EL HOMBRE NUEVO Y UNIFICADO

Jesus e menino

Hoy hay una interesante conexión entre las tres lecturas (Sb 2,12.17-20; St 3,16-4,3; Mc 9,30-37) que acabamos de escuchar. Encontramos en ellas, un resumen del fenómeno Jesús, como profeta, lo que este significó y significa aún hoy día en nuestro mundo. Un hombre controvertido.

La idea que subyace es que el justo es la conciencia viviente en su entorno, lo que significa una reacción de rechazo por parte de los impíos. Esto es lo que le sucedió a Jesús y que le llevó incluso a la incomprensión de los suyos propios. ¿Porqué esta reacción de la que ya nos habla la primera lectura? Pues sencillamente porque el justo anuncia y vive precisamente lo que el pueblo no puede hacer. Es el hombre unificado; aquel que lo que dice lo hace así de simple y de difícil. Uno en su palabra y su actuar.

Creo que lo principal del mensaje de Jesús y que es lo que provocó su rechazo, incluso hasta nuestro días, es su esfuerzo por la profundización en la fe del pueblo judío, o del creyente. Él, Jesús como profeta, denuncia la ruptura enorme que existía entre religión y espiritualidad. Una religiosidad que se vive separada o incluso que nada tiene que ver con un compromiso serio y profundo con el Señor, con Dios. Convierten lo que es un medio -la religión que expresa al exterior lo que se vive en el corazón y la vida- en un fin. Su fe se expresa en una actuación externa que en nada compromete a la persona, que en nada afecta a su corazón.

Jesús habla a los suyos, a nosotros en definitiva, de muchos temas profundizándolos, devolviéndoles su auténtico sentido. Podemos decir que Jesús nos muestra el camino a seguir para una total madurez humana y nos urge a caminar por él. Es importante que seamos los primeros, como lo querían los discípulos en el evangelio de hoy o la madre de los Zebedeos, pero no los primeros en dominar a los demás sino siendo los primeros en la diaconía, el servicio y en eso sí, aventajar a todos y llegar los primeros en la carrera, como recuerda S. Pablo. Esto les dio en el rostro a lo judíos y muy concretamente a la clase religiosa reinante,  y es lo que llevará a Jesús a la muerte.

Otro punto que dificulta la comprensión de Jesús es su filiación divina. Es fundamental que la idea del hombre nuevo y unificado, respondiese a ser una comunicación del mismo Dios Padre. Por ello tratarán dice la 1ª lectura de ver si hay correspondencia entre su palabra y su modo de vida. “Lo someteremos a la afrenta y la tortura para ver su moderación y su paciencia. Lo condenaremos a una muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupe de él”. “Si eres hijo de Dios que te baje de la cruz”.

Precisamente la actitud de Jesús ante la acusación de atentar contra la religiosidad falsa, es la del que tiene la sabiduría que viene de arriba: pura, amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia, y buenas obras, constante y sincera. Este es un buen test que nosotros hemos de hacer hoy invitados por la palabra proclamada, ¿Viene nuestra sabiduría de arriba, sabiduría por la que vivimos nuestra relación con los demás? Esa es la que vivió Jesús y nos dará perfecta confirmación de nuestra fe.

Los mismos discípulos de Jesús, aquellos que serán precisamente los que lleven su nombre y su mensaje a todo el imperio romano, son los que ahora se niegan a aceptar las palabras de Jesús, palabras de sabiduría. La actitud de Jesús viene marcada por la “entrega” mientras que la de los discípulos lo es por la “ambición”. Sabiduría de Dios y sabiduría del mundo. Tienen su corazón cerrado a la misericordia y al deseo de verdad, se mueven a un nivel mundano de deseos, poder, éxito, rivalidad y en definitiva como quedará claro después, de traición a lo más sagrado. Dice alguien que nosotros no vemos las cosas como son sino que las vemos como lo que somos, desde lo que somos, bombardeados por los intereses y el miedo y la angustia. ¡Cómo nos cuesta ser niños, ser pequeños ante el proyecto y el mensaje de Jesús! El mesianismo de Jesús no es de poder sino de servicio. Nos cuesta creer que el grande es el que no solo muestra interés por el pequeño, el pobre, el desposeído, sino que se identifica con el, y no el que corre tras la riqueza y el poder. El abrazo de Jesús al niño en el evangelio es el símbolo de su unificación con él. En realidad Dios se había hecho con él uno con la humanidad, especialmente la dolida.

Pero ¿qué es ser pequeño? Ser pequeño es saber vivir con la pequeñez que todos llevamos dentro, que no lo es en las riquezas, sino en la pequeñez de nuestras miserias. Precisamente por ellas Dios se hizo hombre, se hizo palabra, se hizo aliento, se hizo cercano a los pobres y los enfermos no solo de cuerpo. Son precisamente esas pequeñeces las que el Señor toma sobre si y las deja bajo tierra. Son esas miserias aceptadas, porque perdonadas ya, las que harán posible en nosotros la compasión, la comprensión, la misericordia, el perdón, la bondad, la justicia, y la paz para con nosotros mismos en nuestro corazón. Esto que digo puede ser un proceso que dure casi toda una vida.

El reblandecer nuestro corazón de piedra; el dejar que el Señor reblandezca nuestro corazón de piedra. Esta era ya promesa de los profetas al cumplirse la plenitud de los tiempos: “os daré un corazón nuevo, un corazón de carne”. Acogiéndonos y perdonándonos, porque Dios nos ha perdonado, podremos acoger y perdonar a los demás. Desde la base, desde la tierra de que estamos hechos todos. Hemos de convencernos de que nunca dejaremos de ser pecadores, por muy grande que sea nuestro esfuerzo personal. Pero pecadores perdonados, repito de nuevo. Pues Jesús ha asumido de nuestra miseria, la de todo el mundo, hasta el mismo fondo, desde donde y solo desde ahí podrá rebotar con fuerza hasta la vida eterna y volver al seno del Padre glorificado y glorificándole.

Estos valores cristianos vividos en la humildad son la piedra de tropiezo del malvado y la fuerza y la esperanza para el hombre de buen corazón que desea acercarse a Dios. Ahí continuamos la obra de salvación de Jesús haciendo ya visible en nosotros su reino. El que quiera ser el primero que sea el último. En la medida que sirva a los demás sin esperar nada a cambio, en esa medida se estará acercando al ideal cristiano. No serán por otro lado las obras del servidor las que nos salvaran sino el carácter verdadero de ser servidor, que producirá obras de servidor, pues solo el árbol bueno puede dar frutos buenos, nos dice el Señor.

Imagen: Jesús con un niño. Sacada de aquí.

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