Quien pierde con Cristo, gana

Forgiven | Thomas Blackshear

El destino de Jesús, cuando toma la decisión de subir a Jerusalén no lo podemos leer como un destino cruel impuesto por Dios. La decisión de Jesús nace de una obediencia y de una fidelidad a la Palabra, era, como en todos los profetas, un fuego ardiente que lo quemaba por dentro, y ese fuego sólo se podía apagar traicionándose a sí mismo, al proyecto del Reino, a los hombres y a Dios. Jesús no va a apagar ese fuego porque mantener viva la llama de la fidelidad es un duro trabajo que a veces cuesta lágrimas de sangre. El vino a traer fuego a la tierra y deseaba que ese fuegos hubiese prendido (Lc 12, 49).

Jesús trata de explicar a sus discípulos, a los discípulos de todos los tempos, que el seguimiento de su persona y el compromiso con los valores del Reino, va a estrellarse frontalmente con los estamentos políticos y religiosos que hacen del poder y de la religión un modo de dominar y esclavizar al pueblo, tal como sucedía en su tiempo y, de muchas maneras, se prolonga a lo largo de la historia. Por eso Jesús no quiso que sus discípulos se quedasen con la confesión triunfalista de Pedro: «Tú eres el Mesías el Hijo de Dios vivo», porque el triunfalismo nos lleva por mal camino. Hay una segunda cara de la moneda y, es que, confesar a Jesús como Mesías e Hijo de Dios vivo, tiene por fuerza que llevarnos por el camino de la cruz.

Hay dos aspectos que tenemos que tener en cuenta en la vida cristiana con respecto a la actitud de Pedro: El primero, el temor al fracaso, al sufrimiento, a perder la vida. El segundo es el servicio diaconal. El primero lo costó a Pedro el reproche más duro que salió de la boca de Jesús: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Y no olvidemos  que Satanás es el padre de la mentira y cuando dice mentira dice lo que le sale de dentro porque es un mentiroso (Jn 8, 44). El segundo, nos lleva al momento del lavatorio de los pies en la Última Cena. Jesús haciendo un oficio de esclavo nos enseña el abajamiento como seña de identidad del discipulado. Pedro no lo admite. En los dos casos la respuesta de Jesús a Pedro la podemos resumir así: «¡Pedro, tú detrás de mí, el que marca el camino soy yo!».

No es fácil asomarse al mundo interior de Jesús, pero en su corazón podemos intuir una doble experiencia: su identificación con los más pobres y perdidos, con los últimos y muy lejos de los triunfalismos de Pedro. Y su confianza total con el Padre. Jesús no era un idealista, sabía a lo que se enfrentaba y quería que su comunidad no tuviese sueños que nunca se iban a realizar. Quería encontrar en sus seguidores la misma pasión que él sentía por la vida, por las personas, por un mundo más justo, digno y dichoso para todos. Si seguían sus pasos, debían compartir su pasión por cumplir la voluntad de Dios y su disponibilidad total al servicio del Reino. Quería prender en ellos el fuego que llevaba dentro.

Quien pierde con Cristo, gana – es el resumen de la invitación que le hace Jesús a su comunidad a través de los siglos. Nos guste o no, cuando Jesús le dice a la comunidad de discípulos de que el seguimiento conlleva la negación de uno mismo y cargar con la cruz, nos está abriendo un camino nada fácil de transitar. Y este pasaje evangélico tan singular se tiene interpretado, a mi modo de ver, erróneamente en las comunidades cristianas. Se nos tiene dicho que cargar con la cruz es llevar una vida de ascesis y renunciar a los gozos de la vida, y esto está en contradicción con la enseñanza de Jesús que quería que todas las gentes pudieran gozar de una vida sana y feliz. Por eso gustaba de compartir las comidas y las fiestas, porque los hijos de Dios merecen ser felices. Jesús nunca hizo del sufrimiento el centro al rededor del cual tienen que girar los demás. Todo lo contrario, él echó sobre sí el sufrimiento y el dolor allegándose a las gentes y compadeciéndose de ellas porque andaban descarriadas como ovejas sin pastor. Toda su vida fue una lucha constante por arrancar al ser humano de ese padecimiento que se esconde en la enfermedad, en la injusticia, en los abusos, en el pecado y la muerte.

Cargar con la cruz, tal y como Jesús nos lo dice es otra cosa muy distinta a como se enseña desde muchos púlpitos: es la obediencia y el seguimiento que nos va a hacer mantenernos firmes en la fidelidad a su Palabra y en el proyecto de Reino que era su pasión, porque todo eso nos llevará a tener que enfrentarnos a un mundo injusto y hostil que se alimenta de la esclavización, del sufrimiento y de la explotación de los seres humanos que, incluso hoy en día, se les trata en muchos ambientes como si fueran ganado expuesto en una feria. Cargar con la cruz nos va a llevar muchas veces a enfrentarnos con las religiones que se creen poseedoras de verdades absolutas y descuidan lo esencial: la misericordia y el conocimiento de Dios y el servicio a los hermanos procurando su felicidad y libertad.

«Negarse a sí mismo» no es echar por el camino de un ascetismo absurdo o castigarse a uno mismo y, menos aún, anularse o destruirse. Es mucho más sencillo que todo eso y tal vez por eso es más difícil y exigente: es no vivir pendiente de uno mismo, de mis cosas, de mi yo. Liberarnos de nosotros mismos para vivir una adhesión a Jesucristo que nos va a hacer hombres y mujeres libres y que asumimos los riesgos que conlleva el seguimiento del Maestro, que nunca sabemos por qué caminos nos va llevar, pero intuimos que, además de la alegría interior de sentir su presencia viva en nosotros, sabemos que lo mismo que él fue incomprendido, rechazado, perseguido y crucificado, lo mismo nos puede ocurrir a nosotros, porque: «El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido también os perseguirán a vosotros».

La cruz no la tenemos que ver como una derrota, sino que es la victoria de los creyentes contra los poderes de este mundo contrarios a los valores del Reino. Y tener siempre en cuenta, siempre, que, quien pierde con Cristo, gana. Esta es la feliz paradoja.  

3 comentarios en “Quien pierde con Cristo, gana

  1. comunidade grão de mostarda dijo:

    Gratos por nos recordarem que, na «lógica» do Reino, não é possível Viver de bem com o projecto de Deus para a Humanidade e o projecto do Dinheiro, que é projecto de Poder…

  2. Mane dijo:

    A veces no se bién a quién creer,a quien seguir. Me gustan las personas buenas,nobles,me gustan las que sueñan y no se conforman. Dudo de los que tienen la verdad. De los que juzgan y condenan,los que nunca arriesgan.
    Jesús es el caminante silencioso,el peregrino,que me abraza cuando me siento frágil. El que sana mi herida abierta,esa herida profunda que me hace sufrir tanto,al que miro buscando respuestas,me importa su mirada,su paz,sus silencios, me emociona su sonrisa.
    Me gusta ese Jesús que camina a mi lado. Decidirnos por Jesús es vivir las consecuencias cada día de nuestra vida.
    Dejar de quejarnos,tomar la Cruz y caminar.
    Quién decís que soy yo?. La fe no consiste en creer en algo, sino en creer el Alguién

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