Jesús subió al monte a solas para orar

Del «Livro de Sobrado» | Víctor Infantes

Acabamos de escuchar en el evangelio, que Jesús, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Son cuarenta y ocho las citas que en los cuatro evangelios hacen referencia a la vida de oración de Jesús: en la sinagoga, en el templo, antes de iniciar su vida pública, cantando salmos, en bendiciones y acciones de gracias, en curaciones, en las Fiestas de su pueblo, en la fuerza que recibe ante el poder del mal, antes de la Transfiguración, antes de resucitar a Lázaro, enseñando a orar, en la cruz, al morir… y de ellas, en cerca de quince ocasiones lo hace retirándose a orar a solas.

De la lectura de los evangelios, deducimos que Jesús encuentra, en su amada soledad, el gozo de poder invocar a Dios como un tú; la confianza en ese misterio insondable que es Dios, percibido interiormente como Padre; la fuerza del misterio de Dios apoderándose de él para construir un mundo más humano, fraterno y solidario; la misericordia, no solo para aliviar el sufrimiento generado por la propia persona, sino para luchar contra el sufrimiento provocado por los abusos, las injusticias y las estructuras de poder.

Las ciencias humanas y sociales coinciden en señalar que vivimos en una sociedad de sensaciones donde muchos se quedan sin capacidad para abrirse a experiencias más profundas. Este modo de vivir forma ya parte de su interioridad. Ya no hay espacio ni tiempo para la reflexión personal, para tomar decisiones propias sobre la vida ni para buscar otro sentido más profundo a la existencia. La identidad de las personas está como viciada. Su conducta se hace cada vez más difusa y compulsiva. Parece como si el hombre de nuestros días sintiera la necesidad secreta de permanecer fuera de sí mismo, con la conciencia agradablemente anestesiada.

Privado de silencio, se vive desde fuera, en la corteza de sí mismo. Toda la vida se va haciendo exterior. Sin contacto con lo esencial de sí mismo, conectado e instalado en todo momento con el mundo exterior, hay resistencia a toda llamada interior. Se prefiere seguir viviendo una existencia intrascendente donde lo importante es vivir entretenido, funcionar sin alma, continuar anestesiado por dentro.

El hombre o la mujer de hoy no se interesa demasiado por las grandes cuestiones de la existencia. No tiene certezas firmes ni convicciones profundas. Lo importante es organizarse la vida de la manera más placentera posible: disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. No hay prohibiciones ni terrenos vedados. Todo lo más, no hacer daño a nadie. Por lo demás, es bueno lo que me apetece y malo lo que me disgusta. Eso es todo. No hacen falta objetivos ni ideales más nobles. Lo decisivo es pasarlo bien. 

En medio de esta profunda crisis, tenemos que alegrarnos de que muchos descubran la importancia de la vida interior, la profundidad del silencio, la libertad del desprendimiento, hasta experimentar una verdadera transformación interior que les ayude a dar un sentido nuevo a su existencia. A menudo, escuchando el Evangelio, nuestro corazón puede despertarse, sentirse tocado, atravesado, destrozado, para dejar brotar la plegaria.

Es necesario aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es ahí que Dios nos encuentra y nos habla. Solamente a partir de ahí podemos nosotros encontrar a los demás y hablar con ellos. (Francisco)

Es el Espíritu quien nos invita a emprender un viaje a través de la oración, con el fin de que lleguemos a ser espiritualmente libres y, por tanto, capaces de buscar, encontrar y seguir la voluntad de Dios en la propia vida personal. Se va poniendo en orden nuestra vida, nuestro amor. Nuestros corazones se van centrando en Dios, permitiendo que sea Dios quien se convierta en el centro de gravedad de nuestra vida y permanezca como tal. Y esto no quiere decir renunciar a otros amores ni mucho menos.

A través de la oración podemos tener presente que el Dios al que buscamos nos tiene presentes. Podemos enfrentarnos a nosotros mismos, anhelar la amada soledad, encontrar un hogar, un espacio donde entrar en contacto con los manantiales de vida que nos habitan. No hay nada tan valioso como la oración para volcarnos y conectar con los manantiales que brotan en nuestro interior.

Condúceme a lo secreto, Señor, allí donde habitaremos juntos. Al lugar de la desnudez y el despojo, a la intemperie de mis miedos y ansiedades, a la tristeza de mis noches frías, a la soledad del corazón herido, a la incertidumbre de mis frustraciones, al silencio de mis palabras censuradas. Condúceme a lo secreto, allí donde habitaremos juntos. Al desierto de mil manantiales escondidos, al cobijo del sol que me alienta, a la raíz de la vida escondida, al fuego de los hondos deseos, a la ternura del afecto que cura, al silencio de la oración confiada. Condúceme a lo secreto, allí desde donde resucitaremos juntos (Matías Hardoy, sj)

La disposición orante preserva la distancia necesaria para no perder el contacto con nosotros mismos, para abrir los ojos a la luz que eli­mina la oscuridad de nuestro interior. Nos allana el camino para no identificarnos con lo que acontece en nuestros contactos cotidianos; nos ayuda a mantener el respeto necesario para no sentirnos presionados ni agobiados; nos facilita la reflexión antes de actuar y también el aprendizaje de nuestras reacciones; nos permite elaborar todo lo que en nuestras relaciones vamos descubriendo día a día, para introducir en cada momento esa visión de fe tan necesaria que nos enseña a relativizar todo lo que vamos percibiendo y que nos dispone a vivir confiados mirándolo todo con los mismo corazón de Jesús. ¡Ánimo soy yo, no tengáis miedo!

5 comentarios en “Jesús subió al monte a solas para orar

  1. Mane dijo:

    No siempre es fácil reconocer la presencia de Dios en nuestra vida. Pero algo tan discreto como la oración personal puede transformarnos hasta hacernos olvidar el miedo que hay bajo nuestros pies.
    Aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón.
    Preciosa y magnífica homilia. Gracias por compartirla

  2. Beatriz dijo:

    Cierto, es lo que ocurre en el mundo….
    Demos mucho las gracias al Señor por haber descubierto el valor infinito que tiene el silencio en Su Presencia.
    Me ha gustado mucho el texto de Matías Hardoy,si.
    Gracias!!!!!
    Beatriz

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.