LA METÁFORA DE ZAQUEO

Personas en árboles | Mikola Gnisyuk | 1964

En este domingo tenemos uno de los relatos más hermosos (Lc 19,1-10), a  mi modo de ver, de los Evangelios. Es un relato lleno de imágenes metafóricas porque van más allá de lo que se nos describe. Todo los personajes forman arte de la historia de la humanidad y, todos los días de la vida, en cualquier lugar del mundo, Zaqueo, Jesús y las gentes, viven esta historia conmovedora del poder sanador de la persona de Jesús, de la necesidad de sentirse redimido y perdonado de Zaqueo, y de la incomprensión de los “virtuosos” que no entienden que Dios acoja con amor gratuito a los pecadores.

Lo que más impresiona del relato es, por una parte, la persona de Zaqueo como metáfora de que todo en la vida puede servir para construirnos o para destruirnos. Para construirnos como personas en libertad, dignidad, en compromiso por una justicia que llegue a todas las gentes. Para destruirnos cuando el corazón se vuelve de pedernal y pierde la capacidad de amar, de respetar, de construir en justicia, entonces las personas y la naturaleza se vuelven meros objetos que sólo sirven para  nuestros intereses.

Tenemos también una imagen que se repite varias veces en los Evangelios, la de la muchedumbre como obstáculo para acceder a Jesús, bien sea porque son como un muro que impide el acceso a Jesús, bien sea porque se oponen a que tenga un corazón bueno y generoso. Acordaros de los que llevaban un enfermo junto de Jesús y tienen que abrir un  agujero en el tejado porque la gente les impedía el acceso. Acordaros de la gente que le reñía a Bartimeo para que se callase cuando llamaba por Jesús a gritos. O de los que se reían de Jesús cuando iba a curar a la hija de Jairo. También de los que quieren convencer al ciego de nacimiento de que Jesús es un pecador.

Y tenemos las miradas de Jesús. Jesús mira siempre al interior de las personas. Es la mirada amorosa, misericordiosa, acogedora, envolvente, la que no se detiene en las apariencias externas porque penetra en la secreta belleza del corazón humano; la mirada que va derecha al núcleo que siempre permanece puro y que es la pura desnudez de la persona, tal y como la concibe Dios dentro de sí, dentro de su corazón. Es lo que muy bellamente describe Tomás Merton como “UN PUNTO DE NADA, lo que  no está contaminado por el pecado ni por la ilusión, un punto de pura verdad, un punto o chispa que pertenece enteramente a Dios”. La mirada de Dios no es como la mirada de los hombres, le recordará Yahvé a Samuel en la casa de Jesé en Belén: los hombres ven las apariencias, pero Dios ve el corazón.

Zaqueo era pequeño, pero aquí estamos ante una nueva metáfora. Más que mostrarnos el aspecto físico de Zaqueo, nos está llevando hacia el hombre interior, el que se fue destruyendo por unas opciones que lo apartaron de una vida llena de bondad y justicia, muy alejada de sentimientos nobles. Una vida que se dejó esclavizar por la codicia y que moralmente ante la sociedad está estigmatizada. El evangelista nos viene a decir entre líneas que Zaqueo está enfermo por dentro, insatisfecho con su vida y como un náufrago busca un madero que lo ayude a no hundirse definitivamente en el océano de miseria en el que está viviendo.

Todos podemos pensar, y con razón, que el momento culminante del relato evangélico está cuando Zaqueo, puesto en pie le dice a Jesús que entregaba la mitad de sus bienes a los pobres y que restituiría, cuatro veces más a quien hubiese robado. A mí, personalmente, me parece que esto es la consecuencia del momento en que las miradas de Jesús y Zaqueo se encuentran. Es ahí cuando Zaqueo rompe por dentro, es ese momento de encuentro con unos ojos llenos de bondad cuando se da cuenta de que puede volver a recuperar la autoestima, su dignidad, que puede volver a mirar al mundo como una criatura renacida por la misericordia. Se nos suele decir que Zaqueo sentía curiosidad por conocer a Jesús, algo así como la curiosidad que tenía Herodes, pero no, Zaqueo estaba cansado de sí mismo, se sentía, más que despreciado por la gente, debido a su oficio de recaudador de impuestos, perdido, hundido en su propia miseria y buscaba, sin saber cómo, salir hacia la luz. En Zaqueo no hay curiosidad. Quiere saber qué misterio se encierra en ese joven Rabí. Y descubre que el Maestro también lo busca a él y quiere hospedarse en su CASA.

Otra metáfora: la CASA. La casa de Zaqueo  no es su morada material. Jesús le dice a Zaqueo: vamos a entrar los dos dentro de ti, y en ese recorrido vas a ir desprendiéndote de los sucios ropajes, de toda la basura que ocultan tu belleza interior para que puedas realmente verte en tu dignidad de hijo de Dios. Es así como comienza el acceso a la sala luminosa en la que habita la pura gloria de Dios, hacia el encuentro con Aquel que lo recibe en su amor y abre su vida a ser misericordioso y compasivo con aquellos que sufrieron su desprecio en los momentos de oscuridad de su vida.

Una vez tomado por la mano del Misericordioso, una vez que la luz alumbró su interior es cuando se realiza la transformación de Zaqueo, es cuando cambia su manera de mirar la vida y a las personas. Sabe que hizo daño y que generó sufrimiento y quiere hacer justicia a los que fueron explotados por su codicia: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».

No estaría de más que los jueces que están juzgando en estos días en nuestro país tantos casos de corrupción comenzaran los juicios leyendo este pasaje evangélico.  

4 comentarios en “LA METÁFORA DE ZAQUEO

  1. Mane dijo:

    Por favor. yo quiero poder leer las ponencias de la mesa redonda de ayer tarde ,en el colegio La Salle. Pablo Dors,Román Cuartango,Carlos Prior y la Abadesa de Montserrat. Es posible?. Gracias. Quizás vais a publicar todo el acto en alguna revista?. Me gustaría que me indicarais en cual o, que medio de comunicación para poder comprar y leer y ver. Muchas gracias

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