LA PUERTA ESTRECHA

La puerta abierta - Edith Mitchill Prellwitz (1864-1944)

La Puerta Abierta | Edith Mitchill Prellwitz (1864-1944)

La sociedad moderna va imponiendo cada vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la seguridad del momento.

Es muy significativo observar la actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación eterna” que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un “final feliz”; otros no quieren recordar experiencias religiosas que les han hecho mucho daño.

Según el relato de Lucas (Lc 13,22-30), un desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: “¿Serán pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta. No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a todos?

“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella.De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos.

Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».

Con Unamuno podemos suplicarle al Señor: “Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños y yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame por piedad».

Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas seguridades, no.

Jesús insiste, sobre todo, en no engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea. Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la injusticia”.

Jesús invita a la confianza y la responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada uno a la salvación que Dios ofrece a todos.

Jesús termina con un proverbio que resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen excluidos de antemano pueden quedar dentro.

2 comentarios en “LA PUERTA ESTRECHA

  1. Luis Martínez Sánchez dijo:

    Buscar el Reino de Dios y su justicia… Ante una puerta que hay que atravesar con dificultades es más que necesario insistir con el esfuerzo. La vida, a pesar de que ha aumentado en años para el ser humano , es muy corta y no se puede uno dormir en los laureles de la comodidad o en la postura de creer que se tiene todo conseguido cuando se trata de buscar a Dios, alcanzar Su Salvación y las promesas en la vida eterna. No podemos pensar en que por encontrarnos satisfechos con nuestro estilo de vida, de facilidades, de bienestar…ya hemos llegado al proyecto que Dios marca a cada cual. Dios nos pide siempre algo más. Es un Dios bondadoso, pero exigente. Hay que empezar por no ser acomodaticios ni doblegados al pensamiento único y de moda. Nos debe estimular la radicalidad del Evangelio de Jesús, actual para la época en que vivimos. Dios es Amor…Dios está enamorado del ser humano y lo quiere libre y Hermanado con sus semejantes.

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