
Las arrugas de la ciudad (Los Ángeles) | JR* | 2011
Podemos estar seguros de que Dios no se cansa de tomar contacto con cada uno de nosotros. A ejemplo del ciego tenemos que ir –en toda confianza- hacia el Señor en busca de luz y de ayuda; acogernos su misericordia.
El evangelio de hoy es de una gran belleza y muestra tres personajes que encarnan tres actitudes en las que nos debemos mirar y juzgar. Jesús, los discípulos y el ciego de Jericó. Veamos detenidamente cada uno de ellos.
1.-Jesús:
Jesús está pasando cuando sale de Jericó, en su última etapa camino de Jerusalén. Allí va a conocer la oposición más dura, la pasión y la muerte. Jesús se detiene al oír la voz de una persona que le llama a voces. Manda que lo acerquen. Esto significa que no estaba cerca de él, pero la voz, esa voz llena de fe y de esperanza, el grito mejor, le hace detenerse. Es algo superior a sus fuerzas. Él busca la fe de las persona en su actitud salvadora, que no es solo actitud espiritual sino física incluso, como en el milagro de hoy.
Se acerca al ciego Bartimeo y lo hace con una apertura total a las peticiones del que lo llama. ¿Qué quieres que haga? Amplia pregunta desde una misericordia sin límites. Le devuelve la salvación. “Tu fe te ha salvado”. Jesús no menciona para nada la visión devuelta sino la visión del corazón que ha reconocido en él al Mesías, quien tiene poder para curarlo. Bartimeo no lo ha visto con los ojos, pero si con el corazón. El ciego no le pide monedas sino la vista, pues no quiere compasión sino el milagro de verse devuelto a su integridad y su reinserción en la sociedad. A veces la compasión no hace sino justificar y perpetuar la indolencia, la injusticia y la marginación. Recuerden aquello de que es más importante enseñar a pescar que dar pescado de limosna. Jesús reintegra al ciego en la sociedad.
Qué importante es esta visión del corazón: reconoce lo escondido, lo oculto. Observa desde el interior. Tres estadios de la función de los ojos: Ver, mirar y observar. Recuerden al otro ciego del Evangelio de Marcos, que cuando el Señor lo unge con la saliva dice: “Veo personas como árboles, que andan” A la segunda unción consigue ver las personas como eso, como personas.
La mirada de Jesús a Bartimeo es una mirada llena de ternura y misericordia. Su mirada al ciego le hace olvidar su propio drama que está a punto de comenzar, pero que conoce a la perfección. Jesús se convierte en instrumento de la salvación de aquel pobre ciego. Jesús está siendo aquí instrumento de la misericordia del Padre, de su Padre Dios. Tiene un corazón que conoce las necesidades de los demás, percibe sus dolores y sus cuitas.
2.- Los discípulos que acompañan a Jesús.
Jesús va hacia la muerte y los discípulos a su interés personal. Solo piensan en su futura posición cuando lleguen a Jerusalén. Jesús antes de esta escena acababa de anunciar por tercera vez su próxima pasión y muerte y acto seguido la madre de los Zebedeos le formulaba la petición de que sus hijos se sentasen uno a la derecha y el otro a la izquierda en su cercano reino. Siempre en los inmediatos versículos antecedentes del milagro de hoy, los otros discípulos se indignaban con los Zebedeos Juan y Santiago, porque querían pisarles el puesto. Estaban todos llenos de sí mismos, con un Ego, un yo gigantesco que les cerraba la mente a toda otra cosa sobrenatural. Solo piensan en su futuro y hacen callar al pobre Bartimeo, incapaces de ver su necesidad y su fe. Este grupo sencillamente no vive en la realidad presente sino que su mente y sus corazones están en otro lado, como acabo de decir. No viven en un presente sino en un futuro que piensan ya cercano y les va a llenar de poder y de gloria. Cuando prendan a Jesús en el Huerto de los olivos, y se den cuenta de lo que se viene encima salen pitando dejando abandonado al pobre maestro.
“Donde está tu tesoro allí está tu corazón” Buen punto de meditación de nuevo para nosotros. Donde está nuestro tesoro, es decir aquello que ocupa nuestra mentes y nuestro corazón y que pensamos siempre que no estemos haciendo algo. ¿Ese centramiento en nosotros no estará impidiendo que alguien cercano no se acerque a Dios o nuestra manera de ser o de hablar sea un impedimento para ello?
3.-Bartimeo:
Tercer y último personaje. Doblemente desgraciado: Mendigo y ciego y totalmente necesitado de los demás para su supervivencia. Qué doloroso tiene que ser el tener que depender totalmente de los otros para cosas importantes y necesarias como la vida misma.
Él está al borde del camino, ciego y hambriento. A lo mejor estaba reposando en su ir y venir pidiendo limosna. Bartimeo representa el tipo del verdaderamente creyente. Ignorando las amenazas de la gente grita por segunda vez a Jesús en su auxilio y de un salto, ciego como era, se acerca a Jesús. Que le llama. A la pregunta que conocemos de Jesús, le responde “Señor que vea”, no habla para nada de sus ojos. Quizá incluso está pensando en ver con sus propios ojos a ese profeta del que todos hablan y que anuncia el Reino de Dios. Y grita a Jesús. No le llama. Grita. Es el grito de la súplica, mucho más poderoso que la oración misma. Es el nexo entre la misericordia y la pobreza que hace gritar. Por último una vez curado no le hace al Señor un regalito como hacen los pacientes agradecidos al doctor, sino que le sigue por los caminos.
Y tercer punto de nuestra reflexión: ¿Alguna vez hemos gritado al Señor para que nos cure? Entiéndase, ¿suplicado al Señor, con ese grito interno que sale del corazón, lleno de fe en la misericordia de nuestro Dios Padre-Madre? Somos perseverantes en nuestras peticiones? ¿Pedimos las cosas físicas o las espirituales? ¿Estamos al borde del camino- fuera de nosotros y de lo nuestro- esperando que pase el Señor y conocer su voluntad y su misericordia?
Agradecemos al Señor el evangelio proclamado hoy a nosotros que queremos estar oteando su paso misericordioso y sanador. Y también ayudando a otros anunciando al maestro que pasa por el camino de la vida de cada uno.
* JR – para saber más sobre este artista, visitar su página: https://www.jr-art.net/
¡ Cuántos interrogantes nos plantea hoy Jesús!
¡Cuánta fe tiene Bartimeo!
¡Cuánta coherencia necesitamos!
Gracias por todas estas reflexiones…….
La clave está en ver, en recobrar la vista, para iniciar el camino de la vida cristiana » Señor que vea». La fe es un don,una gracia, la semilla que Dios pone en el cristiano para que brote el seguimiento de Jesús. Eso sí, Bartimeo puso de su parte para que se le otorgara ese don: grito,dio un salto,tiró la capa y se acercó a Jesús. El Señor nos oye siempre.
Una clariísima homilía. Gracias por ella
Al primer golpe de vista, tres actitudes:
– Estar al borde del camino, oteando su paso.
– Contemplar con el corazón, esperando que la verdad aparezca por si misma, desde el silencio.
– Dejar que el Espíritu ore, gritando en nosotros. «Con gemidos inenarrables».
He obviado la actitud fundamental: Ser transmisores de la misericordia efectiva del Padre.
Sentémonos de forma activa en la senda de la Vida…con Esperanza. Habramos nuestro ser al Ser…nuestro Corazón con las puertas abiertas para que fluya el influjo De Dios. Él habita en nuestro interior…Él inunda con su Luz todos los entresijos ciegos de nuestra Alma y nos hace “ver” con ojos distintos el presente. Ese es lo que importa. Corramos detrás de la Verdad…sintamos que nuestro sino es el seguimiento de Jesús y, por ello, el servicio a los demás. Pidamos al Espíritu Santo que si por momentos o absolutamente nos quedamos ciegos no nos abandone…que con SUMA TERNURA nos encamine de nuevo al seno De Dios Padre.