La hora de la rendición

Atardecer en Sobrado

Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno (cf. Mt 20,1-16).

Conocemos bien esta queja. La hemos repetido a menudo, con palabras o en un silencio poblado de negatividad que corroe el alma. Podríamos sencillamente reconocer que estamos buscando amor, que nos sentimos carentes, pero eso implica tocar y manifestar nuestra vulnerabilidad. Parece más cómoda y más segura la posición del juez que la del mendigo. ¡Cómo nos cuesta aprender las cosas sencillas de la vida! No asumir las propias necesidades solo genera desconexión con nosotros mismos y con los demás, cansancio y desgana.

A la última hora, al atardecer, metafóricamente decimos que el sol llega a su reposo, todo se va sosegando, la naturaleza vuele al silencio, pero nuestro corazón tantas veces está en lucha, insatisfecho, frustrado, focalizado en los propios planes no realizados, entregado a una contabilidad siniestra, encerrado en un pequeño mundo que tiene las dimensiones de su pequeño yo, incapaz de mirar más allá de los propios zapatos.

El propietario de la viña salió a contratar al amanecer, a media mañana, hacia el mediodía, a media tarde… No lo hemos visto. Estábamos en la ceguera de nuestro hacer, de nuestros planes, como si la vida se bloqueara sin nuestra intervención, intentado dar forma a nuestra visión de las cosas.  

Y el propietario de la viña sale nuevamente al caer de la tarde.

La última hora es la hora en que lo falso se revela como falso. Es la hora de la verdad. Encontrados a la última hora en estado de extrema vulnerabilidad, sedientos, llenos de nosotros, llenos de nada.

La Buena Noticia es que la última hora puede ser una hora inaugural, porque el agua está en la sed. Es preciso entrar en el propio pozo. La vida herida es el pozo donde el Dios de la última hora nos espera.

Vulnerables, se activa en nosotros la capacidad de escucha, nos volvemos más porosos, nos dejamos visitar. Somos visitados cuando nuestro corazón está desarmado, cuando estamos dispuestos a aceptar lo inesperado, a acoger la fantástica e inédita forma de expresarse de Dios: Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes (Is 55,9).

Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos.

Se nos rompe el corazón de piedra en pedazos cuando por una hora recibimos el salario de una jornada completa. ¡No hay juez que lo soporte!

La última hora es la hora de la rendición y de la gratuidad, de ser amados porque sí, sin más, de ser abrazados en total vulnerabilidad.

¡Todo cambia en la vida cuando somos encontrados en la plaza de la vida a la última hora! Sí, todo cambia, porque un corazón compasivo nos permite habitar el cielo entre los escombros de la vida.

12 comentarios en “La hora de la rendición

  1. Amalia López Mazoy dijo:

    Siempre que puedo, me gusta leer las Lecturas antes de la Eucaristía. Retuve  principalmente la contraposición expresada en la primera lectura entre mis planes y los Suyos, fuera de «mi» tiempo y de «mi» espacio…

    La homilía me decubrió la maravillosa metáfora de esa llamada amorosa a «última hora del atardecer»…

    Muchas gracias!!

  2. Mari Carmen dijo:

    En la primera y en lanúltima hora es el Señor el que nos acompaña, nos bendice y nos ayuda..
    Muchas gracias por vuestras reflexiones , es la Buena Noticia integrada en nuestras vidas.

  3. Mari Carmen Hernández dijo:

    En la primera hora y en la última, es el Señor quien nos llama y nos acompaña. Muchas gracias por vuestras reflexiones, son la Buena Noticia que nos abre el corazón a la perseverancia y el amor.

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