Estad siempre alegres en el Señor… El Señor está cerca. A este domingo III de Adviento se le conoce como el “domingo gaudete”, precisamente por la invitación persistente a la alegría.
¿Dónde se encuentra la dicha?… El hombre que se ejercita en llevar sus sentidos hacia el interior, que busca su presencia en lugar de huir, ese hombre no se hastía nunca; ese hombre nunca está triste; ese hombre nunca es desdichado. Aunque lo encierren en un calabozo profundo y lo carguen de cadenas, permanece dichoso y libre en la luz. Cuando se alcanza esa densidad, nace una tercera cosa que no es alborozo ni tristeza; esa tercera cosa se llama gozo (Lanza del Vasto)
La alegría es cosa del corazón. Nuestro modo de ser es, con frecuencia, sin corazón. No es una cosa de tontos alegres que lo son sin saber por qué. Brota del encuentro con una persona concreta que suscita entusiasmo, que eleva y fascina: Jesús de Nazaret. Es tan arrebatador este encuentro, que puede cambiar la vida convirtiéndola en una fuente inagotable de alegría, de felicidad y de belleza.
Mucha gente se pregunta a menudo si Dios es capaz de proporcionarle ese estado de gracia, si puede ser su alegría, si al buscar su felicidad en las cosas del mundo puede encontrarse con Dios, y, finalmente, si la felicidad tiene alguna relación con la espiritualidad y la santidad. Muchas personas ven lo religioso como verdaderamente opuesto a la felicidad, como un muro de contención, como una amenaza para el hombre y es muy difícil verlo como la fuente de la felicidad.
Sin embargo, el único deseo de Dios es el bienestar, el beneficio, la alegría y la felicidad de las personas; y, ese mismo es el anhelo del hombre, que quiere dejar de ver en Dios el obstáculo para su realización personal, como muchas veces lo ve o se lo hacen ver, y por eso se alejan de Él. El caminar en el valle de lágrimas, que cotidianamente rezamos, se puede cambiar por transitar el camino de la felicidad que Dios me ha dado y me dará siempre.
A Dios le percibimos en las cosas del mundo, cuando no nos quedamos atrapados en ellas; le descubrimos en la vida cuando nos relacionamos abierta y amorosamente con todo y con todos, pero sin identificarnos con nada.
La alegría cristiana no es una actitud psicológica, no es un entusiasmo fácil…, es un tesoro que hay que saber descubrir…, pasa siempre por la cruz, es fruto de la cruz vivida con amor. Y podemos apelar a la experiencia de cualquier creyente para que diga si el saberse amado por Dios y abrirle su corazón, si el asumir la vida propia como un servicio a los demás, son caminos de amargura o de alborozo. Y que yo sepa no hay ningún santo triste ni desgraciado (José Antonio Pagola)
La alegría no depende de las circunstancias. Se encuentra en las profundidades últimas del ser, donde reina el silencio. Es la certeza de sentirse unido a Dios. No crea un sentimiento de posesión, sino todo lo contrario: abre a la máxima gratitud, porque se percibe como un don inmerecido. Un don que es dado a aquellos que, con un corazón quebrantado y habiéndose dejado llevar por el fluir de las lágrimas, han descendido hasta lo más bajo, allá donde las aguas entran en reposo.
El Adviento, es llama de esperanza, llama ardiente que atraviesa el espesor de los tiempos y de las tinieblas. Llama que alumbra el camino del peregrino vacilante, perdido en la encrucijada de los caminos y del tiempo. La esperanza, esa “niña” que habita en lo más profundo del ser humano, María, es la que nos mantiene firmes ante la espera de que un mundo mejor es posible. El Adviento se desposa, se une con la Humanidad sedienta de verdad, de justicia, de paz y fraternidad. Avivemos la alegría, el júbilo y la fiesta. ¡Preparemos el camino! Ya llega nuestro Salvador, nuestro Dios.
«Los pájaros contan tu nombre, en tu luz de la mañana. Porque tu nombre es Alegría!». R. Tagore
Gozosa Navidad.
Jesús tiene razón. El Reino ya está aquí. El Adviento es recuerdo de una espera que fue, pero que para nosotros ya es presente. Tenemos que abrir los ojos mirar a nuestros vecinos, familiares, migrantes, amigos. Veremos un hijo de Dios ¿Que otra cosa es el Reino?
¿Podemos los cristianos de Occidente acoger cantando al Niño de Belén miestras cerramos las puertas a tantos niños del Tercer Mundo?
Homilía profunda, llena de amor y ternura. Gracias por compartirla
Gracias
Vuestras homilías confortan, despiertan sensibilidades y muestran el camino… Gracias!
Muchísimas gracias con tamaña grandeza de la alegra. Que podamos decir al mundo GAUDETE.