El amor es cosa de tres

A los grandes misterios de nuestra fe, como éste de la Trinidad que hoy celebramos, sin dejar por ello de ser inaprehensibles, podemos aproximarnos a su comprensión y esclarecimiento cuando los confrontamos con las cosas que nos van sucediendo en la vida. Y para ello no es necesario que seamos ni muy inteligentes ni que estemos todo el día dándole a la cabeza. Tenemos que vivir sencillamente como lo que somos, creyentes de a pié, a la altura de nuestra vocación básica, que no es otra que la de vivir como seres humanos.

Cuando vivimos así, lo primero que se nos ofrece para nuestro descubrimiento es que somos relación, es decir, que estamos hechos para la relación con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Y cuando en una relación se da la sintonía y la comunión, entonces la llamamos encuentro. Es por esto por lo que podríamos afirmar que estamos en esta vida para aprender el arte de la relación, que es el encuentro. El encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios.

Además todo encuentro tiene un enorme potencial para producir el milagro del cambio. En el encuentro con una persona descubrimos quiénes somos realmente y nos ponemos en contacto con nuestro verdadero ser.

Pues bien, salvando las distancias, de la misma manera que cualquiera de nosotros no puede ser comprendido si no es al lado de otras personas y por las relaciones de comunicación que establece con ellas, con Dios pasa un poco lo mismo: aunque no lo formulemos así, para conocer personalmente a Dios es necesario establecer una relación con Él; si no hay relación, no hay conocimiento.

Todos confesamos que Dios es Amor. Pero el amor, así a palo seco, no nos dice nada. El amor es siempre amor a alguien o a algo. Es decir, que Dios es Amor porque ama a alguien, porque propicia el encuentro. Como además suponemos que su Amor es ilimitado y pleno, es por lo tanto recíproco, porque el amor acabado es recíproco. Es fuerte el amor como la muerte…; es centella de fuego, llamarada divina; las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos… (Cantar 8, 6-7)

Al amor mutuo lo llamamos comunión; Dios es, por tanto, comunión. Es la unidad en la diversidad. Y cuando dos personas están en comunión y se aman, la corriente amorosa que fluye entre ellos, parece que tiene algo así como vida propia. Aquí tenemos, pues, al Padre, al Hijo, y a la relación amorosa entre ambos, que se expande generando vida, que es el Espíritu Santo.

¿No hablan acaso los padres de sus hijos, como de los hijos de nuestro amor, como si estos fuesen el fruto de la comunión, de ese amor que tiene vida propia? Los hijos que de verdad son bienqueridos, sienten que son hijos de su mamá y de su papá, gracias al amor que existe entre ellos.

Como os decía al principio, no es tan difícil de intuir este gran misterio porque su comprensión la encontramos en la vivencia sencilla y cotidiana de nuestra fe. Dice Rumi, el místico sufí: “Cada uno ve lo invisible en proporción a la claridad de su corazón”. Cuando nos amamos creando comunión, comprendemos el misterio del amor trinitario, porque participamos de él. Es tan simple, y tan difícil, como esto, y no hay que complicarse más la vida. El amor es siempre algo de a tres.

Quien ama, saborea los grandes misterios de la fe y, además, y esto es lo más importante, es buen hijo, porque cada de uno de nosotros no somos otra cosa que el fruto de una comunión, y esta Comunión es Dios. Cuando vivimos el amor mutuo, cuando vivimos en comunión somos felices y somos reflejo de Dios que es comunión.

Un día más hemos sido invitados a celebrar el banquete eucarístico. La Eucaristía es el signo por excelencia de la Comunión que percibimos materialmente a través de nuestros sentidos, y que viene a decirnos dos cosas muy sencillas: primero, que la comunión es lo único que da sentido a la vida humana; y segundo, que cuando vivimos en comunión somos seres humanos cabales y completos, capaces de engendrar vida, porque somos semejantes a Dios, que es Comunión y Amor Trinitario.

En este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, en el que la Iglesia celebra el día de la Vida Contemplativa, pedimos vuestra oración para que las comunidades contemplativas sean un icono vivo de la vida trinitaria.

2 comentarios en “El amor es cosa de tres

  1. Mauricio dijo:

    Gracias. Rezo por vosotros monjas y monjes que en cimunion con todos sois claro ejemplo del amor trinitario: vosotros, nosotros y El. Gracias.

  2. carlos Martín dijo:

    «……Dios es Amor porque ama a alguien, porque propicia el encuentro. «.uno puede pensar que el » encuentro «, es el resultado de una disposición del ser en un momento dado, un momento de apertura no racional, una apertura con el corazón, ajena a la propia voluntad. Amas todo lo manifestado, te meces en el flujo de Dios, en su abrazo, , u fugazmente sientes que todo tiene sentido.
    Gracias con humildad por la homilía.

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