El duro bregar de cada día desgasta nuestras fuerzas y agosta nuestra ilusión por la vida. Necesitamos puntos referenciales de integración personal, de equilibrio, de armonía y de paz. La Asunción de María es uno de esos puntos referenciales para nuestra vida, abre la puerta de la esperanza al ser humano herido y roto por la infinidad de temores y deseos irracionales y descontrolados que le atenazan, le esclavizan y poco a poco destruyen lo más digno y sagrado que hay en su ser profundo: ser-para-la-libertad. Con esta celebración afirmamos que el ser humano tiene la posibilidad de liberarse de sus temores y de encauzar sus deseos, fuente de sus continuos sufrimientos y quebrantos. Podemos llegar a recobrar nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestra integridad perdidas.
Si somos capaces de ver a Dios en una imagen dual de varón y de mujer, crecerá nuestra estima por su ser, pues hay riqueza en el Dios masculino, pero pobreza si no se complementa con el femenino. Por un lado, será la exigencia que nos empuja a superamos cada día y por otro la certeza de que nuestro hacer va acompañado de una música de fondo, de una nana que promete mecer en el regazo, que habla de cercanía, aporta consuelo y anuncia un final feliz. El que nos convoca a la trascendencia y a la libertad nos nutre, nos cobija y responde con ternura a las caídas en el camino. Si tomamos el riesgo de la aventura, el Dios femenino nos asegura que está con nosotros, pase lo que pase. Pero, no es fácil hablar de Dios y siempre hay que hacerlo con respeto y conciencia de la enorme diferencia con los seres humanos.
En el terreno religioso prima el leguaje simbólico a la hora de hablar sobre Dios. Existen metáforas que se corresponden con el mundo de los masculino y lo femenino. Así Dios es luz, infinito, salvación, reino. Pero también cobijo, ternura, misericordia, fidelidad y hasta seno materno. La semejanza del ser humano con Dios se realiza en la pareja y no en cada uno de los sexos por separado.
El hecho de pensar a Dios en femenino introduce todo un factor de inmanencia en su descripción. Deja de ser un ente alejado y pasa a estar profundamente anclado en la realidad. Una filósofa francesa lo llama “el transcendental sensible”. Dios no habita en el cielo sino en el centro cálido de cada ser.
Un Dios que se parece a las mujeres no tiene poder. “Está a la puerta y llama” con la lógica de un amor que respeta y no obliga. El que nos convoca a la trascendencia y a la libertad, nos nutre, nos cobija y responde con ternura a nuestras caídas en el camino.
A lo largo de toda la historia, las mujeres han traído la vida al mundo, han dado de beber y de comer, han vestido, han cuidado a la infancia y a los mayores, han realizado el programa de vida que Jesús presentó a sus seguidores para alcanzar el Reino. Las mujeres piden ahora a los varones que compartan esas cargas que antes sólo caían sobre ellas.
Hoy somos invitados a respirar un aire nuevo y fresco que oxigene todas esas zonas tenebrosas y lúgubres del corazón humano, llenándolo de paz, confianza y alegría. Confesar que María es llena de gracia, significa admitir que Dios como bondad, suavidad, alegría, rectitud, equilibrio, transparencia, libertad y exuberancia en todas las dimensiones de la vida, se dio a sí mismo en esta sencilla mujer del pueblo. Su gracia no constituye algo misterioso en el hombre, sino que es la presencia personal y viva del propio Dios dentro de la vida, para hacerla más vida todavía, plenamente abierta a la tierra y al cielo. Y sin embargo, no por ello la vida terrena de María, fue menos difícil, molesta, monótona y sufrida que la de cualquier ser humano.
Hoy la humanidad se viste de gala: la que es gloria de Jerusalén, honra el cielo con su presencia; la que es alegría de Israel, ennoblece la tierra de humanidad; la que es orgullo de nuestra raza, adorna el universo con su belleza. La Virgen María ha sido hoy elevada al cielo y ubicada en el epicentro mismo del universo. Gracias María porque hoy contigo, la humanidad entera participa ya de la vida divina a la que aspira como su vocación y su meta.
Hablar de Dios con respeto… Dios es Padre y Madre, ambas cosas al mismo tiempo. La complementariedad en las personas se da de una forma biunívoca, de una manera enriquecedora, de un sentir que las facetas del ser humano sean con más energía. Un mundo de hombres…un mundo de mujeres…por separado, es un sinsentido. Ambos han de aunar fuerzas y cooperar al engrandecimiento de Dios y de la humanidad…de la Creación . El Sí de María es más que de agradecer porque así obró Dios en toda su Plenitud… Dios se abajaba hasta nosotros para reconciliarnos con Él. María es corredentora en la Salvación y, ahora, la tenemos de aliada al lado del Creador, dispuesta para interceder a nuestras peticiones delante del Señor. Solo nos resta ser en el Ser…a su semejanza …. Ser como María y proclamar la grandeza de Dios en un Sí eterno.
Ume gustaria saber su opinion sobre el sacerdocio de la mujer…de la monja….