Los tiempos son siempre difíciles para los discípulos del Evangelio y ahora muy especialmente, a causa de los grandes cambios que se están experimentando en las sociedades modernas. Cambios en todas las esferas y cambios en las conciencias consecuencia de los cambios sociológicos continuos.
Ello nos invita a cultivar dos plantas necesarias en la vida espiritual: La paciencia y la perseverancia; ambas hijas de la fe, que las alimenta. Esta, la fe, es importante, ante la inestabilidad de instituciones y doctrinas y cuenta con la esperanza de que todo lo que sucede es para bien. La estabilidad de las instituciones y doctrinas son un apoyo intelectual a la fe, que la hace menos, digamos, estricta y dolorosa. Es necesario saber que a pesar de las convulsiones históricas de las civilizaciones que nacen y mueren, jamás la historia de la humanidad ha ido, ni irá para atrás. Andar por un camino nuevo siempre produce inquietud y miedo, aprensión, negación incluso a aceptarlo. Y ello tiene una repercusión fuerte en las conciencias de la personas. De ahí la importancia de la dos plantas que citábamos de la paciencia y la perseverancia. El mundo va siempre hacia adelante. El creyente incluso va más allá sabiendo por medio de la fe que la promesas históricas de Dios se cumplen, por múltiples caminos y tiempos bien distintos de los de los hombres.
Esto era ya evidente en los antiguos. Hoy lo hemos escuchado en la primera lectura con la profecía de Malaquías Este tuvo una misión harto difícil: hacer renacer la fe y la esperanza a una comunidad inquieta y desesperada dispuesta a dejar todo de lado. Las promesas de Dios parecían no cumplirse, ni la vuelta del exilio de Babilonia. Tampoco la reconstrucción del templo de Jerusalén. Pero nos deja su gran fe: «El día del Señor vendrá como un sol de justicia, que traerá la curación de todas las injusticias de nuestro mundo».
La respuesta de Malaquías, nos viene como anillo al dedo para todos los males de la sociedad de hoy y nuestros propios problemas personales. Paz en el mundo que no llega, salud y bienestar que faltan a las tres cuartas partes del planeta, opresiones de todo tipo, respuesta difícil a la destrucción de la naturaleza, lucha enconada por el poder de las grandes potencias. A eso añadimos nuestros propios problemas personales que pueden ser también enormes y de toda una vida de duración. Oíamos a S. Pablo, días atrás, el gran problema que todos tenemos de no hacer el bien que queremos sino el mal, la lucha entre lo espiritual y lo material.
Pues como decía, la respuesta del profeta es la FE, en las numerosas promesas del Señor a lo largo de la historia de las que muchas han tenido ya cumplimiento. Cuando pensamos que nuestra oración es vana y no tiene respuesta, perseveremos en la certidumbre de que Cristo el Sol de justicia iluminara nuestras tinieblas.
El Evangelio nos da aun otra frase llena de sentido como solución a todo esto que venimos describiendo: «ni un solo cabello de vuestra cabeza será perdido y es por vuestra perseverancia que obtendréis la vida». Es precisamente la perseverancia en la fe del día a día y en la caridad, la gran dificultad de la vida cristiana. La perseverancia y la paciencia están seriamente atacadas en nuestra sociedad, que desecha todo aquello que no tenga un cumplimiento inmediato. Y reina una incapacidad seria para soportar, para soportar las inconveniencias y el dolor y para tomar decisiones a largo plazo. El hombre de hoy ha perdido no solo la perseverancia cristiana sino incluso como decía la capacidad de sufrir, de soportar las dificultades y aquello que las produce; hay pues que evitarlas e ignorarlas. Pero esa frase de que «el que espera desespera» hay que transformarla en la de que «el que espera con fe, y persevera: obtiene».
En nuestro mundo de hoy caracterizado por la inmediatez damos demasiada importancia a la búsqueda y el gozo de placeres inmediatos, la perseverancia parece haber quedado un poco a la sombra. Queremos resultados y los queremos ya mismo, por lo que cuando se nos plantea un reto mayor o que requiere de un esfuerzo superior, nuestra respuesta será intentarlo en un primer momento pero abandonar en la primera adversidad o conformarnos con medias tintas. La raza humana tiene capacidades extraordinarias que siguen sorprendiendo a la sociedad día a día. A lo largo de su historia ha demostrado que puede superar los límites de su cuerpo y mente, que cuando se lucha con convicción se puede cambiar el mundo y que la vida es una carrera de obstáculos que todos debemos superar.
La perseverancia es la virtud de permanecer largo tiempo en un bien arduo. La perseverancia no pierde su firmeza ni cede ante la dificultad y el cansancio que implica la extensa duración de la obra buena. El que persevera forma los hábitos que permiten realizar las acciones con facilidad, seguridad y placer. Se hace posible de este modo el sostenimiento y la culminación de toda empresa.
Hay muchos textos en la Sagrada Escritura que nos invitan a esa esperanza y perseverancia y que es bueno reflexionemos sobre ellos para encontrar un arma eficaz a nuestros problemas: «El que comenzó en vosotros la obra buena, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Jn). Nuestra espera y perseverancia son en este caso colaboración con el mismo Dios en Jesucristo. «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; Persiste en ello, pues haciendo eso te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren» (I Tim). «Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo si no nos cansamos segaremos» (II Pe).
Pero en qué se ha de perseverar en definitiva: En la gracia recibida, en las virtudes. En la oración y escucha de la Palabra y en la comunión con los hermanos. Es decir en la práctica de los dos amores.
Alguien dijo que «la paciencia perseverante no es más que la pasión domesticada». No importa lo lento que vayas mientras no pares. O lo que es lo mismo: la perseverancia es fallar 19 veces y triunfar la vigésima. Beethoven decía que «el genio se compone de un 2% de talento y de un 98% de trabajo; el genio comienza las grandes obras, pero sólo el trabajo las termina«. Una décima parte de intuición, pero las otras nueve son de tozudez. Baudelaire se lo decía a aquella dama que le preguntaba qué era la musa o inspiración: «La inspiración, señora, es trabajar todos los días«. Damos gracias a Dios por esta palabra de hoy y le pedimos fuerza para hacerla vida diaria. Paciencia y perseverancia. Todo redunda en bien, para el que cree en el Señor. No lo olvidemos.
Gracias por recordarnos esas promesas en la palabra que nos ayudan a Perseverar.
Pues gracias e insistemos.
Aquí poderíamos traer o texto «If» de Rudyard Kipling. Moi acaído ao argumento referido: «(…) And so hold on when there is nothing in you, Except the Will which says to them: «Hold on» (…)».
Grazas e saúdos.
Me gusta y me viene bien esto.
Gracias.