Con la solemnidad de Pentecostés, estamos poniendo broche de oro a la celebración anual del misterio de la Pascua de Señor Jesús, Señor de la Gloria. El libro de los Hechos nos lo ha evocado con su sentido eclesial.
Cerramos así esta ¨semana de semanas¨, que han constituido la Cincuentena pascual, tan didácticamente preparada por la Cuaresma y tan bellamente impostada por la incrustación -en su centro mismo- del Domingo del Buen Pastor: el que vino a dar Vida (y darla abundantemente); el que, ascendido al Cielo, nos ha precedido y ahora nos envía su Espíritu para guiarnos, impulsarnos, alentarnos, consolarnos: en definitiva, para vivir de su Vida misma, intensa y plenamente.
El evangelista Juan nos ha puesto la entrega del Espíritu en el Día primero de la semana. Con ello nos evoca que el Señor es Espíritu, es decir, ha ´ascendido´ de su condición humana y frágil, a la de la Gloria de Dios. Ya puede, por tanto, enviarnos su Espíritu. Con Él, otorga a los suyos el poder divino de perdonar los pecados, es decir, de remover todo obstáculo a la Vida de Dios.
Solemnidad del Espíritu de Dios para nuestras vidas:
– Espíritu de Vida: es el alma de Cuerpo, sin ella un cuerpo sería cadáver.
– Espíritu de Unidad: que nos mantiene centrados en el Señor en la dispersión originada por miles de circunstancias de la vida, tanto en las personas como en la comunidad y los grupos humanos.
– Espíritu de Expansión: que da crecimiento, madurez, soltura y gracia con talante cristiano.
– Espíritu de Comprensión, Comunicación y Compenetración: en todos nuestros signos, verbales o no. Voluntad de escucha y atención para que nuestro mirar sea acogedor y nuestro hablar sea expresivo y entrañable.
Su fruto, como dice la Carta a los Gálatas: la Caridad con su floraciones de: alegría, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí, que hacen brillar su presencia en las circunstancias que impone la vida.
Dios no manda lo imposible, pues a lo imposible nadie queda ligado. Dicho de otro modo: Si estamos llamados a ser fieles, mansos, dueños de nosotros mismos, llenos de caridad, quiere decir que con el Espíritu del Señor lo podemos ser, y podemos serlo a su estilo: tratando de excusar, creer, esperar, y ser tolerantes siempre, como dice la 1ª Carta a los Corintios.
De ahí que debamos ser imperiosamente ¨espirituales¨: vale decir dejarnos llevar por el Espíritu de Dios, que es quien logra que lo seamos y vivamos como tales.
En suma: ser pascuales es ser pentecostales, y ser pentecostales es tender más y más a ser pascuales en plenitud.
Gracias.
No se puede decir tanto en tan pocas palabras. Aunque lo deberíamos tener tan claro en el proceder cristiano….. Es necesaria esta vacuna recordatoria…. Gracias y que alegría.