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Derramaré mi espíritu sobre toda carne. Vuestros hijo e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes, visiones. Y también sobre vuestros esclavos y esclavas derramaré mi espíritu en aquellos días (Jl 3,1-2).
El Espíritu de Dios está por doquier; no es propiedad particular de nadie ni de ningún grupo o religión. Toda la carne es morada del Espíritu. La profecía de Joel es anticipo del Pentecostés: la efusión del Espíritu sobre todos los pueblos de todas las razas y lenguas. La comunidad eclesial nació para la universalidad; tiene por naturaleza una identidad abierta. Nació del Espíritu y volvió la Ley obsoleta. La iglesia nunca podrá, por su propio origen, identificarse como un territorio definido. El Espíritu no tiene fronteras. Cada uno de nosotros tendrá que aprender, una y otra vez, a seguir el viento, que no se sabe de dónde viene ni a dónde va, pero seguirlo es condición para nacer de nuevo. O vivimos naciendo a cada instante o morimos estérilmente encerrados en nosotros mismos, porque incapaces de escuchar.
Una de las importantes tareas de quien busca a Dios es la lectura de las señales del Espíritu, lo que exige una hermenéutica y un discernimiento. No una hermenéutica mental, fría y calculadora. Solo el corazón tiene capacidad para interpretar y discernir el Espíritu en nosotros. María Zambrano, hablando de la metáfora del corazón, dice que éste es:
amplio y profundo, tiene un fondo de donde salen las grandes resoluciones, las grandes verdades que son certezas. Y a veces arde en él una llama que sirve de guía a través de situaciones complicadas y difíciles, una luz propia que permite abrir paso donde parecía no existir paso ninguno, descubrir los poros de la realidad cuando esta se muestra cerrada. Encontrar también la solución de un conflicto interior cuando se cayó en un laberinto inextricable… y es luz que ilumina para salir de imposibles dificultades, luz suave que da consuelo.
Fácilmente descubrimos en estas palabras una similitud entre Espíritu y corazón; solo Espíritu y corazón pueden leerse mutuamente, pues uno y otro, como dos caras de la misma realidad, son: acceso a la verdad, apertura en lo que parece cerrado, luz que ilumina y consuela.
Espíritu y corazón son la intimidad misma y, a la vez, abren puertas para la universalidad; generan en nosotros la actitud más decisiva para un encuentro autentico: una amorosa, y por eso receptiva, pasividad. Sólo el Espíritu y el corazón nos conducen a los cimientos de la fraternidad y de la unidad. Espíritu y corazón nos revelan que contemplación y fraternidad van siempre de la mano.
¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor! (Nm 11,29)
¡Ojalá escucháramos los profetas que no pertenecen a nuestra “tribu”!
¡Ojalá no nos apropiáramos individualmente de lo que es para todos, sea el pan sea el Espíritu!
¡Ojalá fuéramos capaces de ver más allá de todas las fronteras, donde no existe los que son nuestros y los otros, los hermanos y los enemigos, los paisanos y los migrantes!
¡Ojalá habitáramos el corazón, sede de la sabiduría, porque solo él ve el Todo! Solo el corazón sabe conjugar la diversidad con la unidad y la totalidad.
¡Ojalá tuviéramos un corazón de discípulo, que vive del don, y por eso escucha, y aquí encuentra su secreta libertad!
¡Ojalá nos alegráramos con los que se alegran y lloráramos con los que lloran, porque abriríamos paso para una autentica fraternidad!
¡Ojalá la envidia no nos envenene el corazón!; que descubramos que “lo de cada uno pertenece a todos y todo pertenece a cada uno” – como nos enseña Elredo de Rieval.
¡Ojalá, con un vaso de agua, dado o recibido, supiéramos tocar la carne del Verbo con solemnidad y asombro!
¡Ojalá todos fuéramos profetas, o sea: que en nuestra carne herida se pudiera palpar la ternura y la compasión de Dios!
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Imagen: El amor no cesa nunca (Sieger Köder, 1979). Iglesia del Espíritu Santo (Ellwangen, Alemania).
Es muy bueno !!
Queria dejar solo una obsevaćion .
Q el disipulo viva del don esta mal
El don tiene q ser rendido a Dios
Porque pude ser q sea mas importante
Que aquel que le dio el don ( la persona
De Dios es la mas importante por lo cual
Devemos vivir ) el don solo es un instrumento para llegar a Dios !!! Cuando
Uno llega a su persona es extraordinario
Se cumple el mandamiento de amarlo!!!
Sobre todas las cosas!!!
Muchas gracias por su comentario. No sé si lo he entendido bien, pero, al afirmar que el discípulo vive del don, el autor se está refiriendo al don que es el proprio Dios en nuestras vidas (gracia). Ese es el auténtico don.