Entre los temas de las lecturas de este domingo V del Tiempo Ordinario, voy a escoger el referente a la pobreza. Entre otras cosas porque hoy se celebra la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre. La preferencia de Dios por los pobres, los desheredados y los humildes debe traducirse para nosotros en compartir nuestros bienes temporales y espirituales. Este podría ser el resumen de mis palabras de hoy.
¿Qué dice la Palabra de Dios sobre la pobreza? El texto de Isaías de hoy nos habla del auxilio que se debe prestar al débil, al humilde, con quien se convive. El pago de Dios a esa actitud compasiva es su bendición. Compartir por nuestra parte y bendecir y escuchar la oración de petición por parte de Dios, pues. Pero no termina la misericordia, continua Isaías con la atención personalizada, sino que ésta se debe prolongar a nivel general. A todo el pueblo de Dios.
«Hacer desaparecer de la nación el yugo opresor, el gesto de amenaza, la palabra amenazadora. Entonces la luz para el justo brillará en las tinieblas y su oscuridad será como la luz del mediodía.» Proverbios nos dice que burlarse de los pobres es burlarse de Dios. Santiago en su carta: “El clamor de los asalariados no pagados sube hasta el Señor y la opresión de los pobres es un insulto al Santo Nombre del Señor”. Recuerden en Mateo: “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer”, etc. Esto es lo único de lo que se nos juzgará, en el Juicio Final. “Bienaventurados los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. En definitiva, el pobre en el Nuevo Testamento es la encarnación del Encarnado, Jesús, que siendo Dios se hizo como uno de nosotros asumiendo nuestra carne mortal. Jesús asume la pobreza, el sufrimiento y el fracaso; por tanto los que son como Él, son sacramento del Dios hecho carne. Dirá también Jesús que “no se puede servir a dos señores: Dios y el dinero.” Para hacerse con el reino de los cielos uno tiene que despojarse de todo, incluso de la familia. Jesús no condena el dinero sino el mal uso que se puede hacer de él, que es convertirse en su servidor. “Los que no renuncian a todo no pueden ser discípulos míos”, dirá también.
Resumiendo: Pobreza material que llama a la misericordia y que Dios no quiere. Y luego pobreza espiritual que es un don de Dios y permite al corazón humano, vaciarse de todo para llenarse de Él y de su amor que tendrá que repartir entre los demás.
El Papa Francisco en la famosa encíclica “Laudato si” nos abre a una consideración importante: “la justicia con los empobrecidos es inseparable de la preocupación por la naturaleza. No es posible acoger el clamor de los pobres, sin atender al clamor de la tierra. Urge superar la cultura del descarte, que excluye a los más pobres y necesitados, necesitados de atención y cuidados o sencillamente a los que están olvidados, superar la cultura de solo lo útil y lo que genera beneficio propio y optar por una cultura del encuentro y del cuidado, tanto de los excluidos como de la naturaleza, porque la dignidad humana está íntimamente ligada al derecho a vivir en un ambiente sano donde se protejan la sostenibilidad y la solidaridad”.
Pero: ¿Por qué tenemos que ser misericordiosos, amantes de los demás, perdonadores, no rencorosos, humildes y con un corazón limpio? Pues miren porque Jesús no pudo realizar su obra sino entre los suyos y en un momento histórico concreto, donde la técnica no existía. Es decir pobreza total. Lo primero que hace al salir a predicar a los 30 años, después de un silencio y retiro muy profundo y prolongado, es elegir a doce personas que le ayudarían en su labor de predicar el Reino de los cielos. Y hasta hoy el Señor, con la fuerza de su Espíritu que nos fue concedido en el bautismo y la confirmación, nos sigue necesitando para esa labor. Cristiano es sinónimo de seguidor, de imitador de Cristo, de su talante, de su manera de ser: Amoroso y misericordioso.
Todos lo que estamos aquí tenemos que ser absolutamente conscientes del hecho de que somos la Sal y la luz, para con los demás. La evasión a estas obligaciones lleva al olvido de la oración, es decir el encuentro de corazón a corazón con el Señor Jesús y en definitiva al silencio de Dios en nuestra vida… “Que vuestra luz brille delante de los hombres que viendo lo bueno que hacéis, den gloria a nuestro Padre que estén los cielos.” De este modo podemos decir que la meta del cristiano, nuestra meta, es conseguir esa gloria mediante nuestro amor y misericordia para con los hombres.
¿Cuál va ser nuestro granito de arena en la construcción de esa nueva tierra de la que habla Cristo? Tenemos que dar una respuesta honesta a esta pregunta. Si cada cristiano fuese de verdad amoroso y misericordioso con aquellos que están en su entorno, en la familia en primer lugar, el mundo sería otra cosa.
Les presento unas cifras terribles que hablan por sí solas: 702 millones de personas viven en condición de extrema pobreza, es decir con menos de 1,60 $ al día. Es decir, el 27.4 por ciento de la población mundial.
400 millones de niños viven en la pobreza extrema de los que 6 millones al año perecen por desnutrición. La hambruna en África no proviene la falta de alimentos en el mundo sino de la mala distribución de los mismos y la mala gestión. ¿Cuánta comida se tira a la basura en el mundo por una razón u otra? El hambre es la principal causa de mortalidad en el mundo y se lleva más gente que el sida, la malaria, el suicidio o la tuberculosis.
22.000 niños mueren de hambre al día. 805 millones de personas pasan hambre. Más de 750 millones no tienen acceso al agua dulce. 1.600 millones viven sin electricidad y el 80% de la población mundial vive con menos de 10 dólares al día. 10 empresas en el mundo obtuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países juntos. 69 de la 100 mayores entidades del mundo son empresas no estados. ¿Les podríamos decir a todos esos: (y a nuestros agricultores ahorita) “tened paciencia que el Señor tiene misericordia de vosotros y os ama?”
Termino con otra frase del Papa en la encíclica citada: Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas todo es caricia de Dios. Y termino la frase yo: descuidar todo eso es descuido a la humanidad.
No escondernos ante los problemas, se nos recuerda a todos los cristianos la tarea de ser luz y sal . Está en nuestras manos hacer que la luz brille. Sólo se requiere no bloquearla. Ser luz para los demás es comprometerse con el hermano, perdonar, servir, compartir, acompañar. Dios nos ha concedido la capacidad de dar sabor, y energía para dar luz a todos los seres humanos.
De corazón a corazón…
Magnífica homilía!! Gracias por compartirla