San José – custodio de la humanidad

El sueño de José | Rembrandt

La Solemnidad de San José, es un bálsamo, un paréntesis lleno de alegría en medio de la austera celebración de la Cuaresma y en medio del tremendo progreso de la virulencia en nuestro mundo de hoy.

El Evangelio apenas habla del esposo de María y no sabemos así gran cosa de él. Pero por encima de todo queda patente que el humilde carpintero de Nazareth se reveló como un verdadero amigo de Dios, por su entera disponibilidad para llevar a cabo sus difíciles decisiones.

En el año 1030, siglo XI, algunas comunidades de tipo contemplativo acogieron la solemnidad de San José. En el siglo XVII, Roma concede a la fiesta su carácter de solemnidad. En 1870 Pío X le declara Patrono de la Iglesia Universal, celebrándose este mismo año nuestro, siglo y medio de esta solemne proclamación.

Sus virtudes nos son de sobra conocidas. Fue su actitud de guardador y custodio de dos grandes misterio: La virginidad de su esposa y la Paternidad legal del hijo de Dios lo que llevó a Pío X a declararle Patrón de la Iglesia Universal.

Desde siempre ha sido invocado para obtener su protección ante las adversidades, es invocado para obtener una buena muerte, él que murió entre los brazos de Jesús y María, es además patrón de los trabajadores y tiene bajo su protección al Seminario y a las vocaciones sacerdotales.

Nos se relata ninguna palabra suya directa y sin embargo posee tres grandes títulos: Descendiente de David, Esposo de la Virgen María y Padre legal del Hijo de Dios. Su actuación admirable será en medio del silencio y la discreción de su fe inquebrantable que se fía, ama y obedece. Nos enseña a leer nuestra historia a la luz de Dios y a vivir con inquebrantable confianza en el Dios bueno.

El Papa Francisco nos dice que San José vive su vocación con la atención constante en Dios, disponible a su proyecto y no tanto al suyo propio. Es el “Custodio” del hombre, de la naturaleza y de la salud. Debemos invocar su poderosa intercesión en este momento difícil de nuestra historia.

Imitemos su carácter y pidamos ser custodios también nosotros de la creación tan machacada, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medioambiente. Custodios de nuestro corazón, de nuestros pensamientos y sentimientos, de nuestras intenciones buenas y de los que construyen. Custodios de los dones de Dios, los nuestros y los de nuestros hermanos.         

Finalmente pidamos también a San José que seamos capaces de vivir en y con el misterio. Demos cada uno de nosotros contenido a ese misterio de nuestra vida y desde él y nuestra misión permanezcamos unidos unos a otros y al Señor.

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