Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Lucas (4,14-21) describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.
Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee.
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Esta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.
No lo hemos de olvidar. La «opción por los pobres» no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia «ayudar a que nazca la liberación… y hacer que sea total».
No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo? Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?
Todavía los cristianos, a pesar de los esfuerzos ecuménicos, no caminamos en una misma dirección para presentar el auténtico mensaje de Jesús. Todos los años celebramos la semana de oración por la unidad de los cristianos que concluiremos mañana con la fiesta de la conversión de San Pablo, El lema elegido para este año es: “Destinados a proclamar la grandeza del Señor” inspirado en un pasaje de la primer carta del Apóstol Pedro (2,9-10). La idea que se quiere transmitir es que todos los bautizados, aunque formen parte de diferentes iglesias comparten la misma vocación de proclamar la grandeza del Señor. Unidos a los cristianos de todo el mundo descubriendo nuestro sacerdocio común que se fundamenta en el bautismo que se administra válidamente en las distintas iglesias y comunidades y que nos capacita para dar testimonio de las ““grandezas”, y las maravillas que hace el Señor en nuestras vidas y en las delos demás.
En Europa cada día nos damos más cuenta de la importancia que tiene el diálogo interreligioso para luchar juntos contra un laicismo beligerante que pretende excluir a Dios y a la religión del espacio público. También es cada vez más evidente la necesidad de ese diálogo para aislar al fanatismo nihilista que nada tiene que ver con una vivencia auténtica de la religión, y para construir un futuro de paz verdadera y estable. La reciente escalada del terrorismo, la tensión creciente en el ámbito internacional, los movimientos migratorios de personas que huyen de la guerra y de la miseria buscando un futuro mejor para ellos y sus hijos, son otros tantos factores que nos empujan a intentar comprender mejor el mundo en el que vivimos en toda su complejidad religiosa, social y cultural.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales nos exhortan a que no se confunda la religión con los actos execrables que cometen algunos y a que se acoja como hijos de un mismo Padre a los que vienen a nuestras tierras buscando paz y bienestar. En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2016 recemos juntos por la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo, pero también elevemos nuestra oración al Creador por las víctimas de los actos terroristas, por la paz y por la conversión de los corazones.
Imagen: Jesús en la sinagoga de Nazaret