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Las lecturas de hoy (Sb 7,7-11 / Hb 4,12-13 / Mc 10,17-30) nos hablan de la sabiduría: una verdadera conducta de vida, que supone ver las cosas, los acontecimientos y las personas a la luz de Dios, dejarse guiar por su Palabra y estar dispuestos a dejar todo lo innecesario, incluso a uno mismo, para seguir a Jesús. Esto nos concierne a todos. Podemos saberlo, pero ser cristiano “no es saber sino saborear”, es decir experimentar, deleitarse en la práctica del amor o incluso a veces soportar su sabor amargo. No es conocimiento, es vida humana, vivida profundamente.
Ese dejar todo que le pide Jesús al rico, no significa pérdida alguna, ni supone tristeza. ¡Ay de los santos amargados y tristes! S. Pablo dirá que tiene todo lo de este mundo como basura. Solo le importa Jesucristo y este crucificado. No solo lo dejado es pérdida, sino que la sabiduría vale más que todo el oro del mundo y es preferible a cetros y tronos al decir de la 1ª lectura.
Jesús nos pide hoy en el evangelio una ESPIRITUALIDAD DE SEGUIMIENTO. De reproducción de su imagen en nosotros. Seguimiento que solo es posible dejando aquello de lo que está lleno nuestro corazón: riquezas materiales en acto o en deseo, poder, satisfacciones materiales, todo aquello que humanamente nos produce seguridad.
Pero lo que el Señor nos pide hoy es que pongamos nuestra seguridad y confianza en el, tan solo. Desprendimiento de toda dependencia frustrante. Alguien decía que de acuerdo a las palabras de Jesús PARA SER HAY QUE DEJAR PRIMERO. Esto lo dirá muchos siglos después nuestro Juan de la Cruz con expresiones iba a decir que brutales.
Todos nosotros, lo queramos o no, estamos dentro de la espiral del consumo y tenemos que estar siempre alerta para que ella no ahogue nuestra principal ocupación que es AMAR. Jesús en realidad no está proponiendo con el abandono de las riquezas un programa económico social, sino una actitud de corazón.
Todas las cosas creadas por Dios son buenas en si mismas. Pero su uso inadecuado por nosotros las hace dañinas, destructivas.
Supliquemos para que se nos conceda la prudencia, invoquemos para que venga a nosotros un espíritu de Sabiduría y la prefiramos a los cetros a los tronos y en su comparación tengamos en nada la riqueza.