El sentido de la vida monástica, según san Benito, es la búsqueda de Dios, una búsqueda que, para Bernardo, nunca termina: se busca a Dios en el movimiento mismo del deseo, en una ascensión interminable. Posiblemente se inspiró en Gregorio de Nisa y su doctrina de la epéctasis, es decir, el movimiento continuo del hombre hacia el infinito de Dios, en el que el alma “no deja de emprender comienzo tras comienzo, comenzando sin cesar”.
La razón de ello se deduce de esta pregunta que se hace Bernardo: ¿Cuál es el límite para buscar a Dios?, que recuerda a aquella otra: ¿Cuál es la medida del amor a Dios? La respuesta es que no hay límite ni medida, y para ello cita el salmo: Buscad continuamente su rostro. Y añade: Yo creo que ni aun cuando lo encontremos dejaremos de buscarlo. En otro texto alega siete razones para buscar al Verbo en comparación con el crecimiento humano. Y en un escrito que dejó expresamente inacabado, el “anciano” Bernardo se dirige a los jóvenes que se inician en la búsqueda, animándoles a ser de verdad buscadores.
Ahora bien hay que tener en cuenta que no es el hombre quien busca primero a Dios, sino éste quien busca primero al hombre. Si uno busca de verdad a Dios es porque de algún modo ha tenido cierta experiencia de él, ha sido hallado antes de hallarle. Dice literalmente Bernardo: nadie puede buscarte sin haberte antes encontrado. Esta idea, que después Pascal hará famosa, significa que nuestra búsqueda de Dios depende primeramente de la búsqueda de Dios a nosotros: Quieres ser hallado para que te busquemos, y ser buscado para que te encontremos. Podemos buscarte y encontrarte, pero no adelantarnos a ti.
Para Bernardo, buscar a Dios es el mayor de los dones, el principio y el fin de la vida espiritual: Es un gran bien buscar a Dios; yo no conozco otro semejante para el alma. Este es el primer don que se recibe y el último en conseguirse plenamente. No se parece a ninguna virtud, y ninguna le supera. ¿Qué virtud puede parecérsele si no le precede ninguna? ¿Cuál puede superarlo, si es más bien la consumación de todas?
En esta mutua búsqueda de Dios al alma y del alma a Dios confluyen inseparablemente el deseo del alma y la gracia de Dios, o lo que es lo mismo, la libertad y la gracia. Para Bernardo la gracia es ofrecida para el libre ejercicio de la libertad; sin la gracia, la libertad queda aniquilada. La gracia, el amor gratuito de Dios precede siempre al hombre, el cual obra unificadamente con ella en una acción indivisa. La libertad es la suprema dignidad del hombre, es la imagen y la huella de Dios en él, que nunca se pierde. Con ella podemos elegir o no a Dios.
Cuando elegimos buscarnos a nosotros mismos, la imagen de Dios se vuelve deforme, pierde su semejanza, no sólo con Dios, sino consigo misma, cae en la esclavitud y el exilio. De modo que el hombre ya no es libre para levantarse gracias a la voluntad pues una vez perdida la gracia y deformada la imagen, sólo la gracia puede ayudarle a orientar de nuevo su voluntad hacia el bien y hacerle recuperar de nuevo la forma y rectitud original, restaurándole en la semejanza. En otras palabras, nuestra libertad necesita un libertador para que el hombre sea liberado de la región de la desemejanza en la que se halla hundido y sea devuelto a su belleza original. Jesús, el Cristo, es el Arquetipo de la verdadera libertad, a la cual debe con-formarse la nuestra. Él nos va enseñando la ciencia del verdadero amor en esta escuela de la caridad que es el camino cisterciense.
Que San Bernardo interceda hoy por nosotros para que encontremos lo que siempre hemos buscado: saborear que cada momento y situación de nuestra vida está inspirada, sostenida y acompañada por la gracia de Dios, que libera nuestra libertad de la esclavitud del propio endiosamiento y nos da alas para vivir un espontaneo agradecimiento en todo. Todo es Gracia.
En el principio, Dios Es. El amor gratuito que nos tiene es el impulso que nos lleva a buscar a Dios. Creo que toda la vida este es el único asunto interesante que nos debe mover. De nada sirve «buscarse a uno mismo»…esto solo lleva a una adoración y humano narcisismo. S. Bernardo lo entendió bien y nos transmitió esas ansias y anhelos de búsqueda de Dios. Es evidente que la libertad que Dios nos da no es nada sino es con Su Ayuda…con la Gracia. Creo en la necesidad de un intento por no perder el rumbo de nuestras vidas y a esto puede ayudar de forma concreta la Escuela de Caridad que es el Camino Cisterciense. Como dice Isaac de Ninive » Dios no puede hacer otra cosa que amarnos».