Una nueva inocencia

Cristo y los niños (det.) | Emil Nolde | 1910

El que acoge a un niño en mi nombre me acoge a mí. Lo que caracteriza a un niño es su inocencia. Quien acoge a un niño acoge su inocencia. Los niños no tienen resistencias, están abiertos al asombro, a todo lo que ocurre, porque no tienen prejuicios. ¿Quiere decir eso que tenemos que recuperar la inocencia que teníamos cuando éramos niños? Sabemos que eso no puede ser, pero si ello fuese posible, supondría una vuelta atrás. Los Padres de la Iglesia dicen que Adán perdió la inocencia del paraíso y que el hombre nuevo tiene que adquirir una nueva inocencia. 

Tanto la inocencia de Adán y Eva en el Paraíso como la del niño cuando todavía no razonaba, les permitía tener una visión global de todo. Cuando perdemos esta primera inocencia al abandonar la niñez, “somos expulsados del paraíso” y lanzados a la existencia con la conciencia de lo mío y de lo tuyo.

La condición humana es la condición de la inocencia perdida, y sería un error pensar en volver a la primera inocencia, a la condición paradisíaca. Por eso, en el relato del Génesis podemos ver que Dios fue mucho más misericordioso de lo que nos imaginamos al poner en la puerta del paraíso a los querubines con espadas de fuego con el fin de impedir al hombre ceder a su mayor tentación: la de querer retornar a la ignorancia y negarse a proseguir el proceso que conduce a la humanidad nueva.

La nueva inocencia, es el fruto maduro y gratuito de quien no puede seguir viviendo en la ignorancia y por eso no quiere regresar al paraíso para recuperar la inocencia perdida. Acepta la condición humana como es, con sus luces y sus sombras, con lo bueno y lo malo, con lo feo y lo bello… Y, si llega el momento -porque así Dios lo quiere- se asombrará y mirará al sol como si fuese la primera vez, y contemplará todas las cosas de otra manera, conocerá espontáneamente, pero no juzgará, simplemente verá, gozará, vivirá, no esperará otra cosa. No es una ideología, ni es una forma de pensamiento, es una actitud que se agota en cada momento. No se quiere nada, solo se disfruta o se padece el momento.

La inocencia es regalada por pura Gracia de Dios. Lo que hace que alguien se vuelva como un niño, es la permanencia en el Amor que se expande en él haciéndole espontáneo, sin la interferencia de sí mismo que todo lo contrasta con el pasado y lo anticipa por inseguridad y miedo al futuro, que todo lo mide, lo evalúa, lo juzga y lo condena.  Por eso, el que es como un niño es espontáneo, inocente y humilde. Ya no se toma las cosas personalmente, ya no se da importancia y por eso sigue regresando al hogar que él mismo es, sabiendo que es la persona que siempre estuvo esperando. Vive amándose a sí mismo en la aceptación de lo que es, y por eso vive la vida cotidiana en la paz y en la armonía.

El que ha nacido de nuevo, quien conoce esta segunda inocencia, vive la vida como un milagro constante, sabe que toda la belleza de la vida reside en vivir con apertura y confianza el riesgo, la novedad, lo que no se conoce. Vivirá con la certeza vital de que procede de Dios y que vive siempre en Él porque se sabe Uno con Él.

 Si no volvéis a ser como niños no entrareis en el reino de los cielos. El reino de los cielos es algo mucho más familiar de lo que podemos suponer. Es el hábitat en el que viven los que son como niños. Es el lugar de la felicidad. Es nuestro rostro original. Está ahí, a nuestro alcance. Es lo que somos. La claridad del ser, la experiencia del Amor infinito crea anchura, espacio, inspiración, aire divino profundamente humano que permite volar. Nos eleva para retomar la perspectiva de la mirada divina y descansar ahí con los mismos sentimientos del corazón de Dios. No es algo etéreo.

El cuerpo no se equivoca, es el instrumento de expresión de lo que somos, percibe esta experiencia de la espaciosidad y es conformado a ella, reconoce en ella su ser verdadero, lo que es, y se expande contaminando todo lo que está en su entorno. Se nos revela continuamente en tantas experiencias cotidianas y entrañables que nos dilatan. El cuerpo al ser habitado por el Amor pierde el miedo y se expresa físicamente como ternura. La ternura es blanda. Somos como vasos comunicantes. Y el que entra en ese campo lo percibe como si formara parte de esa Presencia que todo lo abraza y abarca y penetra y atraviesa. La ternura va siempre acompañada de la gratitud. Todo es Gracia.

4 comentarios en “Una nueva inocencia

  1. Mane dijo:

    Seguimos necesitando escuchar esa lección de cuando en cuando en nuestra vida. Hay demasiadas aspiraciones al los primeros puestos,a ser importantes. Nos viene bien que Jesús nos recuerde la lección. Quien acoge consciente y solidariamente a un «niño» $in limitaciones, acoge al mismo Jesús. El niño presencia simbólica de los más vulnerables.¿ por que lo olvidamos tanto?. Dices aque somos la inocencia perdida, que tenemos que contemplar las cosas de otra manera par ver,gozar,vivir. No esperar otra cosa.
    La inocencia es pura Gracia de Dios.
    Bella y magnífica homilía que toca y llega al corazón!!!.
    Gracias por compartirla.

  2. Alvito dijo:

    El niño es pobre, todo lo espera y necesita de sus padres.
    Así es el verdadero creyente, «pobre de Yahvé; bienaventurados los que tienen espíritu de pobreza, porque se viven en total dependencia de Dios.
    Así eran los niños, muy necesitados, y también tenidos en poca consideración.
    Pero Jesús los amaba y nos los puso de ejemplo, para que viviéramos en total dependencia de Dios.
    También se puede entender así.

  3. Miren Josune dijo:

    Hacía tiempo que no leía homilías y comentarios tan bien elaborados y profundos; llegan hasta el corazón y hacen pensar, interpelado nuestra fe y la vida que Dios nos regala cada día.

    La inocencia primera no residía en la desnudez física, sino en esa intimidad, en la cual, el ser humano se mostraba vacío de sí y habitado por el Amor del Creador.

    La inocencia se rompió en el principio y ahora también, cuando el hombre y mujer, sucumben a la seducción del mal, y el libre albedrío toma la opción de negar y rechazar el Amor de Dios.

    Cuando el hombre y la mujer, creen valerse por sí mismos, ser suficientes, intentan crear torpe y erroneamente su propia imagen, prescindiendo del Creador y del don de su AMOR.

    Entonces es, cuando se hace visible la desnudez más profunda, la pérdida de la inocencia primera, aquélla que deja el corazón, huérfano de la Misericordia y el Amor de Dios.

    Es evidente que, la conciencia del mal y pecado, no tiene otro camino que el retorno, volver a la Casa del Padre, a ese estado original de Gracia, del que nunca debimos romper y alejarnos.

    Ahora bien, partiendo de la limitada y frágil condición humana, la inocencia primera se convierte, en esfuerzo de Conversión, para alcanzar la condición de hombres y mujeres íntegros.

    Integridad de la «inocencia» tardía, la que debemos adquirir por medio de las obras de Amor. Así aprendimos de Jesús, a reconocer la caricia tierna del Padre-Bueno, esa «mano» poderosa del Creador, la que no nos suelta del todo, porque sabe la orfandad, en la cual, el ser humano se ve así mismo disperso y perdido.

    El ser humano nace INOCENTE, más no inmune al pecado y la tentación. Tendrá que mantener insobornable e íntegra su Dignidad e imagen de Dios. Es también, compromiso y respuesta de su condición como cristianos-as.

    A través de la Oración, podemos llegar a alcanzar, el INOCENTE y confiado diálogo de Dios con el ser humano, despojados de la apariencia externa, en esa intimidad, donde el aliento del Espíritu se alegra y va consolidando, la profunda amistad con el Padre.

    Gracias por este alentador espacio de encuentro con la Palabra.

    Miren Josune

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