El traje de boda

La parábola del Evangelio de hoy es muy clara. Los judíos a  quienes Jesús ha venido a invitar al banquete de bodas del Reino de Dios rehúsan asistir. Habían resistido antes la invitación de los profetas en el mismo sentido. Jerusalén será destruida en el año 70 de nuestra era. Los judíos serán dispersados hasta épocas muy recientes Pero un Nuevo Pueblo nace en ese primer momento: La Iglesia, pueblo de Dios, donde los cristianos de origen pagano serán con muchísimo superiores a los de origen judío.

Es precisamente para estos de origen pagano para los que Mateo presenta la segunda parte de la parábola. Esa que está de absoluta actualidad y que nos recuerda a cada uno de nosotros que no basta ser invitado, que no basta entrar en la Iglesia por el Bautismo, sino que hay que hacerse digno o mejor, abrirse a la gracia de Dios, es decir llevar el vestido de fiesta, el vestido de boda, que dice la misma parábola.

Es pues muy importante que nos preguntemos que quiere decir y que significa ese vestido de boda necesario para entrar y disfrutar en el banquete.

Es simplemente la gracia de Dios el amor, la fraternidad el vivir olvidados de nuestros egoísmos, de nuestro yo falso de nuestro deseo de individualidad , separados del resto de los que nos rodean.

Esa es la verdadera felicidad.
Esa es la verdadera salvación.
Ese es el verdadero traje de boda.

Es importante que hoy nos preguntemos, en este mismo momento, ¿Cuál es el traje que llevamos o lo que es lo mismo, donde intentamos encontrar la felicidad? ¿Qué nos hace rechazar la asistencia a ese banquete? Porque ese vestido hace relación directa a nuestra identidad profunda y a aquello que la alimenta.

Buscamos frecuentemente nuestra felicidad en muchos sitios y de diversas maneras: Sexo, droga, diversión, (Fíjense que “divertire” en latín significa salirse del camino), huir de nuestro problemas sin resolverlos,, mantenerse en buena forma física, afán desmedido de bienestar Todo eso está limitando nuestra capacidad de amar, de fraternidad, de cercanía con los demás.

Si desean saber lo que realmente es para nosotros primordial, en lo que basamos la felicidad, fíjense en cual es su pensamiento recurrente, aquel que aparece sin darnos cuenta, cuando estamos en la cama sin dormir, lo primero que pensamos al levantarnos, es decir aquel que está fuera del control de la inteligencia y de la voluntad. Ahí es donde tenemos nuestro tesoro y ahí, precisamente ahí es donde tenemos nuestro corazón. Escuchar eso, es presentarse al festín con un traje equivocado y ser excluido de la felicidad. Quiero decir cuando no es el amor, la fraternidad, el respeto al otro el motivo de nuestro pensamiento errático.

Es importante darse cuenta de que la parábola habla de que los servidores al fallar los invitados, salen a los caminos e invitan a todos los que encuentran, buenos  y malos, lo cual quiere decir que la invitación no es para los ricos, ni solo para los buenos, sino apara todos aquello que están por los caminos.

¿La miseria, la infelicidad, las enfermedades, el hambre, la destrucción, los cataclismos, hacen necesariamente a uno más infeliz que los satisfechos en todos los sentidos? Pues aunque parezca mentira y les hablo después de vivir 23 años entre los desheredados del mundo, eso no es así. Tener solo dos necesidades y satisfacerlas, le hace a uno ser más feliz y ahora no hablo desde el punto de vista religioso. Que si lo hiciera diría que solo el que nada tiene es el que puede esperarlo todo de Dios y está abierto a la súplica.

El gran secreto de la felicidad es acoger plenamente todo cuanto nos viene al encuentro. Acoger la realidad como aparece. Ninguna acción humana puede hacer que lo que tiene que ocurrir, no ocurra. Es la huida, la ignorancia, la no aceptación, lo que hace al ser humano perfectamente insatisfecho, sin paz y sin felicidad.

San Pablo en la segunda lectura de hoy nos dice textualmente ”Se vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: La hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta.”

Aquel que le conforta, vive en lo profundo de su yo en su identidad profunda, en esa zona del vientre que los budistas llaman “Hara” Pablo vive en y desde esa zona, donde su yo profundo, donde su verdadera identidad está en estrecho contacto con el Dios vivo que allí reside. Juan en su evangelio pone en el Señor estas palabras: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14. 21 y ss.)

Aquel pues que vive desde su identidad más profunda, que es saberse hijo de Dios, de la misma naturaleza divina, en camino de reconocerla en profundidad, sabe que nada de lo que le acontezca puede atacar, entorpecer, desfigurar, borrar esa identidad, alejarlo, separarlo de su Dios. Ese es nuestro traje de Boda. Vivir desde esa identidad, a salvo de cualquier angustia, peligro, destrucción. Etc. Podremos si sentir dolor muchas veces, pero nunca ese dolor se hará sufrimiento alienante y destructivo. Pero dolor y alegría no están nunca separados. Es nuestra mente la que los separa. S. Pablo, lo cito de nuevo, dice a los Corintios: “Todos nosotros reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor y nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos, conforme a la acción del Señor, que es su Espíritu. Por eso no desfallecemos pues aunque nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.”

En esta eucaristía de hoy, estamos recibiendo la invitación de nuevo. La recibimos muchas veces en nuestra vida. Solo nos hace falta silencio para escuchar: la palabra de Dios, la palabra de nuestros hermanos y la palabra de los acontecimientos de nuestra vida.

Recordemos finalmente lo que decía el mismo Jesús: “Buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”

7 comentarios en “El traje de boda

  1. Mauricio dijo:

    Nunca reflexionado esta parábola así…. Gracias. Me quedo con ese hacer silencio para escuchar del penúltimo párrafo… que Dios os bendiga….

  2. Fernando dijo:

    Como encontrar ese centro, hara?
    Y desde el centro del corazon, señor jesus, ten piedad de mi?
    Como vivir como san pablo, desde ese centro o hara?
    Gracias
    Oraciones!

  3. julio wais dijo:

    A ese centro ee llega por el camimo de la sensación, con la ayuda del cuerpo y la respiración `profunda.. Ese centro lo situan en el vientre (otros en el corazón) en oposición a la cabeza, a la razón. Estar en el vientre significa volcarse en las cosas, laspersonas, las acciones, lo cual está facilitando situarse en el presente, para situarse consigo mismo en profundidad, en le ahora, en la simple sensación de ser.Ahí ddescubrimos nuestra identidad profunda, auténtica, el yo soy, sin adjetivos, pues los adjetivos los fabrica la mente no pbservada.

    Ese Jesús ten piedad de mi… es un grito que hace vivir el presente, en la repetición mántrica y el callar la mente, es además un grito pidiendo la comprensión profunda de nuestra identidad, que no es la del pecador es el grito que llama a la profundidad al mismo Dios, que mora en esa profundidad de nuestro ser.

    S. Pablo no conocia el Hara desde luego, pero si su correspondiente. Aquel lugar desde el que vivía el presente sin dejar que los acontecimientos le perturbaran, las cosas buenas o malas, pues el vivía desde su identidad profunda intocable, pues es ahí donde moraba cpn su Dios.

    • Fernando dijo:

      Muchas gracias por su enseñanza, me gustaría hacer una pregunta mas, a costa de ser pesado. Como llevar ese centro, respiracion, hara, corazon..a la vida diaria? Con las personas, en el trabajo, en mi caso de gran estres…estoy seguro que san pablo encontró problemas tremendos, pero como llevar la calma, la meditacion, la atencion, al Señor en el dia a dia? Con sus problemas, estres…etc
      Gracias
      Oraciones

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