Escuchando las exigencias de la ley de Dios, hagamos nuestro examen de conciencia, pero no nos dejemos abatir: Por su muerte, Jesús nos asegura la victoria sobre el mal. Es por un cuerpo de hombre, el de Jesús resucitado como Dios se hace presente desde entonces a toda la humanidad. Pero que Dios se haya revelado por medio de un crucificado, cogerá a los hombre a contra pie de sus ideas sobre Dios y los hombres.
Esas exigencias aparentemente bien simples, de la lectura del Deuteronomio, son el código del caminar de un pueblo que sale de la esclavitud hacia la libertad. Tienen por finalidad garantizar esa marcha denunciando los ídolos que esclavizan al hombre. Este código puede parecernos simplista o minimalista con relación al Evangelio. ¿Pero se puede pretender ser fiel al Evangelio sin ser fiel primero a estos mandamientos?
Los ídolos que esclavizaban a los israelitas son exactamente los que esclavizan a nuestra sociedad: la adoración del dinero del poder, del éxito a todo precio, de una falsa moral paralizante, de una ideología intransigente o más sutilmente de una adoración a uno mismo.
¿Es mi palabra clara, verdadera, sin doble sentido? ¿Tengo respeto total a mi hermano hacia sus bienes, a su hogar, cómo es mi relación con los mayores, qué lugar ocupa Dios en mi vida diaria y los domingos. Todas estas preguntas, y muchas más, que salen del decálogo, suponen un test a nuestra libertad hoy día. “No he venido a anular la Ley y los Profetas, sino a darles plenitud”, dirá Jesús.
Sobre esta ideología básica se apoya Jesús, el Hijo de Dios, para darnos su propia ley bien simple, pero diciendo que se cumplirá la antigua la ley de Moisés, hasta la última tilde. La nueva religión de Jesús, que es la plenitud de la ley, no se basa en normas o leyes sino en el Amor al Prójimo, que ha de ser para nosotros Hermano. Y un amor que es reconocible en Él por sus palabras, y por su acción compasiva para con todos los necesitados, los pecadores incluidos, y el Perdón y la Resurrección que su muerte lleva consigo. Nada que ver con el dios racional, norma suprema de la inteligencia y de la Harmonía del universo propia de los griegos, nada que ver con el Dios inaccesible, todopoderoso y dueño de la historia, de los judíos.
Y es esa cruz del Jesús obediente y amante de la humanidad la que se convierte en escándalo para los suficientes y ricos, pero salvación para los pobres y los últimos. Es la debilidad infinita de un Hombre-Dios, lo que transformará el mundo, no la fuerza del dinero ni de los misiles. Este Jesús muerto y resucitado, la debilidad que se convierte en fuerza y vida, es lo que celebramos cada domingo en la Eucaristía. Nuestra debilidad e infelicidad vivida en la fe y la esperanza son la garantía de la misericordia del Dios y de nuestra futura resurrección plena.
Ese Jesús tierno y misericordioso, para con los pobres y los pecadores, aparece hoy en el Evangelio con una severidad desacostumbrada, casi iracundo. Pero como decía S. Juan Pablo II: “La mansedumbre y la severidad son expresiones del mismo amor, que, sabe ser, según la necesidad, tierno y exigente pues el amor auténtico va siempre acompañado por la verdad”.
Jesús en el evangelio de hoy se pone enérgicamente frente a ese ídolo judío de poner la religión al servicio del dinero y de los intereses particulares de las personas. Como puede suceder hoy día, hasta en los “bien pensantes”. Ya lo recordaba Isaías que “Dios estaba harto de los sacrificios y de las carnes sacrificadas y la sangre de los animales” Su sacrificio será el de la obediencia a la voluntad de Dios. Voluntad de perdón y de amor. El sacrificio de la humildad, la obediencia y el amor a todos los hombres. El gesto simbólico de Jesús en el Evangelio de hoy sigue siendo de plena actualidad. El Jesús muerto y resucitado es ahora el verdadero nuevo templo, y este sigue estando lleno de cambistas que venden de todo: armas, desplazamientos, libertad, intereses económicos, que favorecen la pobreza, la violencia, la convivencia, el desamor y la soledad etc. (España es por cierto uno de los países que vende armas al tercer mundo).
Termino como empecé: Examinemos nuestro ídolos, examinemos nuestro concepto de la obediencia, donde y como buscamos a Dios. Le pedimos fuerza y sabiduría, valor y esperanza para vivir lo que celebramos ¿Cómo va siendo nuestro caminar por el desierto de la cuaresma? ¿Es el amor a Dios y a los hermanos nuestra primera ley? Aún nos quedan tres semanas antes de la Pascua.
Camino hacia la Pascua.
La veo lejos, muy lejos.
Gracias por el testimonio del padre Carlos en Radio María.
Gracias!!
Gracias !
A colación con el comentario, merece la pena resaltar lo acertado que ha estado el Papa Francisco en su carta encíclica Fratelli Tutti sobre la fraternidad y amistad social…..Quizás un buen comienzo sería por el capítulo III » pensar y gestar un mundo abierto» , en el que en su número 90 nos habla de la hospitalidad … » La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de éste desafío y de éste don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo»……, eso es precisamente lo que hicieron los Apóstoles y hasta hoy mismo ha llegado su predicación ….tal y como nos dice el Apóstol San Pablo …..» nosotros predicamos a Cristo crucificado»…. pues sigamos adelante siempre con la esperanza en la respuesta que hoy dá Jesús: » Destruid éste templo, y en tres días lo levantaré».
Muchas gracias también a Beatriz por su comentario tan bonito 🙏🙏 bb lo
Sentirse sujeto paciente de hospitalidad crea ambiente en el alma… Su ausencia levanta muros de contención en ella… Pero Dios abre siempre una puerta…
¡Gracias y saludos afectuosos a toda la Comunidad!
Gracias
Gracias
Grazas