De encuentros y despedidas está llena nuestra existencia. Ni la alegría del encuentro ni la tristeza y la añoranza de la separación son ajenas a las relaciones humanas. “Os conviene que me vaya”. La ausencia como algo mejor que su presencia. ¿O es que no hay ausencias que por lo sentidas, por las huellas que dejan, no son presencias más profundas y significativas en nuestros procesos de crecimiento humano y cristiano? “Si no me voy no vendrá a vosotros el Defensor” ¿Es que la presencia de Jesús es un obstáculo para que venga el Espíritu? “¿Qué hacéis mirando al cielo?” Jesús se hace presente por medio del Espíritu en la comunidad de hermanas/os, que viven en esta tierra, lugar privilegiado de comunión, en la que las ausencias se van perfilando poco a poco, como presencias y encuentros con el Señor de la vida. La experiencia personal de cada uno sabe hasta qué profundidad puede llegar la presencia de una ausencia. “Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia”. Él se ha ido, su retorno es seguro, aunque “no sabemos el día ni la hora”; tenemos que seguir su proyecto, actualizar su mensaje, ofrecerlo, renovado cada día, a las mujeres y hombres de nuestro mundo.
¿Pero cómo podremos testimoniar una presencia que se manifiesta en una ausencia? “Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya”. La ausencia de Jesús es la presencia del Espíritu. Sólo a través del Espíritu su presencia es activa y eficaz. “¿Qué hacéis mirando al cielo?”
Estos días vamos a mirar a la tierra, en nuestro entorno, a nuestras comunidades, a nuestras hermanas y hermanos, a nosotros mismos; vamos a intentar escuchar al Espíritu que es el dador de dones y carismas y, con humildad de corazón y profundo agradecimiento, intentaremos mejorar los cauces de presencias que Él mismo pone cada día a nuestro alcance. Mirando y escuchando lo cercano nos preparamos para descubrir nuevos interrogantes, nuevas llamadas, necesidades y carencias y también nuevos horizontes, más amplios que los propios. No somos para nosotros mismos. Nuestro seguimiento de Jesús está en función del bien del Pueblo de Dios. Preguntarnos honradamente cada día por nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, puede ser garantía de gozosa fidelidad.
En la medida en que nuestra vida humana, la que realmente nos toca vivir, sea auténtica, coherente y abierta hacia un mañana por venir, podremos testimoniar, con hechos, que Jesús, ausente, sigue presente, por medio de los dones y frutos que su Espíritu actualiza constantemente en la comunidad de hermanas/os que, “junto con María, la Madre de Jesús”, cada día se reúnen para “partir el Pan” y perseverar constantes en la oración.
Gracias.
Gracias.
ausencia y presencia son ambas caras de uno mismo, eternas dualidades que el Espiritu hace presentes al unisono pero tan invisibles e imperceptibles que requieren de una mirada desde el silencioso interior de cada uno para poder caer en la cuenta….por ello, como tan bien relatas : » ”. La ausencia de Jesús es la presencia del Espíritu. Sólo a través del Espíritu su presencia es activa y eficaz.
es maravilloso como ha expresado todo este texto que exige una reflexiòn detenidamente, indagaré en ello sin prisa durante un tiempo !
gracias
Gracias. Bonito y práctico