La viña es una imagen recurrente en las Sagradas Escrituras. Esta viña, que es el Pueblo de Dios, es objeto del amor y de los cuidados de su propietario, que es el mismo Dios. Jesús se está refiriendo, en la parábola (Mt 21,33-43), a tantas situaciones históricas en las que los enviados de Dios, los profetas, no son bien acogidos por los que detentan el poder, cualquier forma de poder. La Buena Noticia, la proclamación de los valores del Reino, la defensa de los derechos de los más pobres y más débiles, le llevaron a Jesús a arriesgar y a perder su vida.
Jesús pierde su vida liberando, y libera haciendo el bien, restableciendo la comunicación destruida, devolviendo a las personas la capacidad para entrar en comunión. Así es Dios. A su paso se deshielan los témpanos que dificultan las relaciones, y se restaura el diálogo cercenado por el mutismo de las violentas marejadas de nuestras guerras frías.
En Jesús, Dios continúa creando, haciendo nuevas todas las cosas. Lo hace, abriendo los canales necesarios para la mirada y la expresión, ofreciéndonos la posibilidad de entendernos nuevamente entre nosotros. Una mirada atenta, sin prejuicios, sin rencores, flexible, disponible a la modificación de nuestros criterios, desprogramada de condicionamientos, capaz de sintonizar con lo ajeno y de comprender lo extraño. Una expresión a través de la cual podemos comunicar sin miedos lo que pensamos, sentimos y creemos, con libertad para dar razón de las propias convicciones, proyectos y esperanzas. Comunicación desde el afecto entrañable y la acogida sincera, dispuesta a aceptar al otro como propio, desde su realidad concreta, herida, desde lo que cada uno es. Diálogo que no teme afrontar los conflictos y que, lejos de quedarse atrapado por éstos, pasa a través de ellos, para tender lazos de concordia.
Dios manifiesta su amor, su gloria, en el hombre despojado de caretas, desnudado de ropajes. Nos invita a experimentar su amor, el amor que nos tiene siempre y en todo momento, en la desnudez de nuestro ser, en aquello que nos resulta menos atractivo, menos aparente, cuando no tenemos a qué agarrarnos.
El hombre despojado de atributos, destaca sólo por su humanidad, y se muestra libre, sin pretensiones de demostrar nada. Y, sin embargo, él por sí mismo ya es una palabra comunicativa de verdad, que nos suscita preguntas: ¿Por qué andamos preocupados de tener o no autoridad, de ser buenos ejemplos para las demás? ¿Por qué tenemos miedo a ser trasparentes, a no ser aceptados, a adentrarnos en las aguas turbias de nuestro ser para adquirir comprensión? Podríamos contestar a estas cuestiones diciendo sencillamente que, porque dudamos de que alguien pueda amarnos incondicionalmente, incluso Dios mismo.
En el hijo del propietario de la viña, que fue objeto de burla, que quedó desfigurado por los ultrajes y salivazos, que por nosotros se sometió a la muerte, y una muerte infamante, de cruz, podemos encontrar la mirada incondicional que nunca juzga, que nunca domina, que nunca tiende a poseer o manipular.
Dios de los ejércitos, vuélvete; mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. Al sentirnos así, perdidos, recordamos entonces las palabras que hoy nos dice San Pablo y que resuenan como música celestial en nuestros oídos: nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Con esta fe pobre, humilde y confiada ya no hay nada de qué defenderse, nada que perder. Adviene la sensación de una anchura inmensa y el deleite de encontrarnos en un espacio sin fronteras, al abrigo de todo temor. Y lo que es mejor, pacificados y desbordados en agradecimiento, comenzamos a disfrutar de la presencia de Aquél que ha reconciliado al mundo consigo: de Jesús que es nuestra paz definitiva, que nos permite habitar y descansar en la casa del Señor por años sin término. Señor, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Que tu Presencia nos ilumine en todo momento para poder ir más allá de una mirada plana de la realidad, de lo que cotidianamente tenemos que vivir, para adquirir una perspectiva nueva, para que podamos encontrar sentido a todo lo que vivimos, especialmente en las adversidades, el sufrimiento y el dolor.
Gracias.
Me ha llegado al corazón. No veo frase que no contenga algo en lo que. Crecer…..está henchida de humanidad para autoaplicarse y de posible ayuda al otro. No puedo decir nada más que GRACIAS de todo corazón.
Es toda una maravillosa reflexión, contemplación… pero destaco : Una mirada atenta, sin prejuicios, sin rencores, flexible, disponible a la modificación de nuestros criterios, desprogramada de condicionamientos, capaz de sintonizar con lo ajeno y de comprender lo extraño. Una expresión a través de la cual podemos comunicar sin miedos lo que pensamos, sentimos y creemos, con libertad para dar razón de las propias convicciones, proyectos y esperanzas. // que atinado para estos tiempos que corren y acontecimientos que ocurren….
La viña preferida de Dios. Esperaba hacer un pueblo ejemplar pero este no respondió y,.envio a su Hijo pero también lo mataron.
Habla de nosotros y nos obliga a hacernos preguntas muy serias. Estamos dando el fruto que Dios espera de nosotros? Justicia,acojida, perdon,compasión….
Hablamos de crisis religiosa,abandono de las prácticas religiosas,de donde están los jóvenes?. No estará Dios preparando un camino para una iglesia más fiel al proyecto del Reino de Dios. Quizás esta crisis sea necesaria para que nazca una iglesia menos poderosa más evangélica:menos gente pero más consecuente que hagamos un mundo más humano.
Vendrán generaciones nuevas más fieles al proyecto de Dios? Entonces se podrá restaurar la comunicación?.
Homilía que nos interpela y cuestiona nuestro trabajo en la viña. Sabremos responder?
Carlos. Gracias por ella