El silencio no se vive en función de una lectura erudita. El silencio es quedarse sosegado en el asiento, en una silla. Es dejar que todo, sobre todo nuestro ego, se detenga, se pare, se asiente de modo que todo se aquiete: las frustraciones, las inseguridades, las dudas, la soledad del aislamiento, los temores, los miedos, las cobardías, todo sobresalto, toda agitación.
¡Qué manera tan sencilla de sumergirse en el fecundo silencio, en la gratuidad de la vida! Sentarse es abandonar, despojarse, vaciarse, menguarse, empequeñecerse.
La silla, un mueble para aprender a vivir.
El ego es inhóspito; el silencio es hospitalario, acogedor y receptivo.
La silla, una pausa iluminadora como un amanecer. El ego es lo que de enemistad y de hostilidad tiene la vida
La silla tiene alma de serenidad, de calma, de silencio. El ego es lo que de sobresalto tiene la vida, el gesto hosco que nos distancia.
La silla separa del ajetreo, del crujir, de las idas y venidas, de las vueltas y revueltas, del ir y venir.
Hacia la paz se va en una silla a lo largo de los años, y una hoguera íntima nos alienta.
Si la silla sustituye a la prisa, viene la calma. Si el ego sustituye al amor, viene el conflicto.
Cuando el ego se instala y se fija y se calcina definitivamente nos volvemos ego, sólo ego, ambición, desamor. Es el reino del ego helador y congelador.
La silla nos devuelve la única verdad íntima que se halla adentro. La silla, un espacio para estar con el infinito, con el amor, con la paz que nos inunda y fluye en calma.
En la silla nos volvemos presa del adentro. Volverse silla es volverse quietud y paz.
La silla nos guía al adentro; el ego al afuera, es un estorbo, es distanciamiento, es separación, es un callejón sin salida.
La silla nos invita a dar un paseo por el alma. En la silla nos habita el silencio, nos volvemos habitantes del silencio. Nadie nos cuida, nos pastorea tan amorosamente como la sobriedad de una silla.
De un silencio peatonal, viajero, volvemos a un silencio más sosegado y de asiento.
No sé dónde leí que el camino de entrada y salida está en uno mismo. Pero cuando el uno mismo se ve zarandeado por el miedo cómo descansar en el silencio?. Cuando el ruido interior es la traducción automática de del ruido exterior, cómo
encontrar el sosiego en el silencio,en la silla, metáfora de la quietud? Quizás haya que abajarse, perder importancia personal y releer el Eclesiastes. Gracias, siempre.
Muy buena!! Para releer , y practicar el abandono a lo que hay.
Muchas gracias
Sublimación del sosiego….
Me parece muy difícil, pero tal vez sea una de las claves. Sobre todo porque el el ego es inhóspito, el silencio es hospitalario, acogedor, receptivo……………Muy difícil. Gracias
Muchas gracias!!!
Oraciones
Preciosa metáfora para definir el silencio. Un mueble para aprender a vivir desde dentro. Cierto. Es iluminadora como un amanecer.
Muchas gracias por compartir esta belleza con todos nosotros y, por vuestra generosidad..
Querida comunidad cuídense
Gracias
La falta de confianza se traduce en miedo, y éste nos aleja del silencio, la paz interior y la quietud.
Gracias.
De camino…En reposo…En activo… En quietud… Sentado… De pie o corriendo… En lucha… En contemplación… En cualquier circunstancia hemos de cultivar el Silencio, porque él es una atmósfera de apertura al Espíritu De Dios. El Silencio es el que nos salva de todos nuestros inconvenientes. El Silencio es imbuirse de la Presencia De Dios en nuestras vidas. Dios nos habla en la brisa y tenemos que adoptar una escucha activa a Su Palabra. Esto es lo que conjura todos nuestros males… nos separa de nosotros mismos, haciendo que nos olvidemos de mirarnos tanto el ombligo…nos cercena de la tentación de un egoísmo enfermizo. El Silencio De Dios nos atrae hacia Él y nos empuja, desde la quietud, a volcarnos en la realidad de las demás personas. El Silencio no es una técnica para conseguir unos resultados. Es una actitud vital en la que Dios está más que presente.
Muy bueno!!!!