Danza del fuego

Danza del fuego de Vladimir Kush

Danza del fuego de Vladimir Kush

El comienzo del evangelio refleja la viva hostilidad existente entre judíos y samaritanos. El Maestro quiere alejar a los suyos de todo espíritu de venganza. No es éste el fuego del que Jesús habla. El fuego es una metáfora del Reino, por eso Jesús desea que estuviera ya ardiendo. A Jesús le encanta vivir y hacer vivir. Su pasión es la vida: la vida íntegra, pujante, sana, la vida vivida en su máxima intensidad: Yo soy la vida. He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.  De ahí ese anhelo intenso de Jesús: Yo he venido a traer fuego a la tierra y ojalá estuviera ya ardiendo.

El fuego da calor, ilumina y purifica. Y eso mismo puede aplicarse al Reino. Muchos de nosotros podemos vivir dominados por el frío, la oscuridad y la confusión, viéndonos envueltos a menudo en la aridez, la ignorancia y el temor. Necesitamos calor, luz; tenemos verdadera urgencia de acercarnos a ese fuego que ya ha sido prendido.

Este fuego que es el Reino, y que arde en nuestro interior, hace que la dureza del camino se vuelva ligera y todo lo uno que encuentra y toca con tanto amor, se convierte en hermano. Quien es poseído y trabajado por este fuego descubre tan hondamente la alegría interior que todo le parece regalo y desde ahí ya no sabe situarse ante las personas y las cosas más que regalando vida a la vida. Y regalar vida a la vida significa no adquirir, ni retener, ni exigir derecho sobre nada. Al ser refundido en el Espíritu, emerge un corazón nuevo. Este fuego permite reconciliarse con el dolor, asumir la impotencia, resistir, estar ante lo que no parece tener salida y ahí recuperar la paz, permanecer en calma, esperar y no obstante regalar ternura… esto es un nuevo alumbramiento. Este regalo sólo se logra cuando tenemos con las personas, las cosas y los acontecimientos una relación de gratuidad, de mansedumbre, de respeto, de misericordia.

El fuego de Dios trabajándonos por dentro desarrolla tan hondamente los espacios de humanidad que nos hace verdaderamente humanos hasta poder ser verdaderamente hermanos. Dios no quiere que se quiebre nada de lo bueno. Ésta es la humanidad que es capaz de producir el fuego, despertador de todos nuestros amores. Pero este fuego que pone luz en la vida, certeza en la percepción, limpieza en las actitudes y comportamientos, y que nos conduce a la paz profunda, no pensemos que elimina el conflicto ni la división, como tampoco el dolor -todo ello forma parte del lote de la existencia tal como la conocemos-, pero sí que nos introduce en el ámbito de Dios y eso sí que nos mantiene anclados, serenos y confiados en Él.

Jesús capta la vida desde sus mismas raíces. No se pierde en teorías abstractas ni se ajusta a sistemas cerrados. Su palabra despierta lo mejor que hay en nosotros. Sabemos que tiene razón cuando llama a vivir el amor sin restricciones. Sus contemporáneos captaron algo diferente en él porque no fue maestro de ningún credo verdadero ni de ninguna moral recta. Fue más bien un hombre de fuego, maestro de vida, y de una vida cálida e iluminada. Ven Señor Jesús a prender tu Fuego en el corazón del mundo para que tengamos vida en abundancia.

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