SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME…

         De siempre la lepra ha sido una enfermedad penosa y más aún, antes, cuando la ley judaica impedía a los leprosos acercarse a las ciudades y pueblos, para no contagiar a los ciudadanos sanos. Jesús sin embargo no duda en tocar al enfermo y curarle,  en un gesto llenos de misericordia. El verbo usado para “tocar” suponía un contacto prolongado, no un simple toque.

            En el antiguo Israel la lepra no solo era dicha enfermedad, sino que comprendía toda una serie de enfermedades de la piel, tales como los eccemas, hinchazones, manchas sospechosas, forúnculos, tumoraciones, psoriasis, impétigo etc. Lo curioso era que al igual que otras enfermedades estaban asociada a pecados cometidos. Enfermedad penosa y vergonzosa por ser como digo, prueba de desarreglo moral. La gravedad de la enfermedad, su posible contagio y la apreciación moral de la misma hacía que los afectados tuviesen que vivir fuera de las poblaciones y había que evitar así mismo todo acercamiento, so pena de quedar impuro el sano. El pueblo que había sido elegido por Dios tenía que guardarse puro, como su padre celestial. Por estas razones el sacerdote era el encargado de denunciar, alejar, curar y certificar la sanación de dichos enfermos. Todo ello con pingües  ingresos y sacrificios a ofrecer.

            Así pues el que Jesús sustituya en este caso y en otros similares al clero, tiene su trascendencia. Jesús es un laico y ha venido precisamente a renovar y hacer profundizar entre otros a los sacerdotes y al templo. Él mismo cura la enfermedad y no con medicina, ni dinero, ni sacrificios al Altísimo (lo que suponía dinero también), sino por medio de la fe y del amor misericordioso. Al final reenvía al enfermo al sacerdote para la reinserción en la sociedad. Y desde luego Jesús queda impuro legalmente y por lo tanto hasta no purificarse queda alejado del templo. Lo que hoy llamaríamos excomunicado. ¡Cuántas prohibiciones, negaciones, exclusiones no tendría el pueblo judío, el elegido por Dios!

            Jesús ha venido a liberar al hombre de todo aquello que le esclaviza y le somete, empezando por el pecado, simbolizado en este caso por la enfermedad consecuencia del mismo. En otros casos será la pobreza extrema, la dominación demoníaca, la epilepsia, etc. El pueblo judío sometido a decenas de prohibiciones y reglas y leyes, andaba angustiado y frustrado por todas ellas. Jesús no discrimina a nadie. Acoge a todos, los bendice y cura. Jesús no ve en ese leproso a un pecador, ni a un impuro contagioso, sino a un ser sufriente rechazado por la sociedad y en una situación desesperada. Precisamente para eso ha venido pues los sanos no tienen necesidad de médico.

            Y sin embargo, será precisamente esta liberación, exactamente la del pecado y ese cambio de perspectivas, ese ir a lo profundo de la religiosidad y de la ley, denunciando lo exterior, será digo lo que llevará a Jesús a la muerte horrenda y denigrante de la cruz. Muerte que es propiciada precisamente por la casta sacerdotal, los letrados y en general la aristocracia del pueblo de Dios.

          Lo que es realmente curioso es que todo este tema de que hablamos existe en nuestros días igualmente. Frases de cada día como: ”Qué habré hecho yo de malo para recibir este castigo del Señor” o “Te va a castigar el Señor por todo lo que has hecho”. Por otro lado, además, en nuestros días hay ejemplos de personas condenadas y asesinadas por tratar simplemente de predicar la liberación. Liberación que amenaza la seguridad de quienes quieren agarrarse a algo concreto, a algo que sustente su deseo de sufrir como medio de salvación. Resulta chocante como el neocapitalismo ha engullido movimientos admirables que buscaban la liberación del hombre.

            Desde esta perspectiva hemos de examinarnos hoy nosotros mismos. La palabra de Dios es viva y eficaz, como espada de doble filo que penetra en nuestras profundidades,  poniendo de manifiesto aquello que no va con Jesucristo y con nuestros prójimos. Uno no debe salir indemne después de haber escuchado con atención la Palabra de Dios. La Eucaristía es un recordatorio semanal para vosotros y para nosotros diario de la transformación que se ha de ir operando en nuestro interior y que lleva a una mayor comunión con la familia,  la comunidad,  la nación, etc.

            Así ¿Cuál es nuestra actitud frente a los marginados de nuestro mundo, tantos y de tanto tipo? ¿Y nuestra propia actitud ante la esclavitud disfrazada de pecado del que no queremos quizás ser perdonados y que nos tortura?.

Jesús ha venido a decirnos que en lo profundo de nosotros mismos, se encuentra lo que seremos algún día sin ningún disfraz: Hijos liberados de Dios.

            Hemos de acercarnos a ese Jesús, que ya no es el Dios lejano, innombrable, inefable, temible (cuyo nombre no se puede pronunciar siquiera), que nuestra mente no puede captar sino el mismo. Dios hecho hombre, nuestro espejo, que fue visto, oído, tocado, cuando habitó entre nosotros,para decirnos quienes somos y que debemos hacer para llegar a nuestra liberación total y conseguir aquello que nuestro profundo corazón anhela tan intensamente, su presencia, la contemplación de su verdadero rostro, sin ningún velo.

            Ese camino, no exento de dolores y espinas, no es otro que el del amor y la fraternidad, el respeto y perdón de las ofensas buscando la felicidad del otro antes que la mía, la no exclusión de nadie, el acercamiento al más sufriente, el compartir con quien no tiene.

            “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os hermanado” y como dice S. Pablo: “Sed buenos los unos con los otros, entrañables, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó en Cristo”.

            Termino con unas magníficas palabras de Pagola, dirigidas a los marginados, los excluidos y estigmatizados, marcados por la sociedad o las iglesias, hayan salido o no de cualquier tipo de «armario»: Habéis de conocer la Buena Noticia de Jesucristo: Cuando no encontréis un lugar digno entre los hombres, sabed que lo tenéis en el corazón de Dios. Cuando nadie os entiende, el os comprende; cuando nadie os respeta, Él os acoge: cuando la gente os excluye, Él extiende su mano y os envuelve con su bendición.

3 comentarios en “SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME…

  1. Mauricio dijo:

    Me ha impactado leer «Jesús es un laico…» porque nunca me habia acercado a Jesús como un laico…. no se…. me ha gustado… como el resto de la reflexión….Gracias.

  2. grão de mostarda dijo:

    Agradecemos. Jesus é assim: rompe com as indiferenças, todas… Saibamos nós caminhar, na unidade plural, neste projecto de Vida.

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