aunque cometa terribles errores: sin embargo, con todo eso, el mismo Dios se glorificó al hacerse miembro de la raza humana. ¡Miembro de la raza humana! ¡Pensar que el darse cuenta de algo tan vulgar sería de pronto como la noticia de que uno tiene el billete ganador de la lotería cósmica!

Tengo el inmenso gozo de ser hombre, miembro de la raza en que se encarnó el mismo Dios. ¡Como si las tristezas y estupideces de la condición humana pudieran abrumarme, ahora que me doy cuenta de lo que somos todos! ¡Y si por lo menos todos se dieran cuenta de ello! Pero eso no se puede explicar. No hay modo de decir a la gente que anda por ahí resplandeciendo como el sol. […]

¡Si por lo menos todos ellos pudieran ser vistos tal como realmente son…! ¡Si por lo menos nos viéramos unos a otros así siempre…! No habría más guerra, ni más odio, ni más crueldad, ni más codicia… Supongo que el gran problema sería que se prostrarían a adorarse unos a otros. Pero eso no se puede ver, sino sólo creer y “comprender” gracias a un don peculiar. […]

En el centro de nuestro ser hay un punto de nada que no está tocado por el pecado ni por la ilusión, un punto de pura verdad, un punto o chispa que pertenece enteramente a Dios, que nunca está a nuestra disposición, desde el cual Dios dispone de nuestras vidas, y que es inaccesible a las fantasías de nuestra mente y a las brutalidades de nuestra voluntad. Ese puntito de nada y de absoluta pobreza es la pura gloria de Dios en nosotros. Es, por así decirlo, su nombre escrito en nosotros, como nuestra pobreza, como nuestra indigencia, como nuestra dependencia, como nuestra filiación. Es como un diamante puro, fulgurando con la invisible luz del cielo. Está en todos, y si pudiéramos verla, veríamos esos miles de millones de puntos de luz reuniéndose en el aspecto y fulgor de un sol que desvanecería por completo toda la tiniebla y la crueldad de la vida… No tengo programa para esa visión. Se da, simplemente. Pero la puerta del cielo está en todas partes.

 

Imagen: Louisville, Kentucky

Un comentario en “DESPERTAR DE UN SUEÑO DE SEPARACIÓN

  1. vicenta rúa lage dijo:

    «…Y, en Su Luz, vemos la Luz».
    La intuición de » unicidad» estuvo siempre en los místicos. Se fue abriendo paso, a través del tiempo, y se está propagando y haciendo fuerte ahora, ¿no? Merton y tú quisisteis compartirnos esta deslumbrante luz. Fantástico. Un texto muy bien escogido, en mi pequeña opinión.
    Nada nos falta en el camino. Una luz pequeñita, para los pequeños pasos cotidianos. Una gran luz, para zancadas o saltos. Y hasta una, fuertísima y segura luz oscura.
    La Luz, ya se sabe, necesita apertura, hecha de atención y ductilidad, una mezcla que es como el aceite de las lamparillas de las vírgenes invitadas al gran banquete nupcial.

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