Hoy nos encontramos para devolver a la tierra lo que le pertenece. Es el famoso dicho de “polvo eres y en polvo te convertirás”. ¡Y qué bonito es el polvo, qué bella la tierra que es madre nutricia! Toda la experiencia humana y cristiana de nuestro Hno. Manuel termina con sus alegrías y tristezas en la tierra que le acogerá maternalmente. Misterio de la Vida. Estamos ante el más profundo enigma de la humanidad: ¿qué es la vida y cómo entender que la muerte forma parte de ella? Ya desde pequeños se nos intentó ocultar la otra cara de la vida. Nuestros padres nos encaminaron hacia una sociedad del bienestar: todo es maravilloso, todo es bueno, nada de sufrir… ¿No será que ellos mismos habían eliminado de sus vidas la muerte? Todo parecería como un guiñol de marionetas donde hilos ocultos mueven nuestros pensamientos, sentimientos, reacciones, sin ninguna creatividad por nuestra parte. La vida, la que nos toca vivir, tal y como sucede, es calor y frío, luz y oscuridad, y también esto es el Misterio de la Vida. Para muchos de nosotros este acto litúrgico no deja de estar envuelto en cierta tenebrosidad y miedo. No deja de recordarnos que lo que estamos haciendo hoy con el Hno. Manuel lo harán un día con cada uno de nosotros. Me toca presidir esta celebración, pero no puedo dar soluciones a los problemas de cada uno. Como uno de vosotros soy un simple buscador que sólo se hace preguntas sin encontrar respuestas.
Nuestro mundo está poblado de estrellas que muchas veces, por no decir la mayoría, permanecen ocultas a nuestra vista. ¿Qué es una estrella sino un menor índice de oscuridad? Y, ¿qué estamos haciendo cada uno de nosotros con nuestras estrellas?
Tenemos a nuestro alcance demasiados focos y farolas, pero nuestro interior, la mayoría de las veces, carece de la mínima luz; son estrellas agonizantes. Vivir y vivir con profundidad sin ocultar las sombras y oscuridades. Y, ¡cuánto nos hacen sufrir nuestras sombras! ¿Es posible que nos pasemos la vida lloriqueando como niños pequeños porque no hemos conseguido los objetos deseados? Deseamos chuches que nunca se terminen, palomitas de maíz, blancas como la luz, que persigan con su sabor salado nuestras papilas gustativas.
En la fosa, al H. Manuel le corresponde y se merece una sonrisa. Darle gracias por lo que ha sido su vida; él no la eligió, su responsabilidad en la vida fue mínima, como la nuestra, y nos creemos el ombligo del mundo, capaces de ir muy lejos, de subir grandes montañas, descubrir nuevos continentes…. debilitando así un corazón cuya misión única y verdadera es el amor.
Si es que se llevara algo el H. Manuel (bienes, adquisiciones…), ¿de qué le sirven? Lo único que necesitaba en sus últimos tiempos era cariño, alguien que le cogiera de la mano… y eso sí que se lo lleva consigo, como la perla preciosa del Evangelio.
No quiero parecer un charlatán lleno de palabras huecas y vacías que no nos conducen a ninguna parte. Prefiero ser un navegante con todos vosotros, donde no damos respuestas sino que nos hacemos preguntas. Hemos creído y querido, inocentemente, que veníamos a la tierra a ser felices y esto sí que es el mayor engaño de nuestra existencia. Y si esto nos parece exagerado, sólo tenemos que mirar hacia dentro para ver el volumen de sufrimiento adquirido a lo largo de la vida. Quizás el dolor nos obligue a elaborar una nueva concepción de lo que significa vivir y morir. Mientras, como saltimbanquis, seguir por el cable casi invisible de sus acrobacias siempre con el riesgo de la caída.
Y todo esto me sale del corazón sin un ápice de amargura, ni una coma de tristeza, sino como aquel que va aprendiendo a saber coger en las palmas de sus manos, con dulzura y con cariño, el agua de la vida y el polvo de la tierra, y ofrecer futuros siempre inciertos, con algunos aciertos y pobres realizaciones. Esto es para mi el significado de las palabras de Jesús: Te doy gracias Padre porque has escondido el misterio de la vida a los entendidos y se los ha revelado a la gente sencilla.
No quiero dejar de mencionar a unas estrellas muy importantes en este monasterio que son las hermanitas de los ancianos. Están también con nosotros la familia del H. Manuel para decirle su último adiós junto a todos los que nos acompañáis en esta Pascua. A todos los que aquí estamos, caminantes en esta tierra, nos toca hacernos la vida más llevadera, más fácil; comprometernos a querernos desde lo que somos y quienes somos, sin intentar que los demás se amolden a nuestros gustos y querencias. Al final, nos vamos a ir solos, en silencio. Nos tocará un día atravesar el túnel que nos dejará en otra tierra desconocida y que tanto miedo nos da. Por eso, es ahora cuando nos tenemos que dar la mano para ayudarnos a recorrer nuestro camino y nuestro proyecto de vida.
Que la Virgen María, nos conceda la certeza de la vida nueva y definitiva de la que Manuel está gozando ya. Que así sea.
Qué reflexión tan maravillosa,… que hace bien al alma, agradecido a la comunidad del Monasterio Santa María de Sobrado!!!
Sencilla y certera reflexión sobre lo que es nuestro caminar y nuestro final de trayecto.
Gracias.