La celebración de hoy es un verdadero descanso para el espíritu. Nuestro aspiración de vivir desde la plenitud del ser, es ya una realidad cumplida. Somos invitados a celebrar esta Eucaristía y este día de fiesta con verdadera alegría, con gozo íntimo en el corazón, con los ojos clavados en esta certeza que es lo que da sentido a nuestro vivir de cada día, tantas veces frustrante y agotador.
Los miedos que atenazan, los deseos no encauzados, las frustraciones que nos sumergen en la amargura, permanecen agazapados y camuflados en los pliegues más íntimos de nuestro corazón. Nos hacen esclavos de las tendencias destructoras de nuestro falso yo, que nos seducen bajo apariencias falsas. El vacío, la decepción, el despecho y la angustia son los síntomas de esos comportamientos malsanos que brotan de nuestro corazón herido. Y aunque es verdad que la mayoría de las veces los temores y deseos aguardan ocultos, pueden aparecer hacia fuera disfrazados de sinceridad, verdad y coherencia.
En este día se afirma que el ser humano tiene la posibilidad de liberarse de sus temores y de encauzar sus deseos, fuente de sus continuos sufrimientos y quebrantos. Podemos llegar a recobrar nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestra integridad perdidas. Hoy halla su cumplimiento nuestro deseo original, verdadero y profundo. Emergen fuerzas y capacidades para poder elevarnos sobre los estímulos destructores que amenazan nuestra integridad. Se nos habla de esperanza, de vivir con anchura, esponjados y felices en la certeza de que nuestro anhelo de retornar al Hogar, se verá cumplido.
María, una mujer de nuestra raza, sencilla, pobre por su situación social de mujer, es tomada hoy de la mano y llevada de vuelta al Hogar. Toda su realidad, es introducida definitivamente en el ámbito de Dios, allí donde habita la plenitud del amor consumado. ¿No es esto lo que, de diversos modos y maneras, queremos expresar los seres humanos, independientemente de nuestro credo o religión, al hablar de cual es nuestra vocación, nuestro rostro original, de lo que es definitivo en la vida?
En esta fiesta, asombrados de tanto amor, podemos vivir confiados con la certeza de que, si alguien de nuestro barro penetró en el ámbito del Amor infinito de Dios, todos tenemos ese destino como ofrecimiento seguro. Éste es el sentido esencial de la fiesta de hoy: al ser humano, herido por infinidad de temores que le esclavizan y deseos descontrolados, que destruyen lo más digno y sagrado que hay en él, se le abre la puerta de la esperanza. Se respira un aire nuevo y fresco que oxigena todas esas zonas tenebrosas y lúgubres del corazón humano, llevando paz, confianza y alegría.
Es la fiesta de lo pequeño, de lo humilde, de lo que no cuenta. La fiesta de los que pasan desapercibidos, de los que no tienen ningún protagonismo sobre el curso de los acontecimientos, ni constan en los anales de la historia. Fiesta de reconocimiento de todos aquellos que sostienen el mundo desde el silencio, y abren nuevos horizontes desde el anonimato.
“En el centro de nuestro ser se haya el punto de la nada incorrupto por el pecado y las fantasías, un punto de verdad pura, un destello que pertenece eternamente a Dios. Es inaccesible para las fantasías de nuestra propia mente o las brutalidades de nuestra propia voluntad. Este pequeño punto de la nada y de absoluta pobreza son la gloria pura de Dios en nosotros. Es como un diamante puro, ardiendo bajo la luz invisible del cielo. Está en todos nosotros, y si lo pudiéramos ver seria como billones de puntos de luz concentrándose en la cara y el resplandor de un sol que haría que toda la crueldad del mundo se desvaneciera completamente. La puerta del cielo esta en todas partes”. (Thomas Merton)
Quizás sea por eso, por lo que cada vez que sentimos la belleza y saboreamos la magnanimidad, cuando reconocemos la maravilla de las cosas sencillas de la vida, cuando podemos tratar a los extraños con verdadera bondad sin esperar nada de ellos, es porque se ha abierto un espacio, aunque sea breve, en medio de ese torrente incesante de pensamientos que es la mente humana; ‘la loca de la casa’, que decía Santa Teresa. Hay algo común entre la capacidad para ver la belleza, apreciar las cosas sencillas, disfrutar de la soledad o relacionarnos con otras personas con bondad. Ese elemento común es la sensación de serenidad, de paz y de estar realmente vivos. Es el telón de fondo invisible sin el cual esas experiencias serían imposibles. La verdadera felicidad, la alegría de ser, se encuentra en las cosas más sencillas y aparentemente ordinarias. La mayoría de nosotros, en nuestra búsqueda incesante de experiencias significativas, constantemente nos perdemos lo insignificant; lo cual quizás no tenga nada de insignificante. Para caer en la cuenta de las cosas pequeñas, es necesario el silencio interior, ese punto de la nada incorrupto del que hablaba Merton y que está en todos nosotros.
Esta celebración es un bello canto a la vida. Un canto poético rebosante de gratitud. Es una ojeada lírica a nuestro mundo. Es la fiesta por la promesa cumplida, como exaltación de nuestra dicha por ser humanos, demasiado humanos, porque nada hay más bello y más divino que la humanidad de lo humano, de los seres humanos.
María, asunta al cielo, es nuestra Patrona. A ella estamos dedicados cada uno de los monjes y monjas de nuestra Orden. Ella es la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel, el orgullo de la raza humana. Que María, santuario del Espíritu, la llena de Gracia, nos conduzca, de vuelta al Hogar, a la libertad plena en el Reino del Amor y de la Paz.
La Virgen siempre nos es una figura querida, supo actuar con sencillez. La gran creyente. Nos enseña como nadie a seguir a Jesús. Dios da un vuelco a nuestro mundo organizado injustamente. Así es el Dios de María.¿y el nuestro?.
Preciosa y clara homilía. Gracias por compartirla. Felicidades a todo el cister en su fiesta grande!! Especialmente a los monjes de Santa María de Sobrado
Homilía con gran calado humano…..
Que María desde su sencillez nos conduzca a la libertad plena del Reino de del Amor y de la paz. Felicidades y gratitud.