ADVIENTO

A ti he levantado mi alma: Dios mío en ti confío; no quede yo defraudado; que no se rían de mí mis enemigos, porque no queda confundido quien en ti espera.

Esta es la antífona de entrada del Domingo I de Adviento. Son los 3 primeros versículos del Salmo 24, y será la antífona del canto de entrada de la misa de mañana.

El Adviento es tiempo de Esperanza. De una Esperanza con mayúscula, de una esperanza que no defrauda. Y no defrauda porque Dios es nuestra Esperanza; en Él confiamos.

Pasa el tiempo y volvemos a iniciar un nuevo año litúrgico. El que acabamos de finalizar, nos ha instruido, enseñado, y gracias a él hemos descubierto muchas cosas. La liturgia, como maestra de vida, nos va desvelando el misterio de nuestra vida a la luz del Misterio de Cristo. Si hemos sido capaces de vivirlo de esta manera, a pesar de las sombras y sinsabores de la vida, habrá sido motivo de alegría y de esperanza, y nos motivará a proseguir nuestro itinerario pascual en esta vida.

Pero no siempre es así. Desgraciadamente se nos va pegando y vamos acumulando el polvo del camino, y eso nos produce cansancio, decepción y frustración, haciéndonos perder la esperanza y volviendo frágil nuestra confianza ante la vida.

¿Dónde está la diferencia? ¿De qué depende de que nuestra esperanza esté firme o no, y nuestra confianza se vaya o no afianzando? Pues en algo tan sencillo y, al mismo tiempo, tan trabajado como saber de quién nos hemos fiado, en quién hemos esperado.

Cuando nuestra vida la ponemos en manos de Dios, cuando a Él nos confiamos, cuando depositamos nuestra esperanza en el Señor –porque Él es nuestra Esperanza-, entonces nuestra vida está lista para dar frutos de buenas obras, de buenos sentimientos, de buenos pensamientos, y la vida entera estará penetrada de Esperanza.

Hay algunos signos que son indicativos de que hemos depositado nuestra esperanza en Dios:

1.- Somos tolerantes a la frustración. Cuando depositamos nuestra confianza en el Señor, cuando confiamos en Él, eso quiere decir que asumimos la realidad, que sabemos que la vida está llena de limitaciones, que nos ponemos en actitud de aceptar el límite de todo con la disposición de coger el toro por los cuernos. Es decir, que sabemos que la frustración está a la orden del día, y que lo normal es que la realidad con sus límites produzca frustraciones.

2.- Somos tolerantes a la decepción. Cuando ponemos nuestra esperanza en algo o en alguien, entonces estamos expuestos a ser decepcionados y a sentirnos defraudados. Cuando ponemos nuestra esperanza en algo o en alguien, fácilmente podemos convertirnos en fábricas de ídolos. Y los ídolos son ídolos, siempre acaban decepcionando. Pero como de todo se puede aprender, hasta la experiencia de sentirse defraudado puede resultar saludable porque nos enseña que sólo podemos poner nuestra esperanza en el Señor.

3.- Vivir desde el deseo fundamental. Lo que está en la raíz de las frustraciones y decepciones son los deseos. Los deseos orientan el corazón hacia ciertos objetivos, haciendo aflorar expectativas con respecto a ellos. Estos objetivos son personas, cosas,… Los deseos son generadores de esperanzas, pero que muy poco tienen que ver con la verdadera Esperanza. La Esperanza está vinculada no a los deseos sino al deseo fundamental, que es algo más profundo y, en gran parte, muy distinto a los deseos. Los deseos se encuentran en la superficie. El deseo fundamental emerge cuando los deseos son descubiertos como tales, es decir, cuando les vemos su rostro verdadero y caemos en la cuenta de que sólo pueden producir frustración y decepción. El deseo fundamental tiene mucho que ver con no-desear, con no-esperar, con una actitud de apertura total al Señor, es decir, al Don de la Vida que se revela en cada momento a través de los acontecimientos. Se puede ver claramente que, esta actitud de apertura, está suponiendo un hondo acto de fe en el designio amoroso de quien es el Señor de la vida.

Podíamos decir que confiar en Dios, poner nuestra esperanza en Él, requiere un trabajado y constante estado de alerta que nos permite discernir entre los deseos y el Deseo, entre las esperas y la Esperanza. Dicho de otra manera, es vivir desde el núcleo del corazón y no desde la epidermis del ser. Supone aguardar la manifestación gloriosa del Salvador en cada instante de nuestra vida.

En conclusión: sólo Dios es nuestra Roca firme, sólo en Él podemos apoyarnos con seguridad; Él nunca nos va a fallar. Las cosas, los acontecimientos, las personas…, siempre pueden frustrarnos, hacernos sentir defraudados; nos pueden fallar. Cuando ignoramos esto, permanecemos en la ilusión y en el engaño, y somos pasto del sufrimiento que puede llevarnos a la amargura y a perder la fe.

Y, curiosamente, cuando nos apoyamos en Dios que es nuestra Roca, la Roca que no falla, que no defrauda, entonces aprendemos a esperar de las personas y de las cosas, aprendemos a confiar en ellas, y aprendemos a amarlas…, pero siempre desde la firmeza de quien es nuestra Roca. Desde nuestra confianza depositada en Él, sí que podemos esperarlo todo, sea lo que sea, cuando sea, como sea, donde sea, y sea o no sea. Por lo tanto, la decepción y la frustración son señales que nos muestran que el Señor no es aún nuestra Roca, y que por consiguiente aún no conocemos el Amor, no sabemos lo que es amar desde Él.

En nadie mejor que en labios de Santa María la Virgen podemos poner los versículos del Salmo 24: “A ti he levantado mi alma: Dios mío en ti confío; no quede yo defraudado; que no se rían de mí mis enemigos, porque no queda confundido quien en ti espera”. Que así sea para cada uno de nosotros en este Adviento 2015.

Imagen: Fotografía de Rafael Schmall

3 comentarios en “ADVIENTO

    • RAFAEL Y ROSA dijo:

      La espernza cristiana sobrenada por encima de todas las tragedias humanas . Los cristianos deberían saber inter
      pretar los momentos mas negros de la historia como signos de liberación. Y mediante esta interpretación optimista , deberíam apuntarse al primer programa de liberación humana que intente construir los hombres. Así
      la esperanza cristiana se cofunde prácticamente con el amor .

  1. vicenta rúa lage dijo:

    Es injusto cargar a los demás con nuestras expectativas, pretendemos que están obligados a satisfacer nuestras caprichosas exigencias, que a lo mejor no pueden darnos o incluso ignoran. Nos exponemos a mucha decepción y sufrimiento. No podemos, de golpe, prescindír de todas ellas. Pero, bueno es ir eliminándolas todo lo posible y tener presente, desenmascarado, su lado negativo.
    En cuanto a las adversidades, recordar que son solo vicisitudes de la vida, la Vida es otra cosa. El efecto que nos producen depende mucho de la actitud con que las recibimos. Alguien sabio me dijo: «Tú eres el cielo, el resto es el clima». Al final, si estás centrado en Dios, todo sirve para que El te vaya haciendo y, hasta lo que tiene peor cara, se convierte en un valioso tesoro.

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