Un cántico nuevo

Del Salmo 136:

Super Flumina Babylonis illic sedimus et flevimus
dum recordaremur tui, Sion:
in salicibus in medio eius suspendimus organa nostra.

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.


Nos acercamos a la fiesta de la Pascua. En este itinerario, celebramos hoy el domingo Laetare, invitación a la alegría.

Dice el canto de entrada:
«Alégrate, Jerusalén, reuníos todos los que la amáis, regocijaos los que estuvisteis tristes para que exultéis; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos.»

Este canto, sacado del libro de Isaías, celebra el regreso del exilio del pueblo de Israel, la liberación de la esclavitud en Babilonia. En la ciudad de Jerusalén, el pueblo de Israel puede volver a cantar el canto de alegría y de júbilo que le era imposible cantar en tierra extranjera. «¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Que se me pegue la lengua al paladar…» (Sal 136). Jerusalén no era solo un territorio, era la identidad de un pueblo. Jerusalén, en la tradición judía, es la ciudad del Templo, morada de Dios entre el pueblo elegido. En el Apocalipsis, la Nueva Jerusalén, fuera de las coordenadas espacio-temporales, es la consumación de la comunión de los hijos de Dios con su Dios, mediante la victoria del Cordero inmolado en la cruz, nuestra Pascua. Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho revivir en Cristo por pura gracia, nos ha resucitado con Cristo Jesús.

El desierto cuaresmal pone a desnudo el autoexilio en el ruido de nuestra mente, territorio poblado de fantasmas y de amenazas, llevándonos a vivir a la defensiva, autocentrados, esclavos de nuestros miedos, y nos convoca para la Nueva Jerusalén, el núcleo más profundo de nuestro ser, el nuevo templo, donde reina el silencio. En el silencio está la fuente incesante del amor. Brota como el agua en un manantial abundante. Brota porque brota, brota sin porqué. Brotar incesantemente forma parte de su naturaleza amorosa. El amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones. Estáis salvados por pura gracia.

El amor de Dios derramado en nuestros corazones es nuestra naturaleza más íntima. Está desde el principio, desde siempre, pero no nos habíamos fijado. No nos habíamos dado cuenta porque no miramos hacia dentro, no nos encontramos con el silencio. Esa es la única desgracia del ser humano, que solo mira hacia fuera, siempre en busca y en pos de algo, atraído por los ruidos de la autoafirmación, corriendo hacia el exilio sin darse cuenta.

« ¿Podrá un hombre, siendo viejo, volver a nacer? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno materno para nacer?» – pregunta Nicodemo a Jesús. «Tenéis que nacer del Espíritu» – le contesta Jesús. Como si le dijera: tenéis que nacer de dentro, del amor derramado en el corazón. Tenéis que beber de las aguas frescas de un amor gratuito. Amados así, podemos nacer de nuevo.

Cuando descubrimos que nuestra naturaleza más íntima es amor derramado, la vida gana amplitud, los obstáculos quedan relativizados y se transforman en oportunidades para expresar el amor por la vida, crecemos en capacidad de comprensión, de aceptación, de compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Un corazón dilatado por el amor lo contempla todo con magnanimidad, lo contempla todo con la mirada de Dios. En el núcleo más profundo de nuestro ser somos como Dios, somos apertura y donación, somos amor que brota y se derrama. Vueltos al hogar, en medio del silencio, nos sale un cántico nuevo, un cántico de gratitud, el cántico de la Nueva Jerusalén, cuyo templo es el corazón humano.

«Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se nos exhorta a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo sabe lo que significa este cántico nuevo. Un cántico es expresión de alegría y, considerándolo con más atención, es una expresión de amor. Por esto, el que es capaz de amar la vida nueva es capaz de cantar el cántico nuevo». (San Agustín)

6 comentarios en “Un cántico nuevo

  1. Beatriz dijo:

    Gracias!!
    “….si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. “
    Gracias Jesús….. vemos la cumbre y a Ti en ella … nos acercamos… pero aquí el terreno , a veces, es inhòspito … regálanos la gracia de la alegría y de la esperanza en nuestro destino eterno: monte Siòn,ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo….( Hebreos,12,22 ). ¡ Gracias Jesús!

  2. Magdalena Paniagua Risueño dijo:

    Soy ya plenitud, sólo debo descubrila dentro de mi y vivirla.
    Bellísimo canto de entrada!! Gracias por esta magnífica reflexión.

  3. vicenta rúa dijo:

    Al terminar de leerlo, se te puede quedar el corazón dilatado, gozoso… y anhelante de la Nueva Jerusalén. Verdadero domingo de la Alegría.

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