La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el «viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. Lo único importante es que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano y feliz para todos.
La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan frutos porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.
Por eso se hace una afirmación cargada de intensidad: «el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: la vida de los discípulos es estéril «si no permanecen» en Jesús. Sus palabras son categóricas: «Sin mí no podéis hacer nada». ¿No se nos está desvelando aquí la verdadera raíz de la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que resquebraja sus cimientos como ningún otro?
La forma en que viven su religión muchos cristianos, sin una unión vital con Jesucristo, no subsistirá por mucho tiempo: quedará reducida a «folklore» anacrónico que no aportará a nadie la Buena Noticia del Evangelio. La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo, si los que nos decimos «cristianos» no nos convertimos en discípulos de Jesús, animados por su espíritu y su pasión por un mundo más humano.
Los cristianos necesitamos una “poda” que forme parte ineludible de todo el proceso de crecimiento. En síntesis podría expresarse de este modo: se trata de morir a lo que no somos para que pueda vivir lo que realmente somos. Gracias a la poda, el sarmiento se convierte sencillamente en “vínculo” de la vid desde la conciencia de ser él mismo vid. Los místicos han hablado de “noche oscura. Y Carl Jung lo expresaba de este modo: “no es posible despertar a la conciencia sin dolor”. Por que ese despertar implica desapropiarse del yo (ego) y eso siempre duele. La poda puede nacer de una decisión propia, característica de todo camino espiritual, o puede venir de una manera imprevista, en forma de crisis de cualquier tipo. En este último caso, solemos vernos sorprendidos y, a veces incluso zarandeados. Sin embargo, justamente eso que nos sorprende y remueve puede constituir la mejor oportunidad para una poda eficaz.
Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra atención al Evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no desviarnos de su proyecto porque como nos recuerda Jesús “Sin mí no podéis hacer nada».
Que el Señor nos conceda a menudo podadores que nos zarandeen y los sepamos detectar. Gracias
Gracias
Estar en Jesucristo, como inspiración, siempre.
Y muy oportuno recordarlo ahora, cuando nuestra Iglesia quizás esté empezando a despertar de su invierno. Ya van apareciendo nuevos soplos del Espíritu, frescos y ardientes, que nos traen intuiciones y sueños de esperanza. Nada que temer.
Graciñas.
Por cierto, con El no se sabe cuan alto podremos volar. «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor». Admirable es la fuerza de un Viento capaz de agostar todo en derredor y abrasar el pecho en un anhelo profundo, ineludible y misterioso, por una vida de espiritualidad, pobreza y sencillez… tan radicalmente distinta que muchos no la podrán imaginar o comprender.
Con estas palabras, envío mi recuerdo y cariño a una persona encantadora, que acaba de traspasar esas puertas del Císter. Enhorabuena, Luis.