En la lectura continua que estamos haciendo en estos domingos del Sermón del Monte de San Mateo, los versículos que se nos han proclamado hoy, con su lenguaje poético tan envolvente, no nos pueden llevar a creer que Dios es como un cuerno de la abundancia que va a solucionar nuestros problemas. No es eso lo que Jesús nos está diciendo.
Vivimos sumergidos en un mundo lleno de conflictos y agresivo, lleno de desconfianzas y miradas recelosas. Todas las etapas de la historia, en este sentido, se parecen. Cambian los modos de vida, pero las actitudes de las gentes son las mismas. Y las palabras de Jesús de Nazaret hoy son tan firmes y tan escandalosas como ayer: “No podéis servir a Dios y al dinero”. El dinero y la economía de mercado rigen el mundo. Todos conocemos y sufrimos su poder: hacen y deshacen gobiernos, imponen los precios de las materias primas e imponen recortes en la economía de los países ahogando a los más vulnerables y débiles. Hacen que gentes vulgares y sin formación ni educación, y menos de sensibilidad, lleguen a gobernar pueblos y a ocupar altos cargos en la administración de los países. El dinero es la sangre de nuestra sociedad de consumo. Los que lo tienen y amontonan tienen un poder que los demás envidian. Los que non tienen suficiente aspiran a poseer más. Para el mundo el dinero es la vida, pero también la fuente de conflictos que asola la tierra.
Es conveniente y nunca tenemos que dejar de repetirlo en la Iglesia que el anuncio del Reino de Dios constituye el eje de su mensaje y el móvil de su actuar. Y siempre, siempre, tener en cuenta y no cansarse nunca de repetir como un mantra que la columna vertebral del Reino de Dios anunciado por Jesús de Nazaret es la justicia. Por eso, buscar el Reino de Dios y su justicia es uno de los mandatos más exigente que Él nos dejó, además del mandamiento del amor. Nos llama a un trabajo de plena solidaridad con los desheredados de la historia, con los parias de siempre. Por eso, evangelizar no es enseñar verdades dogmáticas, sino llevar a los pobres del mundo un mensaje de esperanza que los abra a una fe que es solidaridad y fraternidad. Que sus aspiraciones no sean conseguir un mundo de engaños que les ofrece la sociedad de consumo creando necesidades ficticias que nunca los va a dejar satisfechos. Leonardo Boff afirma brillantemente que: «los pobres son evangelizados cuando la justicia comienza a llegar a los desheredados y oprimidos. Y que siempre que se restablecen lazos de fraternidad, de participación, de respeto, la dignidad inviolable del hombre comienza a germinar en el mundo».
El Becerro de oro es el Dios que adormece y anula las conciencias. Su gran poder radica en esclavizar. No nos olvidemos que podemos ser esclavos sin cadenas. Sin darnos cuenta nos vamos dejando arrastrar hacia una forma de vida regida por las grandes multinacionales, que gastan millones de euros en penetrar en nuestro cerebro y en nuestro corazón, igual que un poco de aceite empapa un tejido. José A. Pagola dice que el consumismo es «“la nueva religión” del hombre moderno. La meta absoluta consiste en poseer y disfrutar (doctrina dogmática). Para eso se necesita trabajar y ganar dinero (ética y méritos). Los practicantes acuden fielmente a su compara semanal (precepto de fin de semana). Se viven con devoción intensa las grandes fiestas (Navidad, Reyes, vacaciones, bodas, día del padre, día de la madre…)».
Jesús de Nazaret nos lleva por otro camino. Nos enseña a que disfrutemos de la vida sin agobios ni obsesiones. Solo tenemos el momento presente para vivir porque el mañana traerá su propio agobio. No nos enseña a estar pasmados mirando al cielo, esperando a que venga quien nos mantenga, sino que, así como Él afirma en el Evangelio de Juan, que el Padre y más Él están siempre trabajando, la vida del discípulo es un trabajo continuo con el corazón puesto en la justicia del Reino. Nadie nos pone el pan en la boca, nadie nos va a solucionar los problemas. Tenemos una misión: hacer que la utopía del Reino deje de ser una fantasía sino la labor esencial del cristianismo.
Sin justicia nuestra fe no tiene sentido, y tenemos la obligación de vivir comprometidos en un trabajo de liberación de nuestros miedos interiores a sentirnos desprotegidos si no tenemos el apoyo de una economía que nos de seguridad. Enzo Bianchi tiene unas palabras preciosas a este respecto: «Sólo quien tiene el corazón libre de presencias opresoras -sintetizadas y simbolizadas en la fijación de quien se identifica con lo que posee- puede encontrar en el Señor su tesoro, puede hacer de la confianza en Él la fuente de su vida y el arma contra cualquier preocupación. Pues ¿qué es la preocupación? Es la congoja, la actitud ansiosa del que piensa que todo depende de él mismo y de sus obras. Y así, cegado por un ansia insaciable, se convence de que su paz depende de acumular cada vez más para él, cayendo presa de lo que Jesús define como “la preocupación del mundo y del engaño de las riquezas que sofocan la Palabra” (Mt 13, 22). Quien así actúa es una persona de “poca fe”, dice lapidariamente Jesús, usando una expresión que en el Evangelio de Mateo sale muchas veces como un reproche».
Compartir lo poco o lo mucho que tengamos nos libera interiormente y nos abre al disfrute de la contemplación de la vida, de la amistad, de la poesía, de la música, del arte, de la oración; pero sobretodo, nos llena de alegría contemplar la sonrisa de aquellos con los que nos hacemos solidarios. Abrir las puertas del corazón sin miedo es dejar entrar en nuestras vidas a los que perdieron toda esperanza de crecer y de vivir como personas. Seremos sin saberlo profetas del Dios de la vida, del cual, nos dice el profeta Isaías: «Es la Madre que nunca olvida a sus hijos».
Siempre me interpela la solidaridad que nos pide Jesus…. pero soy como el joven rico que cuando le dce jesus que lo venda todo y le siga me entra el miedo, entristezco, y me voy ….
Bueno, Mauricio, todos tenemos miedo, pero si te lanzas al vacío, hay unas manos protectoras que siempre te van a acoger. Confía.
Gracias por saber descubrirnos con palabras de hoy la actualidad del mensaje de Jesús El Ungido. Saber que es la Perla escondida y tener el coraje de hacerla realidad en el aquí y ahora. Hacernos comprender que el Padre mira con cariño a los «últimos y despreciados de este mundo de hoy. Y ahora que cada uno tome su cruz y haga realidad el REINADO DE DIOS.
Gracias.
Bella, durísima espada de luz y fuego… Envuelta en la dulzura de lirios y gorriones falaces. ¿La mellamos tanto que está irreconocible? ¡Luz roja intermitente! Infinita, eterna, nostalgia del Poverllo, correteando por los campos su sueño de inocencia y alegría. Más pobres que él, nosotros.