¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado! Inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Silencio de Dios. Jamás el silencio fue tan sordo. ¿No será el silencio el lenguaje de Dios? ¿No será el modo más elocuente de expresarse a sí mismo, de expresar su amor y su ternura para con nosotros? No estamos acostumbrados a este lenguaje. El silencio de Dios nos interroga, nos abruma; también nos sobrecoge, nos anima y nos conforta. Su silencio garantiza nuestra libertad. ¿Por qué tanto silencio? ¿No será el silencio su lenguaje, su modo de comunicarse?
El silencio envuelve su misterio creando ámbitos de libertad, de intimidad y de contemplación. Es bueno esperar en silencio la Salvación de Dios, entrar en el misterio del silencio de Dios, misterio de nuestra libertad. Silencio sentido, doliente ante la muerte del Señor de la vida. Silencio tenso, poblado de interrogantes, ante la injusta muerte del amigo amado. Nuestro silencio es orante, paciente y rendido, ante hechos consumados, incomprensibles, crueles y despiadados. Tu silencio es palabra muda, clavada en una cruz y asesinada. Tu silencio interpela, abre un diálogo con las palabras que toman cuerpo en los hechos injustos de tu muerte.
¿Cómo escuchar tus silencios en el ruido ensordecedor de las injusticias de los hombres? Escuchando tus silencios entenderíamos tus palabras, tu lenguaje, comprenderíamos tu vida, tu mensaje, tu misterio. ¿Por qué tantos silencios en tu vida, Señor de nuestras vidas? También tu Padre guarda silencio; respeta su creación, nacida en el silencio. Silencio que es amor, pero que no entendemos. ¿Por qué calla tu Dios ante tu injusta muerte?
Y, ¡son tantas las muertes que pueblan nuestra historia! Después de tantos siglos no nos acostumbramos al silencio de Dios. Ponemos nuestras palabras en su boca, como si él hablara; contamos historias venidas de lo lejos, para llenar el vacío silencioso del amor de Dios, hecho silencio. Dios calla, guarda silencio. ¿No será el callar de Dios una invitación a encontrar respuesta a su silencio en nosotros mismos? Su silencio nos invita a reflexionar. ¿No será tu silencio una invitación a escuchar la voz del corazón? Allí encontraremos las respuestas a tus silencios, emergerán las palabras que esperamos.
Clavado en la cruz, cuestionas mis seguridades. Quiero permanecer en silencio, Dios mío, escuchando la voz de tu silencio, que se hace en mí palabra reveladora de amor sin límites. Si tu silencio es palabra que me habla, en silencio, quiero abrir el oído, escrutar tu vida, escuchar tu muerte: palabras silenciosas cargadas de bondad.
También hoy escucho muertes como la tuya. En silencio quiero descubrir, cómo en las acciones legales, se ocultan intenciones torcidas, buscando razones para quitarte de en medio por el bien del pueblo. ¿Por qué molesta tanto tu vida? ¿Y los tuyos? También los contemplo en silencio. Están lejos, han huido… ¿Qué misterio encierra la vida del hombre que sabes respetarlo con tu silencio?
En mi silencio contemplo a las mujeres. Ellas están allí y te seguirán hasta el final. Ellas verán cómo es fuerte la Palabra de tu silencio, al amanecer, el primer día de la semana, justo, al salir el sol.
¿Cómo olvidar que el silencio de Dios es desde siempre el lenguaje del amor? En silencio, Dios mío, contemplo agradecido la gran obra de tu amor. Danos oídos sensibles para oír tu silencio, silencio que es denuncia ante la injusta muerte del Hijo de tus entrañas, apuesta incondicional por los hijos de tu amor.
En el silencio humilde, abiertos al Misterio, agradecemos tu entrañable silencio amoroso.
Gracias
Gracias!
Gracias
Ante la paradoja de un Dios crucificado, ante ese Jesús vulnerable,quizás la única actitud digna es el silencio
Buena homilía. Gracias