LA FECUNDIDAD DE LA NOCHE

La abundancia de luz nos regala lo inmediato. Es nuestro: este árbol, este pájaro, esta flor. Nuestra mirada se encariña con lo que está cerca, con lo que nos rodea. Nos quedamos quietos en medio de nuestra jaula de cosas, y todo viene hasta nosotros traído por esa luz que abunda. Los colores, las formas, el movimiento: todo llega hasta nosotros, como llega el alimento hasta el enjaulado, que termina por creerse el centro de todo lo que existe.

La jaula de la luz abundante puede amputar en nosotros la capacidad de volar. Y el que es incapaz de volar, termina por reducir la realidad a su pequeña realidad. Todas estas cosas que él cree poseer, y que en realidad lo poseen a él, pueden terminar por convertirse para él en lo único que existe; o en lo único que vale la pena pensar que existe. Terminará así por olvidar que en su misma tierra existen desiertos y ríos, montañas con nieve y selvas con pájaros en libertad. Terminará por no importarle que existan océanos y hombres que los navegan. Aunque sepa que existen otros mundos más allá de su propio planeta, esos mundos no le interesan para nada, y piensa que nada tiene que aportarle a su vida de jaula en su pequeña geografía satisfecha.

Y es entonces cuando viene la noche. ¡Misterio de la Cruz, Misterio del Amor! La noche que nos empobrece radicalmente. Que al quitarnos la luz, nos arrebata todo lo inmediato. La noche que desenjaula en nuestro interior todos esos viejos miedos; que nos hace sentir pobres y desprotegidos. Que nos vuelve a hacer sentir la necesidad de creer en el ángel de la guarda. En que nuestro niño se despierta y vuelve a buscar refugio en su madre.

Y la noche, al quitarnos con la luz la presencia de lo inmediato, vuelve a encender allá arriba, muy lejos, la luz de las estrellas inmensas. Porque las estrellas necesitan de la oscuridad para poder brillar. O tal vez no sean las estrellas las que necesiten de la oscuridad. En realidad somos nosotros los que necesitamos ser liberados de nuestra pequeña jaula luminosa, para así ser capacitados y poder ver esos inmensos astros de las lejanías que estaban allí, brillando desde siempre. Porque al arrebatarnos lo inmediato, la oscuridad nos capacita para ver lo real que brilla mucho más lejos. Nos ensancha el horizonte a las dimensiones del universo. Obliga al hombre a emprender el vuelo. La presencia de las estrellas en la noche ha permitido a los hombres largarse tierra adentro, hacerse navegantes.

Cuando la oscuridad de un hombre se preña con una estrella, su Noche mala se convierte en Noche buena. La oscuridad nos da la oportunidad del silencio y nos capacita para la búsqueda. Nos obliga a ir hombre adentro y nos invita a adentrarnos en el mar. Hay estrellas inalcanzables que regalaron a ciertos navegantes audaces nuevos continentes. Eran hombres con capacidad de largarse al mar, mineros de la noche con la sola luz de una estrella.

¡Misterio de la Cruz, Misterio del Amor! Lo fecundo de la noche no está en que nos libera de las cosas inmediatas, sino que libera en nosotros la capacidad de ver más allá de lo inmediato. Nos obliga a ver lo exigente más allá de lo útil. Nos hace superar la necesidad y nos hace crecer hasta el deseo. Por eso nos capacita para el despojamiento. El dolor es fecundo, sólo si nos capacita para volar.

No me mueve mi Dios para quererte

No me mueve mi Dios para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

2 comentarios en “LA FECUNDIDAD DE LA NOCHE

  1. mane dijo:

    El Viernes Santo,es día de silencio y espera. Pero un silencio cargado de espera y de esperanza. Lleno de fe profunda y honda. No puede vencer el sinsentido. El amor es mucho más fuerte que la muerte.
    Para adorar el misterio de un Dios crucificado,no basta celebrar la Semana Santa. Es necesario acercarnos un poco más a los crucificados de la tierra.
    No me mueve mi Dios para quererte…preciosa poesía. Gracias por compartirla

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