El que no toma su cruz…

Ipse est Pax Nostra | Filippo Rossi | 2014

Uno de los mayores riesgos del cristianismo actual es ir pasando poco a poco de la «religión de la Cruz» a una «religión del bienestar». Hace unos años  un teólogo (Reinhoid Niebuhr) hablaba del peligro de una «religión sin agujón» que terminará predicando a «un Dios sin cólera que conduce a unos hombres sin pecado hacia un reino sin juicio por medio de un Cristo sin cruz». El peligro es real y todos lo sabemos.

Insistir en el amor incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos un Dios a nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una «religión burguesa» (J. B. Metz). Ser cristiano no es buscar el Dios que me conviene y me dice «sí» a todo, sino el Dios que, precisamente por ser Amigo, despierta mi responsabilidad y, más de una vez, me hace sufrir, gritar y callar.

Descubrir el evangelio como fuente de vida y estímulo de crecimiento sano no significa entender la fe cristiana como una «inmunización» frente al sufrimiento. El evangelio no es un complemento tranquilizante para una vida organizada al servicio de nuestros fantasmas de placer y bienestar. El Evangelio hace gozar y hace sufrir, consuela e inquieta, apoya y contradice. Es camino, verdad y vida.

Creer en un Dios Salvador que, ya desde ahora, busca liberamos de lo que nos hace daño, nos va llevando a entender la fe cristiana como una religión de uso privado al servicio de los propios problemas y sufrimientos. El Dios de Jesucristo nos pone siempre mirando al que sufre. El evangelio no centra a la persona en su propio sufrimiento sino en el de los otros. Sólo así se vive la fe como experiencia de salvación.

En la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la entrega confiada y el deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo. Por eso, no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: «El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí la encontrará»

Es la familia una escuela de valores evangélicos ¿O son precisamente lugar de «desevangelización» y correa de transmisión de los egoísmos, injusticias, convencionalismos, alienaciones y superficialidad de nuestra sociedad? ¿Qué decir de la familia donde se orienta al hijo hacia un clasismo egoísta, una vida instalada y segura, un ideal del máximo lucro, olvidando todo lo demás? ¿Se está educando al hijo cuando lo estimulamos solo para la competencia y rivalidad? ¿Es esta la familia donde las nuevas generaciones pueden escuchar el Evangelio? ¿O es esta la familia que tenemos que abandonar para ser fieles al Evangelio de Jesús?

7 comentarios en “El que no toma su cruz…

  1. Bea dijo:

    Cruda y veraz exposición de lo que el evangelio comporta. Necesario recordatorio de la proyección que podamos crear acerca de Dios a » mi gusto». Y concesión del sufrimiento como componente normal sin masoquismo a todo lo que nos ayuda a crecer como personas y como eso tan difícil que es ser cristiano. Gracias pues nos ayuda en el verdadero anclaje.

  2. MARYA dijo:

    Gracias… esta narración me ha hecho reflexionar. Debemos darle realmente la importancia que tiene LA ACEPTACIÓN DE NUESTRA PROPIA CRUZ.

  3. gubi dijo:

    el que toma su cruz y no la transmuta en amor es creador de una tierra infertil, mirar al que sufre y atender su fertilidad en semilla interna, regada por el amor incondicional del Padre que no abandona nunca al hijo, siendo nuestra cruz su cruz y su cruz nuestro amor mas fecundo.

  4. Carlos Martin dijo:

    Si la familia no es una escuela de valores evangélicos, probablemente no lo sea tampoco de valores de otra naturaleza. Lo que deseo expresar es que el reto actual incluso va más allá de encontrarnos con un cristianismo a nuestra medida, un cristianismo cómodo. El problema, desde mi punto de vista, es que el materialismo ha hundido sus raíces profundamente en el mundo desarrollado, por ello el mensaje hacia una practica espiritual más auténtica está más allá del alcance de la familia…qué hacer pues..
    Creo, con toda humildad, que la Iglesia , que es «ecclesia», debe reunir en torno así a las fuerzas que otorgan vida a la vida, conexión a los desconectados, escucha a los ignorados y sobretodo , empatía con los problemas y el sufrimientos de las personas…ésa es la cruz, perderse en el otro para despertar a una nueva vida. Gracias por el texto que me lleva a la reflexión.

  5. Francisco Diez-Ordas de Cadenas dijo:

    Homilía bastante impactante para mí, ya que tuve la ocasión de oírla presencialmente predicada por el Sacerdote correspondiente del día.
    Suscribo punto por punto lo que en ella se dice

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