San Benito y la comunidad

San Benito | Abadía de Subiaco | Italia

Nuestra vida comunitaria no tendría sentido de no ser convocada por Jesús y vivida desde Él. Hemos sido reunidos en el nombre del Señor. Nos aglutina un único ideal: la búsqueda del rostro del Dios vivo manifestado en Jesús de Nazaret, y su misericordia. La lectura de Dios que hacemos de nuestra vida fraterna, no es la que hace una comunidad constituida en una convivencia pasajera, o la que hace una comunidad parroquial, o la de una comunidad emocional, o incluso la que hace una comunidad religiosa no-estable. Nuestra vida en común es para toda la vida, por eso es un auténtico reto el llegar a la contemplación del rostro transfigurado del hermano. Es el mayor signo de nuestra fe, esperanza y amor; el síntoma de que hay espiritualidad.

Nuestra vida en el amor, pasa por el desierto, por una larga peregrinación, por ese descenso a los subsuelos de nuestra existencia, por esa pérdida de ingenuidad gracias a la cual podemos ir construyendo, o mejor, Dios puede ir construyendo en nosotros esa nueva inocencia de quien está anclado en la Misericordia de Dios. Un amor fundamentado en los buenos sentimientos, por supuesto, pero que no se queda solamente en ellos. Es un amor que supone una honda trasformación interna de valores, convicciones, y también externa de conductas y actitudes, pensando en los demás. El introducirnos en esta espiritualidad, es lo que nos permite recuperar el verdadero sentido de nuestra vocación: ese encuentro con nuestra enfermedad –nuestra poca firmeza en el amor- que a la luz del amor de Dios, lejos de ser motivo de tristeza, es capaz de desatar las lágrimas de la compunción que deshacen el corazón duro haciéndonos conocer la misericordia y la ternura infinita de Dios.

En más de una ocasión podemos haber escuchado que la vida comunitaria es una cruz, o que los demás son un infierno para uno mismo. Dicho así parece una aberración, pero debemos reconocer que, cuando nos empeñamos en vivir una vida fraterna sin haber saneado la casa por dentro, no nos parece tan errado, porque la vida en común se puede hacer insoportable. Y esto, ¿por qué? Porque en las relaciones fraternas sale de todo: emerge lo mejor de nosotros, pero también lo peor. A través de las relaciones comunitarias se pone en evidencia la veracidad o la falsedad de nuestra vocación benedictina cisterciense. La clave de discernimiento para ver si un hermano busca sinceramente a Dios, para ver la autenticidad de su vocación, si no el único, va a ser su capacidad para crear una vida fraterna evangélica.

Hemos sido convocados gratuitamente por Jesús, y no para buscar a través del grupo la propia realización personal, o la simple conformidad social, sino para profundizar y vivir los valores evangélicos del Reino. La vida comunitaria no es un mero instrumento ascético, trampolín de lanzamiento hacia una santidad concebida como perfeccionamiento individualista, sino que es un valor esencial que es origen, camino y meta de la vocación monástica cenobítica. Desde esta perspectiva, todos somos necesarios en la comunidad. Los carismas son dones de Dios otorgados para la edificación de la comunidad. Es una gracia el hecho de ser distintos unos de otros, porque esto da riqueza a la comunidad. Lo que uno no tiene se lo aporta otro hermano. Desgraciadamente suele ocurrir que los diversos carismas son motivo de celos y envidias en lugar de ser motivo de alegría y edificación, bien porque el hecho de que fulanito tenga tal don, hace sentir inferior a zutanito; o bien, porque menganito exija que los demás tengan su carisma o su sensibilidad en vez de alegrarse de poder aportar su don particular como su granito de arena.

Cada uno ha recibido de Dios su don particular: uno de una manera otro de otra. Para uno será el trabajo, para otro las vigilias, el ayuno, la oración, la lectio, o la meditación. Para todas estas ofrendas hay un solo tabernáculo, ya que nuestro legislador ha prescrito que nadie considere cosa alguna como propia, sino que todo sea común a todos. Lo que no se ha de entender, hermanos, solamente de nuestras cogullas y nuestras túnicas, sino sobre todo de nuestras virtudes y nuestros dones espirituales. Que nadie se gloríe de alguna gracia particular; que nadie tampoco envidie a su hermano por causa de tal o cual gracia, sino que cada uno piense que todos sus hermanos participan de su gracia como él participa de la de ellos. Pues, si lo quisiera, el omnipotente podría llevar de golpe a la perfección a cualquiera, pero por una disposición de su bondad ha querido que cada uno tenga necesidad de los demás y en ellos encuentre lo que le falta: de este modo la humildad queda asegurada, la caridad aumentada y la unidad realizada (Elredo de Rieval)

Para San Benito, la vida fraterna comunitaria es origen, camino y meta de la vocación monástica. Con la sabiduría que la caracteriza, la RB lo formula de la manera siguiente: y, Él nos lleve a todos juntos a la vida eterna. Que así sea, de la mano de Santa María, Regla de los Monjes.

4 comentarios en “San Benito y la comunidad

  1. Bea dijo:

    Real y bonita reflexión de vuestras vidas en el monasterio. Real porque la describe como sucede y bonita por su ligazón o anclaje en el Evangelio. Gracias. Animo y felicidades a toda la comunidad.

  2. gonzalo dijo:

    Los tropiezos y soledades de la vida monástica, pueden ser mitigados por la comunidad. No es más fácil en la vida laica, donde los tropiezos y la soledad muchas veces se llevan o se arrastran como un puro «calvario».

  3. ruizberlangamauricio dijo:

    Gracias. Es una reflexión muy valiosa y sincera sobre la vida en común, valida para vosotros monjes y para mi laico…. se la he dado a leer a mis hijos y a Marisa, mi mujer, para trasladar esas mismas reflexiones a una Familia Cristian. que Dios os bendiga.

  4. Mane dijo:

    Una buena reflexión sobre la convivencia y las relaciones humanas, siempre complicadas y difíciles. Todos alguna vez hemos bajado al subsuelo para luego volver a emerger y caminar por ese desierto que tenemos por delante. Olvidarnos de nosotros para ver en el otro el rostro de Dios y,desde ahí hacer lo que El nos pide. Es tentador!!aunque complicada tarea. Que bien y que claro has expuesto como es y como deben ser las relaciones entre los grupos humanos. Un privilegio poder leer estas homilías. Muchas gracias Carlos

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.