Dice Teresa de Calcuta: “Para mí, Jesús es mi Dios. Jesús es mi Esposo. Jesús es mi Vida. Jesús es mi único amor… Para mí, Jesús es:… El Pan de Vida, para que sea mi sustento. El Hambriento, para ser alimentado…”. Jesús es el que sustenta y el que es alimentado, es el que tiene y es el que carece, es el que da y el que recibe, es la abundancia y la escasez, es la fortaleza y es la vulnerabilidad… Jesús es el que ama y es el que es amado. Misterio del Amor. Jesús es el Amor mayor, envolvente, que se revela y se desvela en una relación de amor, de amistad y de ternura entrañable entre el que da y el que recibe. Jesús es el amor, es el amor humano y es el amor divino, es el Dios encarnado. Jesús es la intrépida aventura del amor. ¿Acaso no experimentamos que estamos vivos cuando tenemos un corazón de carne capacitado para amar y ser amados? Pero lo cierto es que nos atemoriza la vida porque nos da miedo esta intrépida aventura del amor.
Un monje benedictino escribió hace unos años que “el amor es el único ímpetu que es suficientemente desbordante como para forzarnos a abandonar el confortable refugio de nuestra bien armada individualidad, despojarnos de la impenetrable concha de autosuficiencia, y salir gateando desnudos a la zona de peligro que está más allá; es el crisol donde la individualidad es purificada para hacerse persona”. Y el mismísimo santo Tomás de Aquino decía que “la persona que ama debe por tanto aflojar ese cerco que le mantenía dentro de sus propios límites. Por esa razón se dice del amor que derrite el corazón: el que está derretido ya no está contenido dentro de sus propios límites, muy al contrario de lo que ocurre en ese estado que corresponde a la dureza de corazón”. Solamente el amor rompe nuestra dureza de corazón y nos da corazones de carne.
Abrirse al amor es muy peligroso. Uno probablemente se haga daño. Uno despertará deseos y pasiones profundas y desconcertantes, y puede correr peligro de arruinar la propia vocación o de vivir una doble vida. Necesitará de la gracia si quiere sortear los peligros; pero no abrirse al amor es aún más peligroso, es mortal. Otro escritor lo expresaba así: “Amar en cualquier caso es ser vulnerable. Ama algo y tu corazón ciertamente estará partido y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes entregarle tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente en pasatiempos y pequeños lujos; evita todo enredo amoroso; enciérralo seguro en la urna o el ataúd de tu egoísmo. Pero en la urna -segura, oscura, inmóvil, sin aire- cambiará: no se romperá; se volverá irrompible, impenetrable, irredimible. La alternativa a la tragedia, o al menos al riesgo de tragedia, es la condenación. El único sitio aparte del cielo donde puedes estar perfectamente a salvo de todos los peligros y perturbaciones del amor es el infierno”’.
El misterio del amor en lo más profundo es a la vez particular y universal. Si nuestro amor es sólo particular, entonces corre el riego de volverse introvertido y sofocante. Si es solamente un vago amor universal por toda la humanidad, entonces corre el riego de volverse vacío y sin sentido. La tentación para un matrimonio o una pareja debe de ser tenerse un amor que es intenso pero encerrado y exclusivo. A menudo se salva de ser destructivo gracias a la llegada de una tercera persona, el niño que expande su amor. La tentación de los célibes podría ser tender hacia un amor que es solamente universal, un vago y cálido amor por toda la humanidad. Dickens nos habla en una de sus obras de un personaje que tenía una “filantropía telescópica”, porque no podía ver nada que estuviera más acá de África. Amaba a los africanos en general, pero ni siquiera se percató de la existencia de sus propios hijos.
No podemos refugiarnos en esa filantropía telescópica. Si nos acercamos al misterio del amor significará también que amaremos a personas concretas, algunas con amistad, otras con profundo afecto. Tenemos que aprender a integrar esos amores en nuestra identidad como célibes, como casados o solteros.
Aprender a amar es un asunto difícil. No sabemos a dónde nos llevará. Nos encontraremos nuestra vida vuelta del revés. Seguramente a veces nos haremos daño. Sería más fácil tener corazones de piedra que corazones de carne, ¡pero entonces estaríamos muertos! Si estamos muertos, no podríamos hablar del Dios de la vida. ¿Pero como atrevernos a vivir pasando por esta muerte y resurrección?
En cada Eucaristía, al partir el Pan de la Vida, recordamos que en todas nuestras luchas por ser personas que aman y están vivas, Dios está con nosotros. La gracia de Dios está con nosotros en los momentos de fracaso y de lío, para ponernos nuevamente en pie. Podemos estar seguros de que todos nuestros intentos por amar darán fruto. ¡Y por eso no tenemos que temer! Podemos adentrarnos en esta aventura del amor, con confianza y coraje.
Teresa de Calcuta nos decía que Jesús es para ella el que salva y es también el pecador, para ser redimido. Misterio del amor. Para desentrañar, saborear y ser envueltos por el misterio del amor para eso es para lo que estamos en esta vida. “Jesús es mi Todo”, concluye diciendo Madre Teresa. Todo es Gracia.
Imagen: Noche de verano (1890) de Winslow Homer
Bonita y pedagógica homilía.
Very informative post.Really thank you! Awesome.
Muchísimas gracias. «Aprender a amar es difícil», pero casi nadie nos enseña: por la humildad de saberse desconocedores? por considerar que es sencillo y basta con lanzarse al agua, como muchos piensan que es el mejor modo de aprender a nadar? Nos preparan en innumerables saberes, desde pequeñitos. Pero, de esto, de amar, que es lo más importante, apenas nos dicen algunas palabras sobadas y miedosas, lugares comunes ( en los que parece que nunca nadie ha estado ). Y, el que escribió esto, nos habla valiente e inteligentemente, con su propia verdad, y se nota.
Los evangelios son solo tratados sobre el amor, pero en las homilías no se habla apenas de amor y menos con esta frescura, fuerza y autenticidad. Así pues, gracias otra vez.
Normalmente, las mujeres sabemos que el amor es lo importante, pero las de mi generación ( paso de los 60) hemos tenido que buscar y vivir mucho, toda una vida, para ir encontrando la verdad de todos los amores ( aunque el Amor es solo uno, y se escribe así, con mayúscula), hemos dado muchos traspiés, estuvimos perdidas, dudosas, atravesamos traumas… ( era posible y eterno el amor romántico?) al menos, las que nos tomamos a la verdad y al amor en serio, y nos hemos atrevido a amar con cierta hondura y pureza. » Amar con intensidad y bajeza, es posible. Amar con profundidad y bajeza, es imposible» (Simone Weil»).