Los robots y los monjes

Fábrica del dulce de leche del Monasterio

«El mismo día entré, como hago a menudo, en la página web de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia. Ello requiere una explicación y esa explicación se la voy a dar a ustedes. Es muy sencillo. Todos los domingos voy a misa al monasterio de Santa María de Sobrado. Le debo mucho a Sobrado y a sus monjes, a su cercanía. Y que no sea un as de la informática no significa que no me mueva con soltura por las redes, de modo que me faltó tiempo desde mi primer día en Sobrado para, además de en la página del monasterio, entrar en la de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (OCSO), a la que pertenece. Pues bien, en esa página se da cuenta, entre otras cosas, de las altas y bajas en la orden, de los monjes y monjas que profesan solemnemente, de los —ya llegarán las, esperemos— que se ordenan, y también de los que mueren. Y nada curiosamente —la tranquilidad exterior e interior, la alimentación sana, el trabajo bien reglado, el orden en el sucederse de las tareas de cada día y, me da la sensación de que por encima de todo la felicidad de la clausura— los hombres y mujeres del Císter mueren de muy viejos. Sobre su existencia jamás penderá la amenaza del mercado. Es más, el mercado los ignora. Incluso los maltrata de momento pues cada vez son menos.»

Acabas de leer parte de un texto publicado en la revista barcelonesa El Ciervo (nº 783 / Septiembre-Octubre de 2020). Los robots y los monjes – así lo titula el autor, Luis Suñén, poeta, crítico literario y musical, editor durante muchos años y, para nosotros, un amigo que encontramos cada domingo. Agradecemos a Luis Suñén su pertinente reflexión y a la revista El Ciervo el permiso para publicar su texto en nuestra página web.

Los robots y los monjes (texto completo en PDF)

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