…
El Bautista es una persona humilde, sencilla, buscador de las señales de ese “Algo Nuevo,” que ya está ahí. Lo tiene claro: “yo no soy El Mesías, ni El Profeta”. No quiere crear dudas y confusión, sobre su identidad, porque le tenían por Profeta. Sabe hasta dónde llega su misión. Conoce sus límites. Hay alguien más fuerte que él. El único al que el pueblo ha de acoger. Lo que Juan ofrece, es sólo un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los «bautizará con el Espíritu Santo y con fuego».
Los entendidos en estos temas nos dice que el mayor problema de la Iglesia es hoy «la mediocridad espiritual» a todos los niveles. En Iglesia nos falta el vigor espiritual que necesitamos para enfrentarnos a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu. Este es ofrecimiento en el día del Bautismo del Señor. Es la gran oferta que se nos hace.
Estos últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una conversión. Hoy nos sobran las personas que acompañan el crecimiento hacia las raíces de nuestra fe y, por desgracia, abundan las experiencias de “relumbrón” que duran como flor del campo. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los «signos de los tiempos». Ese “Algo Nuevo” que ya está ahí. Damos primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia se nos olvidan las motivaciones. No se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es Él más Fuerte? La evangelización se expone, casi siempre con categorías premodernas, o postmodernas, que no tocan los corazones ni convierten nuestras vidas.
Es urgente crear un clima más amable y cordial. No será fácil despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son «Espíritu y Vida».
Dentro de unos años, ya estamos en ellos, nuestras comunidades cristianas, religiosas y sacerdotales serán muy pequeñas. En muchas parroquias y comunidades, sobre todo de Hermanos laicos y religiosas, no habrá ya presbíteros de forma permanente. ¡Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio! Estos pequeños grupos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico. A nosotros se nos pide iniciar ya esa reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si vivimos del Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos. Así fue en las primitivas comunidades, así fue en el comienzo de las grandes reformas.
Imagen: Bóveda del Baptisterio Arriano de Rávena
Esas comunidades más pequeñas, más evangélicas….pre-vistas; me gustan. Me parece que estarán más cerca del mensaje de renovación de Jesús y el evangelio, que seránménos prisioneras y más libres para dar testimonio del mensaje radical de Jesús