Si nuestros corazones son lentos o tienen dificultades para creer, reténganos la alusión que el Evangelio de hoy hace al encuentro de Jesús con los discípulos en el camino hacia Emaús. Así mismo retengamos la rotunda afirmación de Juan que nos recuerda que el amor de Jesús por nosotros que somos pecadores es la suprema garantía de nuestro perdón y el amor de Dios ha llegado en el a la perfección.
Anunciar la Resurrección de Jesús no es proclamar la victoria inevitable de la vida sobre la muerte o transcribir en términos religiosos la experiencia corriente de que toda obra duradera se da a luz en el sufrimiento o el olvido o la muerte de sí mismo. No se trata tampoco de una teoría abstracta ni de una ley moral.
Anunciar la Resurrección para los discípulos es dar testimonio de un hombre conocido de ellos y por los judíos y que a causa de estos últimos es llevado a la muerte como un criminal más. Ese hombre Jesús resucita por voluntad y poder de Dios. Y de eso ellos son testigos presenciales.
Anunciar la Resurrección no es una teoría, pues, sino anunciar un hecho real histórico de un hombre concreto que vence a la muerte y que invita después a los demás hombres a un nuevo nacimiento, a una nueva vida no exenta desde luego de dolores, penas y dificultades y desde luego también a profundos gozos.
Este camino seguido por Jesús, camino de muerte y Resurrección final, que fue su corta vida es conocido como el misterio pascual. El misterio del PASO, para aclararnos, de la muerte a la vida, pero de una vida completamente diferente de la anterior, que llamamos vida eterna. Pero ese paso es para nosotros un CAMINO que llegará a su consumación, culminación o perfección en la vida después de la muerte. Es decir, para ser más breve, que la muerte para el hombre no tiene ya la última palabra. A llevar a cabo ese misterio pascual nos invita Cristo, nos invitaron los apóstoles y nos invita aún tanta gente a lo largo de los siglos hasta hoy.
La muerte y la Resurrección para el cristiano empiezan ya con el nacimiento de la vida de la persona. Es el misterio de la naturaleza misma en la vida vegetal y animal. Vida, muerte y nueva vida. Es el misterio de la Pascua, a nivel personal: de vida pobre espiritualmente, vida sin amor, a vida resucitada, es decir, vivida desde el amor a Dios y a los hermanos. Esto, como nos recuerda Pedro, supone la posibilidad de una liberación progresiva de una vida sin metas, de una angustia ante las dificultades y de un futuro oscuro y tenebroso. Es la liberación progresiva de un pasado de muerte triste y doloroso y, por encima de todo, la liberación y muerte de nuestro yo falso y egoísta y la resurrección, aún temporal, la conversión de nuestro ser en amor. Muerte al egoísmo, resurrección a una vida de amor, apertura a los demás.
Trabajo nuestro de resucitados, ahora, es conocer el verdadero motivo de nuestra existencia. Y conociéndolo, irse liberando y liberando asimismo a los demás de una existencia vana y engañosa, irse liberando del egoísmo, el gran mal del género humano que es origen y fuente de toda desgracia física y psíquica, e incluso a la misma naturaleza que nos envuelve, ahora tan maltratada por cierto, de la que somos absolutamente responsables por nuestro mal uso y falta de respeto.
En ese proceso Pascual, de muerte y resurrección, en el que tenemos que involucrarnos, habrá momentos, y a lo mejor muchos, de desánimo, desilusión, desengaño, falta de fe y esperanza, fallos en el amor a los demás o, dicho de otro modo, reaparición del egoísmo y de deseos, como los dos caminantes que se dirigían a Emaús, del propio confort y satisfacción de todos nuestros deseos materiales, sintiendo la tentación de tirar la toalla. En esos momentos es muy importante que aparezca en nuestra vida otro Jesús que haga renacer nuestra esperanza y nos invite volvernos al Jerusalén donde está nuestra propia misión de cristianos, nuestra resurrección.
Vida de resucitado es precisamente también convertirse en ese otro Cristo para nuestros hermanos perdidos y desengañados.
Un punto importante en el evangelio de hoy es que Jesús no es reconocido inmediatamente y lo será por los gestos de amor y fraternidad que comunica a aquellos de los suyos con quienes se encuentra. Esto que puede parecer algo desesperante es lo que hace posible que nosotros no reconozcamos inmediatamente a los Cristos que se nos acercan. Solo ello será posible, me refiero al reconocimiento, si damos muestras o signos de amor y de fraternidad.
Las personas que en nuestros días con motivo de la pandemia están dando su vida por los demás son otros Cristos que curiosamente pueden ser reconocidos como tales por aquellos enfermos que gozan de su cuidado físico y emocional. Esto es experiencia diari
Hay unos Cristos que dan su vida, su tiempo y sus capacidades a otros que por su dolor y su impotencia pueden ser y son reconocidos como otros Cristos o, por decir mejor, a Cristo que en ellos sufre y se compadece. Este reconocimiento es el que nos puede hacer dejar el camino a Emaús, camino de egoísmo, y volver a la Jerusalén del amor y la fraternidad.
La pandemia ha acabado con la globalización económica pero nos deja un maravilloso legado, la globalización de la fraternidad, con aquellos que solíamos ignorar. Pero aún nos queda un largo camino para hacernos hermanos de esa tercera parte de la humanidad que sufre pobreza, violencia y enfermedad y muerte anticipada.
Pero una vez más damos gracias a Dios y alabamos su misericordia al habernos dado a su Hijo que con su Pascua nos ha abierto tantos caminos de felicidad y paz ahora y comienzo ya de la Gloria eterna, haciéndonos conocedores de nuestra verdadera vocación. Los monjes sabemos que cuando estamos solos ante el Señor en oración llevamos con nosotros a toda la humanidad, de la que somos parte inseparable.
Gracias por llevarnos a solas ante el Señor!!
Gracias
La paz esté con ustedes.
Gloria a Dios por la Gracia infundida al Hermano que compartió la reflexión- oración.
Somos muerte y vida, benditas sean, porque sin la primera, no viviríamos la Resurrección desde el primer soplo de vida.
“ conocer el verdadero motivo de nuestra existencia “ … ¡¡¡ qué diría el iluminado de turno…,pensarlo me entra dolor de cabeza!!!
Jesús para sacar a sus discípulos de su asombro les pregunta ¿ Tenéis ahí algo de comer? … así de sencillo es Jesús….y así entiendo es el motivo de nuestra existencia vivida con Jesús.
Mil gracias!!!!
GRACIAS.
Gracias
Sí, es verdad que los monjes llevan en su vestido a todo el universo: entran en el santuario y lo unifican todo. Gracias por la pintura de Manessier, queda en la historia del arte como el que supo llevar vuestro canto en la pintura.